Atardecer en el Palacio del Sol

Capítulo 33: El Baile de las Máscaras

Selien.

Selien se encontraba en su habitación paseándose de un lado a otro cuando Baham llamó a su puerta.

- ¿Cómo estás? — preguntó ella. — ¿Ya estás listo?

Faltaba menos de una hora para el atardecer y para la supuesta entrada de Selien al cielo nocturno. Sin embargo, aquella noche no asistiría a su viaje. Sobre su escritorio ya se encontraba el frasco vacío de la pócima que la diosa Hécate le había dado a Baham para él, que supuestamente le permitiría asistir al Baile de las Máscaras.

- La bebí hace unas horas, — respondió Selien mientras señalaba el frasco — pero no sé si ya habrá echo efecto.

- Pues yo te veo igual — respondió Baham, tajantemente.

Selien la observó durante unos segundos. Se veía tensa y algo distante.

- ¿Estás enfadada conmigo? — preguntó Selien.

El comentario pareció tomarla por sorpresa. Baham se acercó y se sentó en su lecho.

- No es eso, Sel — suspiró. — Sólo estoy preocupada. Preocupada de lo que podría pasar si alguien te descubre.

- Eso no sucederá — afirmó. Como no sabía qué más decir, cambió de tema. — ¿Irás esta noche al turno?

- No creo tener opción — se encogió de hombros. — Universo podría enterarse si falto.

- Lo dudo.

- ¿Por qué lo dices?

- Ceres me visitó esta mañana. Helia le envió un mensaje diciendo que Universo le había informado que estaría ausente esta noche. Dio a entender que estaría ocupado en su forma inmaterializada.

- ¿Y eso qué es?

- Sucede cuando deja su cuerpo en segundo plano, por así decirlo. Abandona su forma física — explicó. — Cuando Universo se encuentra así, tiene una visión más restrictiva. Es como si viese todo a través de una niebla. No tiene un conocimiento completo de lo que sucede a su alrededor.

Mientras le iba explicando, el rostro de Baham reflejaba cada vez más su profunda confusión.

- Entonces, ¿Estará en todos lados a la vez, observando todo y a todos, pero no podrá saber con exactitud lo que está viendo ni lo que está pasando en su propio Reino? — preguntó desconcertada.

- Básicamente, sí.

Baham no preguntó nada más. Se quedó pensativa mientras observaba el frasco vacío.

- Entonces, ¿Irás?

- No, no lo creo — se limitó a responder.

Selien se volteó y se dispuso a prepararse. Ya estaba vestido. Había optado por algo simple: un traje completamente negro y una túnica con toques plateados. Arregló su cabello y lo adornó con una diadema de laureles plateados. Pese a que usaría una máscara gran parte de la noche, aun así, decidió aplicar sombras brillantes alrededor de sus parpados. Cuando finalizó, tomó su máscara y cubrió su rostro.

- ¿Qué tal? — preguntó a la Estrella, quién seguía observando el frasco. — ¿Baham?

Ella se volteó al instante y lo observó durante un par de segundos.

- Radiante.

Bajaron juntos las escaleras hacia el recibidor, sin decir palabra alguna. Cuando Selien estaba a punto de abrir las puertas de pronto sintió como Baham lo tiraba de su mano bruscamente para estrecharlo en un profundo abrazo.

- Por favor, cuídate — pidió. Selien pareció notar como su voz se transformaba en un sollozo. — Y vuelve pronto.

Selien le correspondió el gesto. Cuando se separaron, Baham tenía los ojos enrojecidos.

- Volveré pronto — prometió.

***

Pese a que nunca había ido, Selien sabía perfectamente cómo llegar al Palacio del Sol. Al salir del suyo propio, subió la capucha de su túnica para no llamar la atención de las pocas Estrellas que ya estaban tomando posición.

En tanto se alejaba del palacio, la claridad del día se iba desvaneciendo cada vez más. Era cuestión de tiempo para que la Luna se uniera a la noche. Cuando el último rayo de Sol alumbró la Tierra, Selien se percató de algo que lo dejó sin habla. Desde el Palacio de la Luna salió su carro lunar, dirigido por alguien que lucía exactamente igual a él. Era como un espejismo, una ilusión que resultó lo suficientemente convincente como para no despertar sospechas. Fue tal el asombro de Selien que tuvo que obligarse a apartar la mirada y a seguir su camino, con tal de no quedarse horas observando a su otro yo.

***

Caminó durante mucho tiempo. Selien se preguntaba cuanto había pasado desde que había salido de su palacio. Lo único que sabía era que con cada paso que daba, el Palacio del Sol estaba más cerca.

Cuando por fin llegó, dedujo que el baile ya debía de haber comenzado hace un par de horas. Aún desde la entrada, podía oír las risas y la música proveniente del Gran Salón. Iba subiendo las escaleras cuando el llamado de un guardia captó su atención.

- Señor, — dijo el guardia — sea bienvenido al Palacio del Sol. Si no hay problema, requiero de su invitación para darle acceso al evento.

- Oh, por supuesto — respondió Selien, rebuscando entre los bolsillos de su traje. Mientras lo hacía, podía sentir los ojos grises del guardia escudriñándolo. Le extendió la invitación. — Aquí está.

Antes de recibirla, el guardia observó a sus espaldas y luego a Selien. Acortó la distancia y susurró.

- ¿Es usted, cierto? — lo miró con ojos cautelosos. — El Dios de la Luna.

¿Quién es este guardia? ¿Cómo sabe quién soy?

Selien asintió.

- Mi nombre es Elden, Señor — dijo el guardia mientras hacía una leve reverencia. — Por favor, entre y siga por el vestíbulo. Busque a mi hermano Sander. Él le dirá que hacer.

Selien obedeció. En el vestíbulo no se encontraba absolutamente nadie, salvo los guardias. A lo lejos, rápidamente observó a un guardia de cabello blanco, idéntico al anterior. El guardia captó su mirada y se dirigió a su encuentro.

- Señor — saludó, inclinando la cabeza.

- Supongo que tu debes de ser Sander — habló el dios. — Tu hermano dijo que te buscara.



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En el texto hay: mitologia griega, romance, enemiestolovers

Editado: 20.02.2024

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