Atlantis: Guerra del Imperio Perdido.

6

Entramos en silencio de nuevo en aquel templo. Cerré la puerta con extremo cuidado para no hacer ningún ruido, pero esto fue en vano al querer Ashanti quererme ayudar, pues no midió su fuerza y sonó un gran estruendo.

—Shh, nos van a escuchar — la miré alarmada cuando vi una sombra por uno de los pasillos.

La tomé por el codo y comencé a caminar hasta escondernos detrás de las paredes de una cascada hasta que vi a Kashekim pasar. Trague saliva y solté un suspiro de alivio cuando lo vi alejarse hacia la otra ala de la pirámide.

Salimos del escondite y escuché una pequeña disculpa por parte de la morena.

—Iré a mi habitación — me avisó — ¿vienes?

Negué.

—Te alcanzó en unos minutos, tengo que hacer algo — le sonreí y ella nada más asintió antes de dar la media vuelta e irse.

Comencé a caminar por los pasillos observando con más detalle las cosas. Cuando recién llegue no había podido tener esa oportunidad de apreciarlo todo. Las paredes estaban llenas de símbolos extraños que no entendía y parecía ser otro idioma.

Cuando ya llevaba un rato de camino, caí en cuenta de que estaba yendo en la dirección en la que se fue el Rey. Las cosas fueron cambiando poco a poco hasta que me vi rodeada por pasillos de cristal. Caminé con mucho cuidado, sentía que me escucharían o rompería algo en tan solo un segundo.
 

A lo lejos vi a Kashekim meterse a una sala. Sabía que de ahí no podía seguirlo y no tendía por qué sentía tanta curiosidad de ir tras esa puerta.

Me meteré en serios problemas por esto.

Di pasos cuidadosos y silenciosos hasta llegar a por donde el había entrado. La puerta estaba entre abierta y pude observar cómo se metía en otra puerta de esta sala. Solté un suspiro y lo seguí. Dejé la entrada tal cual él la había dejado y me adentre por la otra puerta que había cerrado. Un pasillo lleno de oscuridad me rodeo ahora. Coloqué una mano en la pared y me dejé guiar por esta.

A lo lejos se vio una luz. Temí acercarme a ella, pero mis pies seguían caminando por si solos.

Otra puerta, un muro, era oscuro, como de un cristal ahumado. Del otro lado la luz destellaba y se veía la silueta del Rey de rodillas.

—Son ellos... — se escuchó hablar al más viejo.

—Lo se, son a ellos a quienes vi. Tienes que descubrir quién es él o la sobrante en este equipo... y tenemos que saber su propósito y verdadera capacidad o si solo nos estorbará en esto — habló la voz de una mujer. Se escuchaba muy angelical.

—Nada de esto hubiera sucedió si yo no...

—Kashekim, basta. Eso no fue tu culpa, fue sabia tu decisión de querer ayudar a los humanos a alcanzar su punto máximo. Ellos fueron quienes decidieron utilizar los recursos que repartiste como armas de guerra.

—Hubiera recuperado las cosas que deje si el portal no se hubiese cerrado en esos años.

—Tu sabes que las brujas de la tierra también tienen grandes habilidades, ellas son las pocas que alcanzan ese nivel de espiritualidad que el humano promedio lo alcanza.

—Me prohibieron el paso a su mundo. Y ahora gracias a eso esta por estallar otra guerra mundial. Tenemos que protegernos y salvarlos a ellos. Esta vez no podrán levantarse, lo se. Los he observado antes. El hombre es rencoroso y avaricioso, se destruirán entre ellos nada más por poder.

—No tienes que repetirme cosas que ya me sé, Kashekim. Ponlos a prueba, a ellos, a los portadores. Se que ellos si lograrán salvar a la humanidad, no como nosotros con Neskar...

—Hicimos todo lo que pudimos, Encara. Tampoco te martirices por eso.

—Es inevitable no sentirme mal conmigo misma... no logre salvar a mi planeta, pero se que ustedes lo lograrán con el suyo.

¿Neskar? ¿Otro planeta? ¿Salvar a la humanidad? ¿Esto realmente es un libro de fantasía?

Fruncí el ceño mientras los seguía escuchando. Era increíble, había mas vida de la que conocemos en la galaxia y seres mejores a los de la Tierra.

Sentí como alguien me colocaba una mano sobre el hombro e iba a soltar un gritito cuando me pusieron una mano en la boca y me giraron. Encontrándome con Landon.

—¿Qué haces aquí? — me susurró bajo y con tono enojado.

—No lo sé, no se ni como llegue — lo miré mal mientras quitaba su mano de mi boca.

—Nadie se puede enterar de que estás aquí. Es el lado prohibido.

—Pues nunca nos lo dijeron.

—Porque no se creyó necesario o que a alguien se le ocurriría venir — me tomó fuertemente de la muñeca y me comenzó a llevar por todo el pasillo hasta que salimos a otra área del templo.

—Suéltame, animal. Me estás lastimando — me quejé en voz alta ya y zafé mi mano de su agarre.

—¿En serio te quejas de eso? ¿Y se supone que tú vas a salvarnos a todos? — le di una mala mirada.

—Pues no es algo que yo haya pedido, pero si ¿algún problema? — le alce la ceja.

Al ver que no contesto nada me di la media vuelta y continué caminando en busca de las habitaciones.

—Espérate ¿a dónde vas? — sentí como me siguió.

—No lo se, a dormir tal vez y después a buscar la manera de salir de aquí — conteste con indiferencia encogiéndome de hombros.

Se me hacía muy extraño todo esto. Hasta hace unas horas o días, no se cuanto tiempo haya pasado. Era muy diferente. Y yo, no iba a estar aguantando gente como él.

Subí de prisa las escaleras y encontré la habitación. El rubio intentó entrar al cuarto, pero se lo impedí cerrándole la puerta en la cara.

—Anastasia, ábreme — sentí como tocó la puerta.

No contesté nada. Sabía que estaba siendo un poco infantil, pero no había necesidad de tratarme así. Miré mi muñeca y vi la pequeña marca roja ¿cuál había sido el problema? ¿Por qué esa ala estaba prohibida?

Al poco tiempo escuché que dejo de insistir. Me cambié con lo que había en el armario. Era... algo raro todo esto ¿acaso no les da frío aquí? Tomé el crop top y la falda a la cintura de color blanco.




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