•°• ✾ •°•
CAPÍTULO 2
•°• ✾ •°•
“Una Conversación Cualquiera”
Un nuevo día es inicio y como es costumbre, mi cabello se ha enredado sobre mi rostro, estoy salivando y parezco ebria. Claro, no fue una noche especialmente reponedora y los retargos del desvelo me comienzan a pasar factura desde ya.
Lo primero que hago, después de agradecer que sigo viva, es revisar mi teléfono, para ver mi horario de ahora. Sin embargo, mis ojos casi salen de sus cuencas al ver qué tengo un mensaje de mis padres, diciendo que vienen a Londres unos días y que quieren verme y ver a Alder .
Claro, nunca les dije que él y yo rompimos y mucho menos las causas.
No es difícil que no se dieran cuenta. Con la fundación apenas tienen tiempo de respirar y tampoco es como si Alder se comunicara mucho con ellos.
Aquel mensaje me deja en jaque. Me pone en un punto de no retorno en el que tengo que decirles la verdad y que ellos acepten que la relación entre ambas familias no será posible de la forma que ellos quieren. Sé que seguramente se van a decepcionar y van a querer saber las causas y es ahí donde no sé cómo actuar.
Decir que todo esté tiempo estuve enamorada de un idiota, o admitir que simplemente no funcionó porque éramos demasiado opuestos.
De cualquier forma, creo que algo se me ocurrirá, por lo que trato la manera de no pensar más en ello. El día está radiante pese a todo y sé que la vida sigue y que yo debo seguir.
Me tomo mi tiempo para arreglar mi mochila, recoger mi habitación y darme un baño prolongado con agua caliente, la cual relaja los músculos y me brinda un poco más de serenidad para enfrentar este nuevo día.
Cuando termino, me coloco unos jeans azules holgados, un crop top de color blanco y dejó cepillo mi cabello, dejándolo caer en cascada por mi espalda. Me pongo unos zapatos all Star y me maquillo solo un poquito para disimular mis ojeras de la noche anterior. Y así, sintiendo que puedo contra todo, salgo del apartamento, encontrando a un par de vecinas que me saludan con amabilidad, y a Jay, que va regresando de correr. No entiendo para qué, si tiene un cuerpo que deja loca a cualquiera, aunque por salud supongo que está más que perfecto.
Sonrío al verlo. Se detiene y me da un corto abrazo, porque está empapado en sudor.
—¡Hey, chica que no conozco y se roba mi correo!
—¡Hey, chico sudoroso que no conozco y que recibe notificaciones de Cursos de Tejido y confección en el correo!
Entrecierra los ojos —. Ya te dije que lo tengo por mi abuela.
Sonríe y hace amago de abrazarme de nuevo, pero con maldad. Está vez me aparto y hago seña de lanzarle la mochila y un zapato.
Se echa a reír..
—¿Vas a la universidad?
—Es correcto. Estoy tratando de adaptarme todavía y aún tengo que buscar una forma de no dejar síntesis de la arquitectura con el licenciado Brook.
—Suerte con eso —forma una mueca—. La vas a necesitar.
¡Y vaya que sí!
Es bueno que al menos haya alguien para escuchar mis lamentos universitarios en esta época, cuando ya estoy a punto de terminar un postgrado. Sin embargo, debo admitir que jamás pensé que podría confiar en alguien tan rápido después de la decepción que tuve con Alder Williams.
En días como estos es cuando más me pregunto ¿Cómo rayos pude estar enamorada de él tanto tiempo y no darme cuenta de cómo era él en realidad?.
“El amor es ciego y te vuelve un tonto” diría la abuela.
—Gracias —respondo con cordialidad a Jay, que le pide la llave del buzón al encargado del edificio. Las cosas cambiaron luego de que una distraída de por ahí casi se robara el correo de otro vecino. Me muerdo la lengua para no reírme sola de aquel recuerdo. Regreso mi atención a Jay—. ¿Tú tienes cierre ahora en el restaurante? ¿Hay reservaciones hasta tarde?
—Eso creo —me mira indignado—. No todos tenemos el día libre hoy. Algunos seguimos siendo esclavos del sistema un día más.
—Ahh, cosa que agradezco y no lo digo porque eres un esclavo del sistema —aguanto una risa—. Un grito más de Mercer esta semana y me corto los tímpanos.
Y es en serio.
Jay sonríe, mientras toma su correo y revisa los remitentes uno a uno.
—No es tan malo.
—No he dicho que lo sea. Hay jefes peores.
Y yo me equivoco mucho también.
—¿Lo ves? —esboza una sonrisa de esas que le hace feliz que le dé la razón —. Por cierto, está noche habrá un concierto de Kiss y te iba a preguntar si querías ir conmigo cuando salga de turno —ofrece, mostrándome las entradas. Aparta la mirada al ver qué no le respondo—. No es obligatorio, quiero añadir. Tampoco quiero que te sientas incómoda…
—No estoy incómoda —rasco mi nuca y de igual manera, aparto la mirada—. Estoy más bien preocupada.
—¿Por el concierto de Kiss? Tranquila, no nos obligarán a besarnos. Aunque yo no me quejo —se hizo el gracioso y le dejé ir un golpecito en el hombro—. ¡Auh!
—Es que estoy un poco quebrada. Está semana me toca pagar la cuota de la universidad y ayer pagué el piso…
—No gastarás.
—No puedo aprovecharme de ti.
Jay niega con rapidez, saca una de las entradas del sobre que sostiene en sus manos y me la entrega.
—La casa paga.
—Como siempre, Jay, y es vergonzoso.
Le resta importancia—. Somos amigos y cuando yo no pueda pagar tú me invitarás.
Se alejó trotando escaleras arriba para evitar que yo refute una palabra más, y sé que ese día puede ser cualquiera si tomara el dinero que me transfieren mis padres como una “ayuda” para mis estudios, pero siento que no es correcto, pues prefiero ganarlo.
Pensando en eso, salgo del edificio hacia mi facultad, no sin antes pasar por un americano en la cafetería del edificio de arquitectura, pues el café es vida y eso no lo pienso discutir con nadie. Por un momento un olor a perfume inunda mis fosas nasales y es un aroma bastante familiar.