Atormentado deseo

6

Diabólicas llamas

Kristián dejó caer la barra sin percatarse y desesperada por sentirlo más cerca, se aferró a su cuello pegándose más, respondiendo a ese roce brutal, animal, casi violento. La mano libre de Cristóbal bajó hasta su cadera, para de inmediato buscar su trasero y acercar su pequeño cuerpo a su dolorosa excitación. Sí, ella era la responsable, ella debía saberlo. La chica respondió soltando un jadeo de aceptación. Un segundo después la elevó de un solo movimiento y continuó besándola, dejando salir al fin todo lo contenido por semanas, esa adrenalina deseada, esa marea de placer que sabía que lo quemaría, pero que no importaba; no cuando sentía sus piernas rodeando su cintura, sus labios suaves respondiendo salvajemente a sus arremetidas, cuando podía sentir su temperatura subir a un ritmo vertiginoso.

Respirar fue casi imposible, un reto para ambos, sin embargo, ninguno despegaba su boca. Avanzó con ella a cuestas deteniéndose en cualquier muro que se atravesaba para tocarla un poco más, para despeinar su cabellera, para sentir sus pequeñas manos viajar por todo su rostro, su aliento fresco deliciosamente achocolatado clavarse hasta el centro de su garganta. Gemidos, jadeos, placer, era lo único de lo que ambos eran conscientes. No, ya no podía ni quería pensar, necesitaba sentirla, hundirse de una maldita vez en su ser.

La cama en su espalda no logró espabilarla, necesitaba de él, necesitaba sentirlo, olerlo, perderse en su hombría, en las miles de cosas que despertaba en su interior. Se sentía caliente, desesperada. Fluidos iban y venían, crecía una dolorosa ansiedad en el vientre por sentirlo unido a ella de esa manera en la que solo un hombre puede hacerlo con una mujer. Cristóbal se quitó la camisa y subió la de ella con habilidad. Sus respiraciones era lo único que se escuchaba.

Ardientes miradas, caricias eléctricas. El toparse con ese sostén oscuro lo puso aún peor, ella sonrió satisfecha buscando de nuevo sus labios. Si le hubiesen pedido realizar una simple suma, Cristóbal no lo habría ni intentado y es que Dios, su piel suave, trigueña, firme aunado a esos minúsculos, pero adorables senos encerrados, enjaulados lo pusieron mal, tan mal, que un gruñido repleto de aceptación apareció por su garganta, aferró su cabello y la hizo hacia atrás mientras Kristián sujetaba con rudeza su ancha espalda. Sus labios probaron su quijada, su mentón, sus pómulos y su lóbulo mientras rodaban sobre la cama, conociéndose.

El turno de ella llegó y con perversa delicia lamió la comisura de su boca, de su barba incipiente. Cristóbal, sin conciencia, dejó que sus dedos desabrocharan el sostén. Se lo quitó sin miramientos. La chica se encontraba a horcajadas sobre él. Al ver sus redondos pechos, perdió toda proporción, la tomó por la cintura como si se aferrara a una tabla de salvación y los probó logrando que se arqueara magistralmente al sentir sus labios succionando, torturando y humedeciendo sus montículos.

—Cristóbal —musitó tan bajito que parecía que había sido el aire. De un movimiento la colocó de nuevo bajo su cuerpo, desabotonó su pantalón y se lo quitó rápidamente mientras Kristián intentaba hacer lo mismo con el suyo. Pronto quedaron completamente expuestos, pero eso no sirvió para detenerse, al contrario, se aniquilaron con mirada llena de asesina ansiedad. Sin perder tiempo se protegió sin parar de tocarla, averiguando si su interior estaba listo. Al sentir sus dedos hundirse sin permiso, sin delicadeza, con loca pasión, se arqueó aún más sobre la superficie. —Dios —murmuró dejando salir un grito al tiempo que aferraba las sabanas, echaba su barbilla hacia atrás y sentía su cuerpo derretirse con aquella invasora exploración. Qué era todo eso.

Un segundo después fue consciente de su cercanía y enseguida lo sintió entrar a su cuerpo, sin control, sin suavidad. De nuevo un grito lleno de asombro brotó de su boca al ser consciente de lo bien que se sentía al fin tenerlo así, unido a ella.

Cristóbal se sentía poseído por un ser primitivo y es que verla así lo ponía peor. La joven buscó su boca, la besó de inmediato mientras iba y venía con movimientos fuertes en ese apretado y húmedo lugar del que no deseaba salir jamás. Fuerte, sin piedad, se enterró con mayor frenesí, dejando salir sonidos guturales.

El sudor los cubría, el placer los perdía, las sensaciones los trastornaban.

Kristián los hizo girar, de inmediato se sentó y continuó sus embestidas recias, urgentes, besando su cuello, mientras ella, perdida, se dejaba llevar aferrada a sus hombros sintiendo que si no lo hacía caería sin más.

De pronto, casi sin poder dar crédito, miles de terminaciones explotaron entre los dos. El grito de la mujer con la cual experimentaba un placer indescriptible le hizo saber que ambos estaban llegando. Cada vez más fuerte, más duro, más rápido y de repente un beso lleno de delirio para enseguida sentir que la fuerza los abandonaba.

Un segundo más continuaron así, consumidos, satisfechos. Se separaron apenas si lo necesario respirando como dos locomotoras a toda presión, se miraron fijamente recuperando poco a poco la cordura, comprendiendo lo que ahí había ocurrido, siendo conscientes del error que acababan de cometer. Cristóbal negó cambiando su expresión de placer por una de rabia.

—Debo… —su tono gélido regresó.

La joven asintió un tanto perdida y se hizo a un lado, nerviosa. Un segundo después él desapareció en el baño. Observó la puerta atónita, impresionada, conmocionada. Se llevó las manos al rostro sacudiendo la cabeza. Era una idiota, ¿qué carajos había hecho?

—¡Agh! —Se levantó, buscó su ropa esparcida por toda la habitación. Se vistió sin perder el tiempo, se alisó el cabello, respiró varias veces esperando nerviosa que él saliera de ahí en cualquier momento y la situación se tornara tan incómoda como irreal.

No, no debió ocurrir, no debió dejarse llevar. ¿Qué acaso era una adolescente, una estúpida? Ese hombre era su jefe. Maldita sea, cómo pudo ocurrir algo así. Se sentía molesta consigo misma sin poder dejar de sentir aún su piel tensa, sus músculos duros, su ser clavado entre sus piernas.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 16.12.2019

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