Tengo miedo de decirte adiós, y ese es mi mayor problema.
Creo que de alguna manera he creado un vínculo involuntario hacia ti, que muchas veces cuando tus ojos no ven y tu corazón no siente, trato de destruirlo. Porque, lo que estás haciendo me está consumiendo. En varias ocasiones intenté odiarte, y aunque lo conseguí por un instante, volviste de la nada, hablaste conmigo, y terminé amándote otra vez. Eres como una epidemia, me haces enfermar en sobremanera, pero tu intoxicación no importa cuando mis papilas gustativas te quieren. ¡Pobre de mi alma que ya no ve la luz del sol, y de mi piel, que ya no siente ningún tipo de irradiación! Créeme cuando te digo que he luchado contra viento y marea, reuniendo voluntad de otros cuerpos que no me pertenecen, para que desde mi boca, delante de la belleza de tus ojos pueda darte mi adiós. Sin embargo, soy consciente de que te echaré de menos como el cuerpo extraña a la vida, y eso es lo que más hace daño. Mi mente, amante del sufrimiento intencional, recordará cada palabra que me dijiste durante que estaba contigo siendo todo y nada al mismo tiempo, porque de alguna manera te he amado desde entonces, sabiendo que ibas a alterar completamente mi vida.
Tengo miedo de decirte adiós, y ese es mi mayor problema... Problema que me carcome la consciencia. Y es que yo sigo sin saber cómo podré darte mi adiós sin que duela, sin que después del primer día quiera volver contigo. ¿Por qué tuve que amarte tanto? Y esa pregunta nunca tendrá una respuesta, porque escribo estas palabras sin la esperanza de que las leas.