Atemporal: encuentro con el pasado.

XIX

Magda y Nuria hablaron mucho, sobre todo lo que había pasado, como afrontaron las cosas que les estaban pasando, pero ahora había algo más importante, cosa por la que deberían estar más unidas que nunca.

 -¿Qué me quería mostrar el hombre ese?.- preguntó Magda levantándose de una silla y acercándose a una ventana.

 -No lo sé.- respondió Nuria, Magda la miró con una ceja levantada, pero sabía que no le estaba mintiendo.

 Magda miraba atentamente a la ventana, le llamó la atención la cantidad de hombres peleando entre ellos.

 Notó enseguida los movimientos lentos provocados por el exceso de peso, el agotamiento por la misma razón, pero lo más importante, les faltaba alguien que les dijera qué hacer.

 -Respecto a la guerra que perdieron, ¿cuántos volvieron?.- preguntó sin quitar la vista del cristal.

 La cara de Nuria tomó un color pálido y entristeció al oír la pregunta.

 -Pocos, muy pocos.-

-Creo que sé por qué.- dijo retirándose del lugar, bajo la atenta mirada de su mejor amiga, que reaccionó instantáneamente y se levantó para seguirla.

  Magda cuando tenía una idea no tardaba en comenzarla, era impaciente, era ahora o nunca.

  Nadie puede saber exactamente que pasa por su cabeza, eso Nuria lo sabía muy bien, pero algo que siempre le llamó la atención fue su sentido de ubicación, nunca se perdía, con ver el camino una sola vez ya podía ubicarse.

 Eso lo demostraba en ese momento, no había pasado un día en ese enorme lugar y ya sabía como salir, se movía como si fuese su propia casa.

 De camino se cruzaron a Sir Mateo que sin decir nada, decidió seguir a Magda y Nuria, comunicándose con la última con gestos.

  Magda llegó a ese enorme campo y los vio más de cerca, negó con la cabeza, semejantes hombres derrochados en fuerza bruta sin estrategias.

 Se acercó a uno de ellos, parecía que él tenía el mando, o algo así.

 La miraron todos fijamente y confundidos.

 -¿Puedo?.- dijo señalando la enorme espada que el hombre tenía a su lado. Con una sonrisa cínica asintió.

 Magda la reconoció enseguida, una gran espada de batalla, por lo general este tipo de arma blanca no eran menores a un metro y medio o dos de altura, y siempre pasaban de dos kilos y medio, podían pesar hasta cinco, ésta era una de esas.

 La ligereza con la que la tomó sorprendió a los hombres, y su mirada crítica se dirigió hacia la ropa que tenían puesta.

 Tenían potencial, si le quitaban un poco de peso esos hombres serían sobrehumanos.

 -¿Qué era antes de venir aquí?.- preguntó Mateo en voz baja a Nuria.

   La pregunta la impresionó, ese hombre si sabía leer a la gente.

 -Mercenaria, podría decirse.- si, un trabajo terrible para alguien tan joven, pero es la vida que le tocó.

 Magda tomó algunas partes de la ropa, eran pesadas.

 -¿Algo que le llame la atención?.- preguntó un hombre detrás del que ella tenía enfrente.

 -Si peleasen con algo más ligero, y con un entrenamiento menos bruto y más centrados, tendrían mucho potencial.- todos la miraron atónitos.

 -¿Quieres pelear conmigo para comprobarlo? pequeña.- volvió a preguntar el mismo hombre, ella lo miró desafiante para dar una respuesta positiva, esos simios no le llegaban ni a los talones.

 Ambos se pararon enfrentados, todos los miraban asombrados, y algunos, saliendo de cualquier expectativa apoyaban a Magda.

 Nuria susurró al oído de Mateo.-prepare una sala para atender a ese hombre.- 

  Obviamente el ermitaño estaba ansioso por la pelea y ver el potencial.

 Llegaron Luciano y Erick, que tomó su cara al ver quién estaba en la pelea, -esa mujer no tiene remedio- dijo para sus adentros.

 Magda optó por una guardia de boxeo, sus piernas separas, la izquierda adelante, la derecha atrás, su mano izquierda estaba cerca de la cadera del lado derecho cruzando su pecho y estómago y su mano derecha justo debajo del mentón.

 Su contrincante, solo puso sus manos en puños cerca de su cara, pero sus codos dejaban libres la parte del tronco.

 Ella comenzó a moverse, tratando de marearlo un poco, fue la primera en atacar con un jab e inclinando un poco la cabeza para que cualquier golpe no le llegase, el hombre reaccionó rápido para su sorpresa, y quiso acercarse para devolver el ataque con un recto.

 Lo esquivo pasando su hombro izquierdo debajo del golpe e impactando nuevamente con un jab en la boca del estómago, el golpe lo atoró, aprovechó para volver con un gancho derecho al bazo y finalizar con un uppercut.

 Fue una victoria rápida, e inesperada para algunos.

 El hombre quedó sin aire en el piso y con los músculos completamente duros debido al noqueo.



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En el texto hay: historia, dimensiones, cuantico

Editado: 31.03.2019

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