Atado a ti

Capítulo 5: Esposa fantasma

Summer.

Un knock-knock en la puerta rompió el silencio de la habitación, poniéndome en alerta. Mis dedos temblaron levemente mientras apilaba toda la información para meterla de vuelta a las carpetas.

—Abre la puerta, Sum. Soy yo, Hanna.

Murmuré un sí al tiempo que un suspiro de alivio escapaba de mis labios. Y me acerqué a la puerta para abrirla. Asomó su cabeza en la habitación antes de entrar, su mirada fija sobre la cama. La tomé del brazo y la hice entrar, así podría bloquear la puerta nuevamente antes de que alguien más decidiera cruzar el pasillo.

—Me has pegado un susto de muerte. Pensé que se trataba de Pao o Nico.

—¿Otra vez con los documentos? Quiero pensar que algún día vas a tomar una sabia decisión al respecto y dejarás de perseguirlos como gato al ratón.

Balbucí algo ininteligible y cerré la puerta. Me arrodillé a los pies de la cama para esparcir todo de nuevo, al tiempo que ella se sentaba y le echaba un ojo a las fotografías, otra vez. Muy pronto me quedaría sin mi amiga otra vez. Tía Celia no estaba muy bien de salud y Hanna estaba a punto de volver a Nueva York.

—¿Cómo sigue la tía, has hablado con ella?

—No muy bien. Ya compré boleto para dentro de una semana —contestó, entrecerrando los ojos al ver la fotografía de Iván y Eric el día que intentaron recibir ayuda de una antigua socia de su madre. No lo consiguieron —¿Seguirá siendo un idiota?

—¿Iván?

—No, Eric.

—Hanna, no me digas que sigues pensando…

—Sí, sigo pensando que es demasiado guapo y ¡mmm!, está para comérselo con todo y ropa, pero no tomaré acción mientras siga siendo un idiota.

A ella comenzó a interesarle de las tantas veces que Iván fue a buscarla para intentar sacarle información, acompañado del imbécil. Lo sintió cuando les pedí que se mudaran y no se dejaran ver por ellos. ¿Hanna y Eric juntos?, puse los ojos en blanco ante el pensamiento, y entonces vino una idea a mi mente.

—¿Te ha visto?

—No, Summer. Hace cinco años que no nos dejamos ver por ellos —asentí—. Por cierto, ¿cuándo piensas abrir aquella última información que me comentaste?

A esa mujer no se le pasaba nada por alto. Era como si pudiese leerme por dentro. Me puse de pie, sacudiendo la extraña sensación que dejaba las felpas de la alfombra en mis rodillas. El aire fresco de la noche que se colaba por la ventana abierta acarició mi piel con demasiada intensidad. ¿Era realmente la brisa o el temor a lo que contenía el sobre? Llevé la mano al sobre sellado encima de la cama y lo abrí.

—Ahora —susurré sin mirarla.

Era solo un documento, una fotocopia que el señor Anderson logró conseguir en el registro civil, con fecha y hora. Una noticia que, el hecho de que lo presintiera, no impidió que sintiera cómo mi corazón volvía a quebrarse en pequeños pedazos al avistar aquellos nombres. Aun después de tanto tiempo, me quebré. Las lágrimas caían de mis ojos mientras el papel crujía bajo mi toque. A pesar de todo, se casó con ella. ¿Qué tipo de juego diabólico era este? Echarme de su lado no satisfizo su necesidad de dañarme. Entonces, ¿por qué me buscas, Iván? No lo entiendo.

Observé a Hanna mientras limpiaba las lágrimas de mi rostro, sus ojos clavados en alguno de los documentos, ajena a lo que acababa de descubrir. Mi mirada cayó en un trozo de papel que estaba sobre la cama, lo tomé en mi mano y me volteé hacia el espejo. Pasé la mano libre por mi rostro, llevándome los estragos de una lágrima fugaz. Acaricié el único lugar que nos hacía diferentes ante los ojos de los demás. «Fuiste demasiado ciego, aun en el final» —pensé. Volví los ojos sobre el papel, un recorte de una noticia del New York Times de hacía cuatro años.

Esposa Fantasma.

El reconocido químico y perfumista, presidente de Bespoke Fragance, Iván Harper, contrae matrimonio de forma misteriosa. Una ceremonia repentina y a puertas cerradas bate la vida del empresario, quien no ha querido revelar los motivos de dicho acontecimiento, y tampoco la identidad de su nueva esposa. Fuentes confiables aseguran que se trata de su antigua secretaria, la cual no se ha dejado ver en las instalaciones de Bespoke Fragance durante los últimos meses.

Lo arrugué y lo hice a un lado. Llevé ambas manos a mi cabello, largo y negro. Permanecía tal y como a él le encantaba y, aunque muchas veces me cuestioné si le gustaba así por mí o por ella, lo dejé tal cual. Ya no tenía caso conservar ese tipo de pensamientos. Y aunque tenía muchas cosas que resolver, ya no quería nada en mi vida que me asemejara a esa mujer.

—Necesito un corte de cabello, ¿cierto?

Casi olvidé que Hanna estaba en la habitación.

—Si quieres, te saco cita para mañana; así, yo también me hago algo antes de irme.

—Saca cita, pero no aquí.

—¿No, y dónde entonces? —inquirió incrédula.

—En Bella Donna —le tendí el certificado de matrimonio.

—Pero Bella Donna está en…

—Exactamente.

Agarró el documento y cubrió su boca con una mano al ver que yo tenía razón. Me miró con la interrogante tatuada en su rostro y asentí. Corrió a abrazarme y me dejé envolver por sus brazos, permitiendo a mis lágrimas derramarse libremente.




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