Capítulo VI

La mañana había sido muy ajetreada, la servidumbre corría de arriba hacia abajo dejando arreglos, decoraciones y demás, Georgina se encontraba sumamente nerviosa, había llegado el día, por fin conocería a su futuro esposo, aunque nada fuese como ella deseaba no le quedaba más remedio que cumplir con su deber.

Como su padre había dicho a primera hora, debía comportarse como una joven enamorada, pero, ¿Cómo hacerlo si no conocía a su prometido?.

Entre pensamientos y divagaciones se paseó por el jardín, mientras que un invitado llegaba a la casa de imprevisto.

El duque Westminster estaba llegando en su impecable carruaje a la casa del marqués, llevando consigo un obsequio para su prometida.

–Excelemcia, que placer tenerlo por acá–saludó cordialmente lord Wellesly–Pensé que no lo vería hasta ésta noche en el baile.

–Así era Milord, pero temo que había olvidado algo importante–dijo sacando un pequeño cofre de madera–quiero que lady Georgiana utilice ésto durante la velada.

Era un hermoso collar de diamantes, con un zafiro en forma de gota colgando en el centro a juego con unos pendientes.

–Era de mi madre, mi padre se lo dió el día de su compromiso y quiero seguir la tradición–explicó.

–Son muy hermosos–dijo el marqués pensativo, puesto que le recordaban a alguien muy importante para él–estoy seguro que a mi hija le encantarán.

–Sin más milord, me retiro. Tengo asuntos pendientes que terminar antes del baile–se despidió.

El duque iba de salida, cuando vió a su joven prometida distraída en el jardín, con una sonrisa maliciosa desvío su camino y fue hacia ella.

–Buenos días milady–dijo asustandola.

Georgiana pegó un pequeño grito y volteó con la mano en el pecho–Excelencia, me ha asustado–dijo casi sin aliento.

–No era mi intención, le ofrezco una disculpa–expuso.

–No es correcto que una dama soltera esté sola con un caballero su gracia–manifestó la joven.

"¿Soltera?" Pensó el duque.

–Enriendo milady, es solo que la vi dando un paseo por el jardín y no pude evitar dejarme llevar por su encanto, me atrajo como una sirena a un marinero–declaró Andrew comenzando su plan de conquistarla.

Georgiana se sonrojó fuertemente, nunca se había sentido tan halagada, pero decidió ponerle un alto, puesto que estaba comprometida y todavía tenía recelo hacia el duque.

–Le agradezco sus palabras excelencia, pero me parece que está exagerando. No soy ninguna sirena y por obvias razones usted no es marinero.–dijo tomando coraje–debo retirarme, como sabrá, hay un baile ésta noche y debo comenzar a arreglarme–se despidió con una venía y se marchó.

El duque sonrió por el sonrojo que le había causado, también por su arrebato de coraje y se dijo que ésta venganza sería muy entretenida.

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Su doncella le estaba dando los últimos retoques, se había hecho uno peinado alto con algunos tirabuzones sueltos, su vestido era de color plateado, sus guantes eran tono azul zafiro a juego con algunos detalles del vestido.

Se estaba colocando unas perlas cuando su padre entró a su habitación.

–Hija mía, deja esas perlas–le ordenó–tu prometido ha traído un obsequio para tí y debes usarlo hoy–le entregó la caja mostrándole los diamantes.

Ella río internamente, aunque le parecía demasiado, le causaba gracias que los diamantes combinaran con su vestido.

–Está bien padre, como ordene–aceptó.

–Querida, sé que no he sido un buen padre éste tiempo, tampoco puedo resarcir el daño que te hice al incumplir mi palabra, pero, sé que estarás en buenas manos y que cuando yo no esté en éste mundo, tendrás a tu marido para que vele por tí–comenzó a decir–da la impresión de ser un buen hombre, se dice que es justo y generoso, sé que te hará feliz. Quizá no llegues a amarlo, pero te aseguro que no te hará daño.

–Padre, descuide, aunque al principio no quería la unión, lo he aceptado porque sé que usted lo ha elegido.–le dijo para tranquilizarlo y padre e hija se fundieron en un abrazo.

A pesar de todo ambos se amaban, su padre no desea lastimarla, solo busca lo mejor para su futuro.

•••••

El baile había comenzado, muchos hablaban de la beldad que era Georgiana, otros llenos de envidia solo podían hablar mal para saciar su ego.

Se encontraba sola, puesto que a pesar de llamar la atención y ser hija de un marqués nadie le ofrecía su amistad, decidió ir a sentarse en un rincón, relegada como si fuese un florero.

Ahí se encontró a una joven pequeña y menuda, piel extremadamente blanca, labios gruesos y rojizos, con el cabello negro azabache, nariz pequeña y unos grandes y curiosos ojos bicolor. Se quedó pasmada viéndola, puesto que nunca había visto a una persona con ojos así.

–¡Que ojos tan hermosos!–exclamó maravillada, causando confusión en la pequeña pelinegra.

–¿Disculpe, ha dicho hermosos?–cuestionó con una voz tan aterciopelada que transmitía calma.

–Si, permítame presentarme, soy Lady Georgiana Brattford, hija del marqués de Wellesly–dijo–déjeme decirle que tiene unos ojos hermosos, nunca había visto a alguien así.

–Entiendo, no es muy común la verdad. Siéndole sincera, nadie había dicho que mis ojos eran hermosos, sino me trataban como fenómeno–expresó–por cierto, soy Lady Aline Jones, hija del conde Winchester.

–Es un gusto, comprendo perfectamente cómo se siente, soy prácticamente una solterona y no dejan de criticarme por eso, piensan que no los escucho al llamarme "la solterona debutante", son algo crueles pero lo mejor es ignorarlos–comentó.

Lady Aline iba a decir algo, pero fue interrumpida por un anuncio que iba a dar el marqués.

–Debo irme–dijo Georgiana–Le invito mañana a tomar el té en mi casa.

–Con gusto iré–contestó la joven.

–Es un honor para mí recibirlos ésta noche, para mi familia es una ocasión importante, y muchos se preguntarán el ¿Porqué?, Es para mí un placer anunciarles el compromiso de mi única y amada hija Lady Georgiana Brattford, con el Duque de Westminster Lord Andrew Davenport–anunció alegremente el marqués.