Atardecer en el Palacio del Sol

Capítulo 41: Lealtad

Ceres.

Despertó en la madrugada, horas antes del amanecer. En realidad, no había estado durmiendo, no del todo. Llevaba días sin dormir bien. Era inútil, el diván era demasiado incómodo.

Se quedó mirando el techo durante unos minutos. Sería un día largo, al igual que los últimos días y probablemente igual que los próximos. Suspiró, y desvió su mirada hacia Mercurio.

Mercurio.

Había despertado. Los días que había estado inconsciente habían sido una tortura, como si no pudiese respirar. Entre la fiebre que no cesaba, la culpa, la presión de Marte sobre ella, los efectos de la abrina y los problemas que debía cubrir en la Tierra, Ceres no había tenido descanso alguno.

El día anterior, luego de la discusión, tuvo que volver a la Tierra. Desde el incidente del Palacio del Sol, debido a la ausencia de Selien, Helia debía extender la duración de sus viajes, por lo menos hasta que la solución temporal de Universo surgiese efecto. Ésta consistía en que la Luna se dirigiese por el cielo nocturno de manera automática, sin necesidad de un jinete. A opinión de Ceres, esto no ayudaba en absoluto. Las mareas estaban descontroladas, los pescadores no lograban pescar, incluso terminaban muriendo ahogados en el intento.

Mientras tanto, las altas temperaturas estaban ocasionando incendios forestales en distintas partes del mundo, por lo que Ceres debía de reforzar la resistencia de la vegetación del sector afectado para evitar pérdidas totales.

En los últimos cuatro días habían ocurrido diez incendios. Hoy, probablemente, la cifra aumentaría. Suspiró nuevamente.

Cuando acabó de cubrir el último incendio, ya era tarde para ir con Helia a avisarle sobre Mercurio. Volvió al Palacio de la Primavera, exhausta, para enfrentarse nuevamente con el Dios de los Viajeros. La pregunta de la abrina la había tomado desprevenida. Pese a que él tenía el derecho de saber qué era, Ceres evitó la pregunta. Le respondería en otro momento, eventualmente.

Se rindió con poder dormir, por lo que optó por ir a ver a Helia antes de que ésta se marchase a iniciar su viaje.

Luego de una breve ducha, se dispuso a dirigirse al Palacio del Sol, no sin antes verificar que Mercurio se encontrase bien. Tocó su frente, despacio para no despertarlo. No tenía fiebre. Suspiró, aliviada.

En cuanto llegó al palacio de Helia, se dirigió directamente a su habitación. En un inicio, se le hizo de extrañar la falta de guardias en la entrada, en el recibidor, en los rincones de cada pasillo…

Cuando llegó, se percató que Helia estaba despierta. Entró sin llamar a la puerta. Ella se encontraba junto a su ventana, con la mirada perdida en el oscuro horizonte del cielo nocturno.

- ¿Ceres? — preguntó con los ojos muy abiertos por su inesperada visita. — ¿Qué haces aquí?

- Despertó — En cuanto las palabras salieron de su boca, sintió como un nudo se formaba en su garganta, sus ojos comenzaron a arder. Por fin podía respirar — Despertó.

Helia corrió a su encuentro y la rodeó en un abrazo.

***

- Odio sentirme tan emocional — confesó.

- Es normal, Ceres — habló la diosa mientras le extendía una copa de agua. — Hemos pasado por demasiadas emociones en los últimos días.

Ceres contempló la figura que la observaba desde su copa, apenas reconociéndola. Estaba claro que su cansancio no era meramente emocional, sino que también se estaba manifestando en su físico.

- ¿Qué vamos a hacer, Helia? No podemos seguir así, no por mucho tiempo.

La diosa suspiró, se veía nerviosa de lo que iba a decir.

- Pude comunicarme con los gemelos — soltó. — Logré enviarles una carta.

- ¿Qué?

- Acordamos que ayudarán a liberar a Selien y a Baham, pero debemos esperar — explicó.

- ¿Esperar qué?

- Una distracción — concluyó. — Según ellos, Universo está perdiendo los cabales con cada hora que pasa. Lo han sorprendido vagando por su palacio a altas horas de la noche, hablando solo, incluso lo han escuchado sollozar...

Ceres no podía imaginar a Universo en ese estado. Decir algo así era prácticamente una blasfemia, una difamación.

- ¿Y luego qué? — inquirió. — Si Universo está tan inestable como dicen los gemelos, ¿Qué podemos esperar de lo que hará cuando se entere que Selien escapó?

- Necesitaremos toda la ayuda posible para contener a Universo.

Ayuda. Hécate.

- Tengo una idea.

***

- ¿A dónde vas? — habló Helia, mientras intentaba seguirle el paso por las escaleras. — ¿Por qué no me contaste sobre estas diosas antes?

- Si te soy sincera, me había olvidado de su existencia — reconoció. — Además, Baham no nos contó mucho sobre ellas.

- ¿Y crees que nos podrían ayudar?

- Ya lo hicieron una vez…

Cuando llegaron al final de las escaleras, Helia guardó silencio por unos minutos, pensativa. Ella tampoco lo estaba pasando bien. Necesitaban tomar cartas en el asunto, sin la necesidad de llegar a una guerra, como había sugerido Neptuno en caso de que los Dioses Mayores no la escucharan y decidieran unirse a Universo.

- Sé cómo llegar hasta ellas — Ceres estrechó su mano para reconfortarla. — Si parto ahora, todo volverá a la normalidad, lo antes posible. Solo tengo que escabullirme en el Palacio de la Luna y recoger el mapa que utilizó Baham.

- ¿Mapa? — Helia soltó su mano. — Ceres, podría ser peligroso.

- ¿Tenemos otra opción? — se encogió de hombros.

Helia volvió a guardar silencio hasta que la estrechó nuevamente en un abrazo.

- Solo, ve con cuidado.

***

Llegar al Palacio de la Luna no fue complicado, ya lo había hecho antes.

En cuanto llegó, se dirigió a la habitación de Baham, que, para su sorpresa, no estaba vacía. Sentada sobre la cama se encontraba una de sus hermanas, advirtió. Diosa y Estrella se observaron mutuamente, sorprendidas, hasta que la Estrella desvió la mirada para hacer una pequeña reverencia.



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En el texto hay: mitologia griega, romance, enemiestolovers

Editado: 20.02.2024

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