Ataraxia

5. El absoluto no es algo, es nada

I

              No sé por qué tengo el hábito de quedarme donde no me quieren, donde mi presencia no es importante. Es como si estuviera atada al dolor, como si me gustara el sufrimiento, tratando de deshacerme de él sin lograr nada. Y es que tú, con tu malcriada forma de actuar, me hiciste sentir así en carne propia. Te marchaste solo porque abrí una puerta, pero en realidad me fui yo, mientras me veías huir. ¿Hay justificación por haber perdido? Pues al irme, supe cuánto te amo. Más que el pulmón al oxígeno, o la garganta el agua. Igual al ying y yang, negro sobre blanco... Así que te necesito y amo.

II

              Era un juego vicioso; nos enojamos muchas veces por tonterías. Especialmente yo, me gustaba tomar lo contrario, hacerte enojar. Y luego recordarte cuánto te quiero y amo. Sin embargo, por momentos no llegamos a esa parte. Estabas enfadado conmigo, te alejabas. Oh, maldita distancia que tiempo nos robó. Ahora podría estar sentada a horcajadas sobre ti, compartiendo los besos que nunca dimos, inhalando un aire que embriagasen nuestras fosas nasales. Pero no, el destino (usted) no lo quería de esa manera.

              ¿Cómo llegamos aquí? Al punto que tengo que ignorarlo sólo para saber si realmente le intereso. Si lo nuestro en realidad llegó a importarle. ¿La respuesta? Culpa nuestra. Pero tú, teniendo una razón que mi orgullo no reconocerá, dirá con certeza que la culpa es más mía que suya.

III

              Tener miedo era algo que me causaba esa enfermedad crónica llamada bipolaridad. Lo tengo por ti, gracias a la ira que me diste, las alegrías que me produjiste, a esas crueles ganas de estar contigo a cada instante. Y tal vez eso es debido a mi egoísmo, porque te dibujé en mi cabeza de esa manera. No importa lo mal que suene.

              Y aquí es donde me doy cuenta que me he enamorado de ti; sin saberlo, empezó con una chispa roja. Y ya sea que su tiempo haya sido corto o largo, daba igual, pues así era el amor: largo para los ojos, efímeros en el tiempo. Y sobre ello, al todo o nada. Sin embargo, en esta oportunidad había salido nada.

VI

              No sé qué más decir, pero sé que nunca verás esto. Tú, como las otras personas a quienes escribo. Dice adiós, quien te ama y te admira a distancia, ya que su coraje se ha vuelto vulnerable.

 




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