Atardecer en el Palacio del Sol

Capítulo 29: La Misión

Baham

En cuanto cerró las puertas de la biblioteca, Baham sintió como su respiración se aceleraba ligeramente. Los ojos le ardían y sus manos comenzaban a temblar. Rápidamente, se dirigió hacia uno de los túneles que conectaba con su habitación. Necesitaba llegar pronto.

Una vez allí, se dejó caer sobre su cama y pese a sus esfuerzos, pequeñas lágrimas comenzaron a caer sobre sus mejillas. No quería hacerlo, pero no pudo evitarlo. Iba a colapsar. Hubiese seguido si no hubiese sido por las súbitas y resonantes pisadas aproximándose por el pasillo. En seguida, secó sus lágrimas con la palma de sus manos.

- Lamento la demora, yo… — habló Ceres al entrar, mas se detuvo a sí misma luego de observar detenidamente a la Estrella. — ¿Baham?

- ¿Si?

- ¿Estás bien?

- ¿Por qué lo preguntas?

Antes de contestar, Ceres se concentró en observarla durante unos par de segundos más. Aquel tiempo se sintió como una eternidad. Baham se quedó muy quieta, tratando de aparentar que nada malo sucedía con ella.

- Baham… estás temblando.

Oh no…

Baham trató esconderse detrás de la máscara que usaba tan bien para ese tipo de situaciones, pero, cuando vio la expresión de lástima en el rostro de la diosa, se derrumbó.

- No estoy bien…

Ceres se acercó cautelosamente.

- Y ya me cansé de fingir que lo estoy — sollozó la Estrella.

De pronto, sintió cómo los brazos de Ceres la envolvían. Baham se aferró a aquel abrazo como si la vida le fuese en ello.

- No sé por qué me siento así — masculló. — Ni siquiera sé cómo llamar a estos sentimientos. ¿Celos? ¿apatía? ¿ansiedad? No sé qué sucede conmigo, pero ya no quiero sentirme de ésta manera.

Ceres se separó de ella y la observó nuevamente, secando una que otra lágrima que caía por su rostro.

- Esto es por Selien, ¿Cierto?

- ¿Tú que crees? — preguntó amargamente. — Pero admito que no es solo por él. También es por mí. Yo inicié esto.

- ¿Por qué lo dices?

- Vi cosas donde no las había. Pese a que sabía que los sentimientos de él hacia Helia eran muy distintos a los que tiene hacia mí, aun así, guardé esperanzas en que tal vez algún día él podría mirarme con otros ojos.

Ceres agachó la mirada y no habló por un buen rato.

- Muchas veces intenté alejarme, ¿Sabes? Pero me rompía el corazón verlo tan solo. Así que volvía a su lado. No podía dejarlo a su suerte en medio de mis hermanas y de Universo. Después de todo, somos amigos. Siempre hemos estado juntos. Desde que me enteré sobre el baile, las cosas han estado tensas por aquí. Quiero que sea feliz, pero no quiero que se meta en problemas. Creí que, si lo ayudaba a encontrar aquellas viejas hojas, se daría cuenta de lo complicada y peligrosa que es esta situación. Pero me equivoqué.

- Y ahora, ¿Qué piensas hacer?

- Buscar respuestas.

Aquellas palabras quedaron suspendidas en el aire hasta que Ceres comprendió lo que significaban.

- Es por eso que te ofreciste a ir con aquel dios…

- “Sólo aquellos cuyos acongojados corazones busquen respuestas, podrán visitarle” — repitió las palabras del viejo y deteriorado pergamino. — No sólo los ayudaré a ustedes, sino que a mí también.

- ¿No tienes miedo de ir?

- Mentiría si dijese que no. Pero es la única forma.

Ceres no hizo más preguntas. En cambio, le pidió un bolso para que juntas empacasen lo necesario para la misión. Tenían poco tiempo. La diosa insistió en empacar varios abrigos y comida, pese a que Baham le decía que sólo se iría por un par de horas. Sólo quedaba el mapa por empacar. Baham ni siquiera se había tomado el tiempo para verlo en detalle.

- Debes irte de aquí para el anochecer — indicó Ceres. — Faltan unas cinco horas para eso asique mientras tanto puedes descansar. Necesitarás todas tus fuerzas. Según el mapa, el hogar de aquel dios está a menos de una hora y media de aquí, en dirección al oeste.

Baham hizo una mueca ante aquel comentario.

- Bueno, — se incorporó la diosa — debo irme. Ya está todo listo.

- Gracias — habló Baham. — Por… escucharme. En verdad, lo necesitaba.

Ceres le dedicó una sonrisa torcida y luego se dirigió hacia la puerta, mas se detuvo a mitad de camino.

- ¿Puedo darte un consejo?

Baham, extrañada, asintió con un gesto.

- Deja de preocuparte por hacer felices a los demás, porque en el proceso puedes olvidar de cuidar de tu propia felicidad. No le debes nada a nadie.

Dicho esto, se marchó de la habitación.  

***

Apenas pudo dormir. No dejaba de pensar en las palabras de Ceres. Además, tenía miedo de quedarse dormida por demasiado tiempo. Se levantó de su cama y procuró dejar todo ordenado. Luego, cambió sus ropas por una túnica negra para camuflarse en la oscuridad de la noche, y recogió su cabello en una trenza.

Junto a la puerta, se hallaba todo lo que necesitaría para la misión: su bolso y el mapa.

Ya es hora.

Sin prisa, bajó las escaleras con la certeza de que no se encontraría a Selien. Él ya debía de haberse marchado. Había pensado en acompañarlo a los establos para despedirse, pero finalmente descartó la idea. No necesitaba distracciones.

Pronto, llegó al umbral de las puertas del palacio y las cruzó decididamente. A juzgar por la posición de la Luna y la ausencia del Sol, el anochecer ya había comenzado.

Perfecto.

Y así inició su misión. Se dirigió hacia el oeste, tal y como lo decía el mapa. Afortunadamente, sus hermanas no solían frecuentar aquella zona por lo que podría ir allí sin miedo a ser reconocida. Caminó varios kilómetros durante bastante tiempo. A sus espaldas, el Palacio de la Luna se veía diminuto, al igual que los Planetas.

Llegó tan lejos que llegó un punto en que a su alrededor no había ni un rastro de luz. Simplemente, estaba vagando a través de la noche absoluta.



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En el texto hay: mitologia griega, romance, enemiestolovers

Editado: 20.02.2024

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