Ceres
Luego de ir a dejar a Helia, Ceres partió en dirección al Palacio de la Primavera. Debía apresurarse, debía escribir las invitaciones para la reunión de esta noche. El mensaje era simple.
Se solicita su presencia esta noche en el Palacio del Sol. Es importante.
La invitación sería entregada a dioses mayores y dioses menores por igual. Saturno, Júpiter, Venus, Marte, Urano, Neptuno y Mercurio por un lado y Plutón, Eris, Haumea y Makemake por el otro. Cuando estuvieron listas, se las entregó a Promitor para que las enviara.
Faltaban varias horas para la reunión y Ceres estaba cansada, así que fue a su habitación para descasar. Intentó dormir un poco pero no lo logró.
Hoy veré a Mercurio por primera vez desde su estúpida petición.
A Ceres se le revolvía el estómago solo pensar en que debía de ir con él al baile.
Maldita la hora en que acepté la idea de Selien.
Pero el cansancio pudo más que el enojo y la diosa cayó en un sueño profundo.
Al despertar, se dio cuenta que ya había anochecido. ¡Maldita sea! Rápidamente, se levantó y cambió su vestido por uno más presentable.
Se trataba de un vestido verde y holgado de seda. En cuanto a joyas, escogió un collar dorado con dijes de rosas y unos aretes a juego.
Como siempre optó por ir caminando. Usualmente disfrutaba del recorrido, pero ahora estaba retrasada.
Debo ser la única que falta, Helia debe estar esperándome, todos sabrán que llegué tarde…
El Palacio del Sol parecía estar a kilómetros.
- Parece que no soy el único que salió tarde – dijo Mercurio unos pasos más atrás.
Ceres trató de acelerar el paso, pero pronto él la alcanzó.
- ¿Ignorándome? – preguntó él. – Asumo que ya pensaste en lo que te pedí.
- Asumes mal – respondió ella. - ¿Por qué saliste tarde?
- Soy el dios de los viajeros, si quisiera podría llegar al palacio en menos de un segundo.
- ¿Y por qué sigues aquí?
- Te vi y decidí acompañarte.
- No quiero tu compañía.
- ¿Por qué no dejas de lado tu soberbia y me dejas ayudarte para llegar más rápido? No van a empezar la reunión sin nosotros.
Tenía razón. Helia no empezaría sin ellos.
- ¿Y cómo podrías ayudarme?
- Sabía que aceptarías. Verás, la mayoría de los dioses utiliza carros para transportarse, pero yo tengo algo mucho mejor – dijo él mientras apuntaba a sus zapatos.
- ¿Tus zapatos? No estoy para bromas, Mercurio.
- ¿Nunca te has preguntado cómo puedo viajar por todo el mundo en menos de un minuto? Estos zapatos fueron un regalo de Universo. Con ellos puedo ir donde yo quiera en el tiempo que yo quiera – de pronto, un pequeño par de alas blancas se extendieron en los costados.
- ¿¡En serio quieres que crea que esas alitas nos llevarán al palacio!? – dijo Ceres entre carcajadas.
- Te sorprendería lo que pueden hacer esas “alitas”. ¿Aceptas mi ayuda o no? – preguntó mientras le extendía una mano.
- ¿Tengo otra opción? Solo no vayas muy rápido…
En el momento en que tomó su mano, Ceres sintió como el suelo a sus pies se desvanecía. El viento la aturdía, la risa de Mercurio la fastidiaba. Cuando abrió los ojos ya estaba en las escaleras del Palacio del Sol.
- ¡Te dije que no fueras muy rápido!
- Espero te haya gustado el viaje, querida – respondió él.
- ¿Te parece que me gustó?
- Deberías peinarte, el viento alborotó tu cabello – dijo él mientras le acomodaba un mechón cobrizo que atravesaba su rostro.
- No toques mi cabello.
Ceres escuchó unos pasos aproximarse y Helia apareció tras las puertas.
- ¡Ceres! ¡Mercurio! – exclamó ella. – Creí que no llegarían, los demás están desesperados.
- Se nos hizo un poco tarde, pero ya estamos aquí – explicó Mercurio.
Una vez dentro Helia le indicó a Mercurio que la reunión sería en el Gran Salón. Cuando estuvieron a solas, Helia habló.
- Ceres, en mi escritorio hay un pergamino con un listón dorado. Necesito que se lo entregues a Selien, pero no aún. Debemos ir al Gran Salón primero para demostrarle a los demás que están todos. Yo te aviso cuando ir por la carta, te daré una señal.
Entraron al Gran Salón y Ceres se encontró con el mismo panorama de cada reunión. Los dioses mayores de un lado y los dioses menores del otro.
Ceres se aproximó a su grupo. Plutón, Haumea y Makemake la recibieron con una sonrisa por el contrario de Eris.
- Justo estábamos hablando de ti – dijo Eris, la diosa de la discordia, con su habitual cara de desagrado.
- ¿A qué se debe la tardanza? – preguntó Makemake, el dios de la abundancia.
- Nada importante – respondió Ceres.
Antes de que la siguieran bombardeando de preguntas, Helia subió a la tarima del salón.
- Queridos invitados, espero no haberlos molestado al citarlos aquí – expresó Helia.
- ¡Nunca nos molestarías! – gritó Venus, la diosa del amor, desde el otro lado del salón.
Doble cara.
- Como sabrán, dentro de dos semanas se cumplirá un año desde la Creación – prosiguió. – Luego de meditarlo bastante tuve la idea de hacer una celebración aquí en mi palacio. Un baile, para ser exacta.
- Me parece una buena idea – dijo Haumea, diosa de la fertilidad, quien se encontraba junto a Ceres.
- ¿Exactamente quienes estarían invitados? – preguntó Mercurio.
- La invitación queda abierta para cualquier Celestial que quiera venir. Tanto dioses mayores, dioses menores y Estrellas – respondió Helia mientras miraba fijamente a Ceres.
Esta es mi señal.
Como todo el mundo estaba atento a Helia, nadie reparó en que Ceres se estaba retirando de la reunión.
- ¿A dónde vas? – preguntó Plutón, el dios de la riqueza.