Baham
Baham llevaba cinco noches en el Palacio de la Luna cuando recibió una visita. Durante ese tiempo, Selien había insistido en que ella debía recuperarse por completo de sus heridas antes de regresar a los turnos.
“Cuando lo hagas todo volverá a ser como antes”
Mentira.
Desde que había comenzado a vivir con él, nunca se tomaron un tiempo para hablar sobre lo ocurrido entre ellos semanas atrás. Además, Selien estaba actuando extraño últimamente. Estaba inquieto, y a veces, se encerraba durante horas en la biblioteca del segundo piso. Esto en cierta parte, era conveniente para ella ya que así no tendría que pasar tanto tiempo cerca de él y podría intentar pensar con claridad.
A pesar de siempre haber considerado al Palacio de la Luna, como un segundo hogar, con el paso de las noches Baham notó que apenas lo conocía. Cada noche descubría algo nuevo, desde pinturas antiguas y viejos candelabros de cristal, hasta pasadizos y habitaciones secretas.
Selien se había marchado hace unas cuantas horas y ella estaba sola merodeando por el palacio. Iba a subir las escaleras para ir a su habitación, cuando de pronto, escuchó sonidos provenientes del Gran Salón.
Que extraño…
Estaba vacío y oscuro como de costumbre. Unos metros más allá se encontraba el trono de Selien, el cual él nunca utilizaba y junto a este, otro idéntico. Baham siempre se había preguntado por qué estaba ahí pero nunca encontró respuesta, ni siquiera cuando se lo preguntó al propio Selien.
“La verdad no lo sé, Baham. Si de por sí considero innecesario tener uno propio, no le veo razón ni utilidad a tener dos”.
Baham se quedó un par de segundos contemplándolos y luego se aproximó. Sacudió el polvo en ellos y se sentó. Desde ahí, podía ver perfectamente cada detalle del salón. Imaginó lo lindo que sería todo lleno de luz y personas disfrutando de la velada. Más pronto salió de sus pensamientos cuando divisó una sombra junto a las puertas.
- ¿Quién anda ahí? — preguntó.
- Baham — habló una voz conocida.
Universo.
Salió de entre las sombras con su habitual aire de autoridad y displicencia. El miedo se apoderó de Baham en cuanto él cerró las puertas y se encaminó hacia ella.
- No te levantes — le exigió mientras se sentaba en el trono de Selien.
Universo se quedó en silencio durante los siguientes minutos mientras observaba todo a su alrededor. Baham comprendió que él no tenía intenciones de hablar, asique ella lo hizo.
- ¿Ocurre algo, señor? — indagó. — ¿A qué se debe su visita?
- Sabes muy bien por qué estoy aquí, Baham — respondió él sin siquiera mirarla. — ¿Hasta cuándo más piensas no asistir a tus turnos?
- Puedo explicarlo.
- 72 horas — dijo. — Seis noches, seis turnos ausentes.
- Tuve un inconveniente, señor — trató de excusarse.
Universo golpeó su reposabrazos y se levantó bruscamente. Baham apenas notó cuando él la empezó a acorralar contra su respaldo.
- ¡No me importan tus inconvenientes, estrella inútil! — bramó. — ¡No hay excusa para tu incompetencia!
Intentó hablar, pero él la interrumpió. De pronto se sintió tan pequeña.
- Escúchame bien, Baham — ordenó. — No agotes mi paciencia. Si mañana no vas a tu turno, me veré obligado a tomar cartas en el asunto. Odiaría tener que hacer eso.
- Haré lo que usted me pide, señor — dijo mientras trataba de ocultar su miedo. — No se repetirá.
- Eso espero — masculló.
Lentamente se alejó de Baham y ella pudo recuperar el aliento. Universo arregló su traje, se volteó y se dirigió hacia la salida.
- No sé cuánto por cuanto tiempo planeas ampliar tu estadía en este palacio, pero te aconsejo a que no sea por mucho — añadió. — No perteneces aquí.
Baham palideció al escuchar esas palabras y Universo pareció notarlo.
- ¿Creíste que no me enteraría? — le preguntó. — Yo soy el universo, yo lo sé todo.
Las puertas emitieron un fuerte estruendo cuando él se marchó.
***
Baham despertó un par de horas antes del atardecer. Se preparó para su turno silenciosamente y luego bajó las escaleras para esperar a Selien, quien aparentemente seguía durmiendo.
Pasado un tiempo, el dios de la Luna bajó las escaleras y se encontró con ella.
- ¡Baham! — exclamó. — No esperaba verte despierta a estas horas, ¿Qué haces aquí?
- ¿No es obvio? Ya estoy lista para volver a mis turnos.
A Selien pareció no gustarle la idea, según la expresión en su rostro.
- No creo que sea prudente — dijo. — Aún no estás recuperada del todo.
- Selien, estoy mejor que nunca — aseguró. — Además, me aburre estar tanto tiempo sola sin tener qué hacer.
Selien la observó de pies a cabeza en busca de alguna señal de malestar.
- Déjame examinarte. Quiero asegurarme de que estés bien.
- ¿Es necesario?
- No te dejaré volver a tus turnos si no me dejas — respondió. — No quiero que te pase algo malo por mi culpa. No demoraré.
- Está bien — aceptó resignada.
Baham se sentó en el sofá más próximo, seguida por Selien.
- ¿Cómo van los rasguños del hombro? — preguntó. — ¿Puedo darles un vistazo?
La Estrella asintió.
- Ya cicatrizaron, eso es bueno — anunció. — En cambio, la herida en tu cabeza…
Cuando él tocó el área del golpe, Baham tuvo que morderse la lengua para no quejarse.
- ¿Sientes dolor?
- En absoluto — mintió.
Selien siguió con el chequeo durante los siguientes diez minutos. Cuando finalizó, sacó del botequín un frasco pequeño.
- Esto contiene un ungüento que te ayudará con la cicatrización — explicó. — Lamento no habértelo dado antes.