Atardecer en el Palacio del Sol

Capítulo 14: El egocéntrico

Ceres

Ceres estaba nerviosa. La noche anterior había hablado con Selien y decidió que si él no lograba detener los rumores no lo ayudaría con el plan.

Ahora ella se encontraba en el Palacio de la Primavera, ubicado a un lado del Planeta Ceres. Al ser una diosa menor, su Planeta era bastante pequeño, al igual que su palacio.

Construido en mármol verde y lleno de todo tipo de plantas, el Palacio de la Primavera reflejaba sencillez y fuerza pura. Desde ahí observaba la Tierra. Al ser la diosa de la agricultura, los humanos le pedían constantemente su ayuda con sus cosechas. Era un trabajo importante pero no lo suficiente en comparación al trabajo de los dioses mayores. A Ceres esto le tenía sin cuidado.

Sé lo que valgo y no tengo que demostrarles nada.

Su flor favorita era la rosa. Todo el mundo cree que las rosas son hermosas y frágiles, pero ignoran las espinas que ellas poseen y el daño que pueden llegar a causar. Ceres era una rosa.

Estaba en su habitación revisando información sobre las últimas cosechas cuando alguien llamó a su puerta.

- Señora, ¿Puedo pasar? – preguntó Promitor. Él era uno de los doce ayudantes a su servicio.

- Adelante – respondió la diosa. - ¿Pasa algo?

- El señor dios Mercurio la quiere ver en su palacio ahora mismo. Es importante.

Lo que me faltaba…

- ¿Tienes idea de qué quiere? – preguntó Ceres.

- No, señora.

Mercurio era uno de los dioses mayores. Su trabajo se centraba en el comercio, pero también al arte del engaño.

¿Por qué quiere hablar conmigo?

El Palacio de los Viajeros por suerte quedaba cerca del palacio de Helia. Luego de su reunión, iría al Palacio del Sol a esperarla para luego visitar a Selien. Dejó su palacio para dirigirse al palacio de Mercurio.

Al llegar no vio nada que ya no esperase. Al igual que los demás palacios de dioses importantes, el Palacio de los Viajeros era enorme. Al entrar, los sirvientes de Mercurio le indicaron a Ceres que lo esperara en el Gran Salón.

Ni siquiera puede llegar a la hora.

Mientras esperaba, le sorprendió ver que en la habitación había bastantes tipos de plantas.

¿Cómo llegaron aquí? Lirios, narcisos, jacarandas…

- Espero no haberte hecho esperar demasiado – dijo Mercurio con una sonrisa traviesa en su rostro. El dios tenía una apariencia bastante normal, para ser un dios mayor. Su tez era morena y sus ojos verdes, mientras que su cabello era café oscuro. Su atuendo poseía tonalidades beige.

- ¿Cómo es que tienes tantos tipos de plantas aquí? – preguntó confundida. – Acaba de empezar el otoño…

- Aparte de ser el dios del comercio y de los viajeros, también soy el dios de los ladrones. Luego de cada viaje que realizo me gusta recoger ciertos trofeos, sobre todo si son difíciles de conseguir. Cuando vuelva la primavera y se vuelvan comunes, me voy a deshacer de ellas  – respondió.

- Si esa es tu filosofía de vida no quiero ni imaginar como eres con las personas.

El comentario produjo una carcajada al dios.

- No deberías hacer ese tipo de comentarios, querida. Eres una diosa menor y a cualquier otro dios mayor le podría parecer una ofensa – advirtió. – Por esta vez, te perdonaré el comentario.

- No necesito tu perdón, no me importa si te ofendí o no y no me llames “querida”. No te tengo miedo – repuso la diosa mientras se acercaba a Mercurio. Él era más alto que ella, pero eso no la intimidaba.

- Deberías – dijo él en un murmullo. - ¿Sabes para que te llamé?

- No.

- Necesito que adelantes la primavera este año.

Aparte de egocéntrico, estúpido.

- No puedes pedirme eso, es imposible – respondió la diosa sin poder creer aún la extraña petición. - ¿Se puede saber cuál es el propósito de esto?

- Como sabrás, soy el dios del comercio. Durante el tiempo de cosechas, los mortales comercializan todo lo que alcanzaron a recolectar para luego viajar alrededor de todo el mundo. Pero durante el otoño y el invierno, no tienen cosechas que comercializar y no salen de sus casas por el frío. Me siento inútil ahora que los mortales no me necesitan así que te pido que adelantes la primavera este año – explicó. - O mejor, ¡Que la primavera y el verano sean permanentes!

- ¿Así que ahora los poderosos y temibles dioses mayores les hacen peticiones a los débiles dioses menores? – preguntó ella en tono de burla. – Lo que me pides es una estupidez. Si lo hiciera la Tierra y su ecosistema perecerían en cuestión de días. Aparte, durante el otoño y el invierno yo puedo descansar de mis deberes. ¿O acaso crees que mi trabajo es fácil?

- Debes hacerlo.

- ¿Y si no quiero?

- Le diré a Universo que sales de tu palacio cada noche hacia Palacio de la Luna.

¿Qué?

- No sé quién te dijo eso, pero no es verdad. Sabes que tenemos prohibido ir a ver ese monstruo – dijo ella con desprecio.

- No es necesario que me mientas, querida. Yo mismo te he visto salir de tu palacio en esa dirección.

- ¿Ahora me espías? – lo reprochó. - ¿Desde cuándo te interesa lo que hago en mi tiempo libre?

- Cuando tengas tu respuesta ven a verme – dijo mientras ignoraba sus preguntas. - Ya es tarde, será mejor que te vayas si quieres ir a ver a ese monstruo esta noche.

Tenía razón. Ya era tarde para ir con Helia así que optó por ir directamente a visitar a Selien. Luego iría a verla.

Mientras iba llegando, vio a alguien saliendo del Palacio de la Luna. Por su apariencia, Ceres supuso que era una Estrella. Y estaba llorando.

- ¿Estás bien? – le preguntó, preocupada.

- Si. Selien te espera dentro.

Cuando entró vio que Selien estaba sentado cabizbajo con la cara oculta en sus manos.

- Selien, tenemos problemas.



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En el texto hay: mitologia griega, romance, enemiestolovers

Editado: 20.02.2024

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