Como muchos he cometido errores, y como pocos estoy por tocar fondo. Sin hacer nada por remediar mis actos, la conciencia me grita que vendrán cosas peores; lentamente observo cómo los problemas se burlan de mi vida con palabras inmundas e hirientes. Miedo, terror, horror. Evoco esos días donde carcajeaba todo el tiempo, diciendo, «¡Oh, cómo me gustaría volver a esa época!», pero sé que no será así. Un abismo seduce como un nuevo amante inoportuno; cierro los ojos, veo que alguien está allí, tiende su mano para escapar de lo que me corta la respiración. Viste de negro, no muestra su rostro, sólo parece una silueta que carcome desde las entrañas. ¿Su nombre? Miedo.