No podía creerlo, su padre había faltado a su palabra. La rabia y decepción la envolvían por completo, deseaba poder evitarlo, pero, era mujer y para su desgracia las mujeres no tenían voz en ese mundo.
Debía acatar las órdenes de su padre, esperaba que, por lo menos no fuese un mal hombre su futuro esposo, siempre idealizó el futuro con una familia amorosa, un esposo que la amara y le hiciera valer, que ambos educaran a sus crías con respeto y sobre todo amor.
Algo que ahora no es más que un espejismo, sus sueños están rotos, sus planes frustrados y su corazón deshecho. Decidió salir al jardín, no podía quedar lamentándose por su suerte, no sería ni la primera ni la última en casarse sin amor.
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No hacía falta ser tan listo para ver la tristeza reflejada en el rostro de la joven, el marqués, aunque seguía firme con su decisión, lamentaba mucho el estado de su hija, pero, "En algún momento lo agradecerá" pensaba.
Había citado al duque, y como cualquier noble respetable llegó puntualmente, luego de ser anunciado por su mayordomo, entró con su porte elegante, digno de personas de su rango.
–Lord Wellesley, agradezco su invitación.–dijo Andrew con hipocresía, al marqués poco le importaba su comportamiento, puesto que su título y dinero le cegaba el juicio, valiéndose un comino ser despreciado por el sujeto. Para él era obvio que lo detestaba, aunque no entendía el motivo, era muy listo y se le daba muy bien analizar a las personas.
Pero poco le importaba, para él, con que su hija tuviera dinero, un buen título y una reputación intachable se daba por bien servido. Aunque si deseaba que ese hombre la hiciera feliz, que la apreciara y valorara como la mujer que es, aunque él, siendo su padre distaba mucho de hacerlo.
–Excelencia, ¿Qué tal le va?–preguntó educadamente–lo cité para establecer la fecha del baile de compromiso y para firmar el contrato que lo avale.
–Está bien milord–firmó rápidamente, ya que quería salir de esa mugrosa casa, hablando en sentido figurado–sobre el baile, deseo que se realice contando 30 días a partir de ésta fecha–decretó.
–Me parece perfecto, es el tiempo ideal para comenzar los preparativos–comentó con entusiasmo el hombre mayor–llamaré a mi hija para...
–No–interrumpió Davenport–no quiero que su hija se entere que soy su prometido hasta el día del baile.
El marqués estaba confundido, pero aceptó sin rechistar temiendo que el duque se arrepintiera de contraer nupcias con su hija.
–No entiendo el porqué, pero está bien excelencia–respondió sin más.
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Georgiana se encontraba sentada en su banca favorita leyendo un libro, aunque no prestaba atención a él puesto que se encontraba distraída.
Decidió levantarse e ir a su habitación, cruzando el salón principal se tropezó con el duque, su tonto corazón se aceleró sin permiso y balbuceo un dificultado "Buen día su gracia" para retirarse a paso rápido a su habitación, no sin antes escuchar un murmullo que decía "Estulta". Casi la hizo volver sobre sus pasos, pero su disgusto era tan grande que podría causar ofensa hacia el noble y llegar a arruinar cualquier negocio con su padre.
Decidió seguir con su camino, estaba furiosa. Lamentablemente una criada la llamó y descargó su humor con ella sin querer.
–Milady...
–¡¿Qué quieres?!–gritó y de inmediato se arrepintió–Sarah, discúlpame... No debí gritar de ese modo, solo estoy algo indispuesta y me he desquitado contigo.
–No se preocupe Milady–contestó la joven criada, entre la servidumbre ya corría el rumor del futuro matrimonio de la joven, por lo cual era predecible que estuviera de mal humor.–Solo venía a decirle que su padre la solicita en su estudio.
–Muchas gracias, y de nuevo me disculpo, no debí tratarte de esa forma–dijo y luego acudió al llamado de su padre.
Luego de tocar la puerta del estudio y escuchar un "adelante" como respuesta, entró con rapidez–Me han informado que solicita mi presencia–expresó en tono serio.
–Te he mandado a llamar porque ya está fijada la fecha en la que se anunciará ti compromiso–comentó el marqués–se realizará contando 30 días desde ésta fecha, contrataremos a alguien para que te ayude a organizarlo, tiene que ser algo magno que esté a la altura de tu esposo, espero fervientemente que seas una buena esposa para con él.
–Está bien, padre–aceptó con un escozor en la garganta–Si es posible saberlo, ¿Quién será mi prometido?–interrogó Georgiana con genuina curiosidad.
–Por petición de él mismo, te darás cuenta hasta el día del baile.–contestó sin más–Ahora retírate.
–Como demande.
Georgiana salió prontamente estaba confundida, no entendía el actuar de su padre, tenía tantas preguntas y quería respuestas, aunque sabía que no las obtendría.
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Georgiana sentía que el tiempo pasaba demasiado rápido, sentía un hueco en el estómago que no la dejaba respirar en paz y que se hacía cada vez más grande al aproximarse la fecha de su compromiso.
Baile tras baile había disfrutado, para una dama que ha pasado su vida fuera del ojo público, ella llamaba la atención de buena manera, aunque por poco arruina su reputación por un incidente con un dichoso duque que solo vive para incordiarla. No había velada donde no le solicitara un baile, esperaba que esto no afectara su compromiso, puesto que el odioso duque siempre se acercaba mas de lo que las normas del decoro dictaban causando así habladurías de parte de la sociedad londinense, en la cual deseaba ser aceptada para honrar el apellido de su familia.
Faltaba poco mas de una semana para que se realizara el anuncio de su compromiso, los nervios y la curiosidad la invadían por completo, dejándole un amargo sabor de boca al reconocer que no saciaría su curiosidad hasta el dichoso baile.