En el día entero que había estado prisionera descubrió que la iban a matar de una forma que ahora no recordaba su nombre por asesinar a uno de los suyos, también que estaba en medio de una guerra... que palabra que odiaba, y todo lo que conllevaba eso.
Su mirada estaba en blanco, centrada en el movimiento del lugar, el hombre que le habló al principio era un traidor, ¿cómo lo supo?, bueno, no lo sabía, pero lo presentía, y lo iba a comprobar.
-Traidor.- susurró lo suficientemente fuerte para que la escuchara, notó como sonreía disimuladamente.-te hablo a ti.- luego de eso pudo conseguir la atención del hombre con una sonrisa burlona, que no tardó en responderle con otra igual.
-¿Cómo llegaste a esa conclusión? Solo te dí una manzana.- preguntó acercándose y sentándose justo al frente.
-¿Por qué hablas dos idiomas?.- parecía una pregunta ridícula, para la época en la que vivía, pero ya no estaba ahí.
-¿Por qué no podría?.-
-Nunca dije que no podías.-
-Pero...-
-Me parece un poco... particular.- no iba a llegar a nada, así que debería empezar a acelerar a lo que quería llegar.-¿Cómo aprendiste?.-
-Me enseñó un prisionero.-
-Dime... ¿por qué era prisionero alguien que hablaba su mismo idioma?.- se estaba acercando, lo veía en su rostro.
-Traición.- respondió en seco, con expresión seria.
-¿Por qué un traidor te enseñó a hablar su idioma natal?.- lo estaba acorralando cada vez más.-¿Por qué hablas con los prisioneros?, ¿por qué me diste una manzana?,¿por qué estás en este mismo lugar desde que llegué y no te moviste?, ¿Acaso esperas a alguien? T-r-a-i-d-o-r.- cuando termino de hacer todas esas preguntas que se le venían a la cabeza una mano tapo su boca.
-Esta bien, esta bien.- dijo mirando a su alrededor.-¿Que quieres?.- preguntó, Magda lo miro con los ojos increíblemente abiertos y señaló con su mirada la soga que la ataba de cuello y manos.-No te puedo liberar.- luego de pensar unos segundos, remató.-de todas formas, no puedes acusarme, no te entenderían.- saco su mano de la boca de ella.
Magda lo miro con duda, luego miro el cielo, tenía razón, pero, debía buscar otra forma.
-Si me salvas, podrías contrarrestar el peso de la muerte de tu gente en este lugar.- comenzó a decir con una mirada en nada.-estás aquí para llevar información y mantenerte al margen, pero viste pasar muchas personas de tu tierra por aquí, viste como tu enemigo mataba a tu gente, pero no pudiste hacer nada, tuviste oportunidades de salvar a alguien, no las aprovechaste, y eso, te hace un fracaso como guerrero, compañero y humano.- sentenció.
El hombre quedó pensativo unos segundos, pudo ver la tristeza a través de sus ojos, lo entendía, entendía ese sentimiento, pero iba a indagar todavía más para que la liberen, no iba a morir, no iba a dejar que la maten, y si él la libera, nunca va a dejar que nada le pase.
-En unas horas hay una fiesta por los sacrificios para la guerra, cuando todos estén lejos de este lugar, vendré por ti y nos iremos a la ciudad, es un viaje largo y puede que nos persigan.- dijo antes de irse, nunca en su vida sintió tanto alivio como en ese momento.
Y como dijo, a las horas la liberó y la llevó por un camino muy oscuro, lleno de obstáculos, hasta salir a otro más marcado.
Había claro de luna, el cielo se veía tan hermoso, se notaban algunas constelaciones, era algo fascinante para ella, nunca había presenciado un cielo tan estrellado y lleno de colores ni siquiera en los lugares mas lejos de las grandes ciudades, hasta ese momento, no había notado como el humano rompía todo a su paso, incluso algo tan lejano como el cielo.
Miro al hombre que la acompañaba, era joven, debía tener aproximadamente unos veinticuatro años, no más, y era alto, lo suficiente para sacarle media cabeza, y eso era mucho teniendo en cuenta su estatura. Pensar en eso la hizo recordar las pequeñas bromas de su padre y amigos sobre su tamaño.
Y obviamente comenzó a recordar su pasado.
Su padre y su madre eran militares, pero cuando dejaron el frente comenzaron a traficar armas, meterse en guerras que no tenían nada que ver, pero el dinero los movía, y de ahí salía ella, entrenada desde pequeña en todo lo que tenía que ver con el ambiente bélico, armas, artes marciales, sobrevivencia, valores que iban un poco en contra del común denominador, pero sin todo eso, no hubiese sobrevivido en ese tiempo.
-Que ropa más rara, ¿de dónde eres?.- le preguntó él.
Tenía razón, no sabía como vestían las mujeres, pero estaba segura que no un pantalón militar, musculosa negra, chaleco camuflado con algunos bolsillos y borcegos, seguro parecía un bicho raro, pero, centrándose en la pregunta, ¿qué iba a responder?.
-Yo no soy de ningún lado.- la respuesta dejo impresionado a su compañero, ¿pero que más podía decir?.-¿Como es tu nombre?.- preguntó para cambiar de tema radicalmente.
-Erik, ¿y el tuyo?.-
-Magdalena, pero puedes decirme Magda.- se rió.-¿Cuál es la gracia?.- lo miro como si la respuesta decidía si vivía o no.
-Solo es un nombre poco común.- respondió en su defensa, pero un ruido los alertó.-Ten.- le extendió un puñal.-Ya mataste a uno, no creo que tengas problemas con otro.- Magda lo miro impactada.
-Pero.- trato de seguir, pero la interrumpió.
-No le tengas la piedad que ellos no tendrán contigo.- esa frase le puso la piel de gallina, su padre solía decírselo.
Y de un momento a otro, un pequeño grupo de cinco hombres salieron de entre los arbustos, parecían enojados, no, lo estaban.
Se abalanzaron a ellos con las hachas arriba, Magda deseaba tener un arma de fuego en ese momento y ahorrarse la pelea, porque si, era capaz de matar a sangre fría aunque no sea fan de hacerlo.
Ambos comenzaron a defenderse y el primero en bajar a uno fue Erik, seguido de Magda que en un rápido movimiento de manos pudo llegar al pecho de otro de ellos y enterrar el puñal justo en el medio. La adrenalina no dejaba que piense con claridad, incluso la cegó para pelear, no sentía absolutamente nada.
Al terminar miro el suelo, a penas se veían los cadáveres, el olor a sangre era impresionante.
-Vamos a pasar la noche en una posada que esta cerca de aquí, no es seguro seguir caminando a estas horas y arriesgarnos a otro ataque.- él comenzó a caminar y ella lo siguió.
Tenía razón, era de noche y fue difícil con cinco, no se imaginaba que serían si fuesen diez o más, no viviría para contarlo.