022: Defecto
Quinientos trece años después de Helena
-Ya no puedo retrasarlo más tiempo Asterión, se llevarán al minotauro en una semana, pero no te preocupes, conseguiremos otro.
Asterión había conseguido atrasar el llamado hacia el oeste de su compañero por un año, lo había logrado explicándole al director que necesitaba un minotauro para experimentar con los katádesmos y que Bran era perfecto para cumplir ese rol, pero el tiempo ya se había acabado, se llevarían a su compañero si no hacia algo.
-Pero, pero tiene que haber otra manera.
El niño sabía cuál era esa otra manera, él aún no había revelado a nadie su descubrimiento con la palabra “aἰγίς”, hasta ahora los minotauros no habían descubierto ese poder, pero si lo hicieran podría resultar en una catástrofe, los helenos llevan usando katádesmos hace menos de quince años y les habían dado una ventaja crucial en estos tiempos, que los minotauros puedan usar el arma aún mejor que los helenos es una receta para el desastre, pero Asterión no quería revelar esa información pues sería una sentencia de muerte segura para su compañero.
-Ya me oíste niño, entendiendo que lo quieras por ser un abandonado como tú, pero estamos en guerra y el oeste necesita más soldados, agradece que no eres tú “sin estrellas”.
El director intentó sacar al niño de su oficina, en apenas dos años casi todos los jóvenes que entrenaban y estudiaban en la academia se volverían soldados; la mayoría hoplitas, algunos herreros o ingenieros, pero todos armados, en Helena todos son entrenados para la guerra. Aun así los esclavos son propiedad de la ciudad, son los que cosechan las tierras fuera del muro, los que limpian los desagües, alcantarillas y los que entierran los cadáveres, solo hay dos puestos quienes tienen permitido ordenarlos por sobre cualquier otro civil o soldado: La máxima autoridad los arcontes y sus servidores las falanges.
-Deme un año.
-Ya basta Asterión, aunque quisiera ya no puedo hacer esa orden, las falanges pidieron más tropas para el oeste.
-Haré la prueba de los polemarcas, si me vuelvo parte de una falange podría tomar esa decisión ¿Verdad?
-Asterión, lo que dices es imposible, sé que estás desesperado, pero no tienes que desechar tu vida de esa manera.
-La prueba de los polemarcas solo requiere mapear un camino hacia una salida del laberinto, puedo hacerlo y además ¿Qué pierden ustedes? Si muero todos ustedes estarán mejor, ya no tendrán que estar con miedo de que vayan a perder su bendición.
-Si fuera tan sencillo todos mis alumnos serian polemarcas, fuera de aquí.
Para sorpresa de nadie, Asterión fue echado del lugar, el niño fue por toda la ciudad, buscando a algún miembro de una falange que diera la orden de que su amigo se quedara en Helena, recorrió la enorme ciudad sin descanso, no fue hasta que el atardecer se veía por el horizonte que él decidió pedirle ayuda a la última persona que se la pasó por la mente.
Asterión caminaba por el mercado principal, recién empezaba a anochecer, pero el lugar seguía relativamente lleno de vendedores y clientes, de todos los lugares el niño se acercó lentamente a una vieja herrería donde un hombre alto y corpulento, con su cabello negro repleto de ceniza que se camuflaba entre sus canas, el herrero martillaba ligeramente un cuchillo de su forja, ni siquiera se dio cuenta del niño que estaba frente a él.
-Padre, necesito tu ayuda.
El hombre ni siquiera miró al niño, siguió martillando.
-Vete de aquí Asterión, yo ya no soy tu padre.
-Prometo que será la primera y la última vez, tú eres un caestus, por favor.
El herrero le lanzó el martillo, el golpe le dio al niño en la rodilla y el dolor lo lanzó al suelo, se retorcía en el piso mientras su padre iba a recoger su herramienta.
-Sal de mi vida, defecto de la naturaleza.
Asterión agarró la pierna de su padre.
-A cambio… Diles que no lleven al minotauro de la biblioteca a la guerra… Juro que no volveré a aparecer en tu vida.
El hombre pateó a su hijo por la calle, pero él seguía sin soltar su pierna.
-Un año Asterión, le alargaré su vida un año, luego si vuelves a aparecer frente a mi tienda, esta vez apuntaré el martillo contra tu cabeza ¿Me escuchaste?
-Entendido.
Asterión se arrastró lo más lejos que pudo, no tuvo fuerzas para llegar a ningún templo, se recostó en el barro con una sonrisa, pero también estaba asustado, él no podría alargar la vida de su amigo para siempre, tenía que prepararse para hacer lo imposible, el laberinto es la cuna de cientos de bestias y la única ruta a cientos de lugares, el próximo año tendría que enfrentarse al abismo y no podía hacerlo solo, ni acompañado de un minotauro con cuatro dedos.
-Hehe, no se me ocurre nada, ni un solo plan.
Las estrellas apenas iluminaron al niño tapado en sangre y barro, en la noche de la mediocridad él solo lloró en silencio, abrumado por la carga que se había puesto sobre sus escuálidos hombros, durmió como nunca antes lo había hecho.
Presente
Editado: 16.01.2025