Summer
Durante años me pregunté si hice bien en no dejar que Iván me encontrara. No me sentía lista para perdonarlo, y no estoy segura de estarlo ahora. Quizás, le habría ahorrado a mi Max años de preguntas, y a mí de mentiras. Tener que decirle que no sabía dónde estaba su padre, pero que algún día lo encontraría para él, no fue fácil. Max era un niño demasiado inteligente, pero no dejaba de ser un niño que creía todo lo que su madre le decía. Volví a Manhattan con un objetivo: hacer que padre e hijo se reencontraran.
El olor al pan fresco, croissants, bagels tostados y café, me devolvieron a los años en París. Los cristales tintados del auto me impedían disfrutar de la atmósfera neoyorquina. Bajé las ventanillas y sonreí al ver las calles llenas de familias con niños y paseadores de perros al cruzar por Upper West.
Mi mente divagaba, tomando el rumbo hacia un lugar que tantas veces visité: Upper East, el mundo de Iván Harper. Un lugar donde la suntuosidad prevalecía: el perfume caro, establecimientos de lujo y…, en fin, el lado más elegante de Manhattan.
Dejé el coche de alquiler en el estacionamiento del edificio con la idea de que pronto debía hacerme con mi propio auto. Dirigí mis pasos dentro del área de recepción rumbo a la cabina de seguridad. Allí me esperaba Roy Smith, el conserje. Los últimos cinco años habían pasado por él, y se notaba más ahora que lo tenía frente a frente, que por videocámara. Las rudas facciones de su rostro ahora estaban suavizadas por unos leves surcos de la edad. Lo recordaba amable, aunque ese rostro dijera lo contrario.
—Buenos días, señorita Lennox —saludó.
—Summer para ti, Roy —murmuré.
Abracé al hombre que había avistado las últimas lágrimas que derramé en este lugar, quien hizo todo lo que estuvo en sus manos para que lograra hablar con Iván, aunque todo fue en vano. Se sorprendió por mi atrevimiento y, a pesar de que muchas cosas habían cambiado en mi vida, seguía siendo yo.
—Usted está diferente —dijo, mirándome de arriba a abajo. Moví la cabeza de lado a lado y contesté.
—Sí, estoy hecha un desastre.
—Lo siento, no me refería a su aspecto, sino a que se ve más… señora.
Reí levemente. ¿Me estaba diciendo vieja o qué?
—¿Qué noticias me tienes?
—El señor salió temprano, creo que se dirigía a la oficina, ya que iba con su portafolios. Pero la señora, si está en casa… y la empleada también.
—¿Empleada? —Roy asintió, me encogí de hombros a pesar de que me extrañó el hecho de que tuviese empleada. A Iván le gustaba la soledad de su jaula de oro y nunca había contratado una empleada permanente.
—Por cierto, su amiga ha venido con un niño, pero han vuelto a salir. Mandé a hacer dos copias de llaves, como pidió. En recepción está la suya junto al código estándar de acceso, puede cambiarlo, para mayor seguridad —hizo una pausa, ladeando la cabeza hacia la recepción, dijo—. Allí está esa mujer.
Miré detrás del buró donde estaba su mujer.
—¿Tu esposa? —enarqué una ceja. Esbocé una media sonrisa, arrugó la frente y dejó de observarla para mirarme a mí.
—¿Esposa? Exesposa. Jamás compartiría vida con una infiel como esa.
Dije un par de palabras, evidenciando mi desconcierto. Me explicó un poco cómo estuvo el asunto del divorcio y recordé que su esposa, o exesposa, tuvo amoríos con Eric. Nunca hablamos de su vida personal en nuestras llamadas, y después de la breve actualización, le di las gracias y un beso en la mejilla. El señor exmilitar de apariencia fortachona y rudo carácter se quedó desconcertado ante ese gesto. Me reí y salí de la cabina pidiéndole otra vez que dejara de tratarme de usted, yo era una niña a su lado.
Di dos pasos en dirección a recepción, pero me detuve en seco a medio camino y volví a dónde se encontraba Roy, con un nuevo pensamiento clavado en el cerebro.
—¡Oye, Roy! Me va a reconocer —la expresión de su rostro era una clara evidencia de que no había tomado en cuenta esa posibilidad—. Hazme ese favor, ¿sí?
Roy se enderezó aún más, cruzando los brazos con un gesto firme, pero al ver la preocupación en mi rostro, asintió con una leve inclinación de cabeza y suavizó un poco su mirada. Movió su cuerpo hacia la recepción con precisión, y cuando se dirigió a su exesposa, utilizó un tono severo, indicando su impaciencia y desaprobación.
¿Cómo diablos iba a pasar delante de ella sin que me viera? Si lo hacía, probablemente se lo contaría a Eric y la noticia de que viviría aquí llegaría hasta los oídos de Iván. No podía permitir eso. Busqué por los alrededores cualquier cosa que me ayudara a taparme un poco.
¡Jodida mierda!, ahora era yo quien terminaba cubriéndose el rostro.
Divisé una gorra encima de la mesa y la tomé para ocultar mi rostro y mi cabello. Estaba más decidida que nunca a deshacerme de él. Roy ya estaba frente al buró, hablando con la mujer, o la ex. Me escondí detrás de su espalda y esperé.
—No puedo darle las llaves a nadie que no sea la dueña.
Él dio una palmada encima de la superficie y espetó:
—Deja de hacerte la difícil conmigo y dame las malditas llaves, la dueña está aquí y las necesita ya.