Skyler:
—Skyler, se te hace tarde para ir a la escuela. Tienes un trato con Luke —me recordó Ryan, pero lo ignoré y permanecí con los párpados cerrados—. Sky… No me obligues a sacarte de la cama.
—No tengo ganas de ir... —murmuré con la boca pegada a la almohada.
—No puedes faltar el segundo día de clases.
—¿Por qué no? No tiene nada de malo.
—No seas vaga.
—No lo soy. Al menos, déjame dormir cinco minutos más. Ya me levanto.
—No, no, no. Cinco minutos, para ti son media hora más. Y por si no sabes la hora que es, te lo digo: seis y veinticinco. Ahora y veintiséis.
Abrí los ojos y lo fulminé con la mirada.
—Entonces déjame cuatro minutos.
—Skyler, no creo que quieras que te haga pasar vergüenza otra vez —se metió Luke en el cuarto.
—No molestes, es temprano —pedí, y coloqué mi cara sobre mi preciada almohada otra vez.
—Si no te levantas por las buenas, lo harás por las malas —advirtió, pero volví a ignorar a mi hermano—. Será por las malas, entonces.
Escuché pasos alejados y me dispuse a abrir los párpados. Los gemelos ya no estaban en el cuarto, y presentía que me iban a hacer algo que no me iba a gustar. Intenté levantarme de la cama, pero me rendí en el intento.
—Qué va, disfrutaré los cuatro minutos que quedan —musité para mí misma.
Anoche había tenido una pesadilla que provocó que despertara gritando. La sensación que mi cuerpo llevaba era muy fea. Sentía que lo que había vivido en mi subconsciente había sido muy real. Mis hermanos y mi tía entraron a ver qué me pasada, y cuando me vieron estaba sentada en la cama y con lágrimas en los ojos.
El mal sueño me dejó sin poder dormir un largo rato, y no sabía por qué. Cuando me levanté a los gritos no recordaba nada, pero algo en mi garganta me decía que debía pedir auxilio.
Era super raro, y yo lo sabía.
La mirada de mis familiares pareció ser cómplice, como si supieran algo, pero le resté atención cuando me dijeron que me quedara tranquila, que por más que no lo recordara no cambiaba el hecho de que era un sueño. Me sentí mejor después de que mis hermanos depositaron un beso en mi cabeza. Sentía más confianza en ellos que en mi tía. Sabía que era hermana de mamá, y la quería mucho, pero Luke y Ryan eran más cercanos a mí que nadie en la tierra.
Escuché pasos cercanos a mi habitación. La madera del pasillo hacía estruendos muy molestos.
—Skyler, tienes una última oportunidad. Deberías aprovecharla.
—¿Por qué no entiendes que tengo sueño, Ryan?
—¿Por qué no entiendes que, a pesar del sueño, tienes que ir a estudiar? Si vienes con las excusa de que tienes sueño y te dejamos faltar por eso, no irías nunca más al colegio. No seas vaga, y levántate. Anda.
—Los odio —pronuncié.
—¿Oíste eso, Ryan? Dijo que nos odia.
Aquí íbamos...
—¿Qué haremos con ella? —preguntó Ryan.
—Le quitaremos la última oportunidad que le dimos y concurrimos a lo planeado. ¿Te parece?
—No me jo… —intenté quejarme, pero ya era tarde. Sentí caer un líquido espeso sobre mi cabello y me levanté algo apurada. Por el olor, sabía que no me habían echado agua. Eso era otra cosa.
Llevé mi mano a mi pelo. Olfateé el olor que se impregnó en mi mano e hice una mueca de desagrado.
—¿Eso es vinagre? —inquirí, alterada y corrí hacia el baño con rapidez. El olor no se iba a quitar muy fácil.
—Ahora andarás apestosa en tu cita con ese tal Jordan —dijo Luke en tono burlón.
—Jason —corregí.
—Ese mismo.
—¡Los voy a asesinar a ambos!
Abrí la regadera y regulé el agua a mi gusto. Me metí en cuanto sentí que era el momento.
—Inténtalo —retó Ryan.
—Cuando estén durmiendo los voy a rapar y les dibujaré la cara con fibrón indeleble.
—Bueno, gracias por advertirme que debo mantener mi habitación bajo llave.
—Vete a la mierda, Luke.
Me lavé el cabello y las demás extremidades de mi cuerpo. Cuando salí me vestí de lo más rápido y me cepillé los dientes. No tendría tiempo para desayunar, y los constantes golpes en la puerta del baño me advertían que era muy tarde. No sabía qué había pasado con mi don de la rapidez.
Me di una mirada rápida en el espejo y tomé mis cosas. Bajé a los apurones como Luke cuando necesita ir al baño y me despedí de Ryan, quien ya estaba listo para irse a la universidad a estudiar.
—Te tardas mucho, Vinagre.
—No me jodas, estoy molesta contigo.
—Si te haces la enfadada volveré a recordar lo del portazo de anoche.
—¿Qué no era que no ibas a ir a la escuela por lo de tu nariz? Creí haberte escuchado hablar con la tía anoche.
—Cambié de opinión.
—¿Por qué...? —elevé las cejas. De haber sido él me habría quedado pegada a la majestuosa cama y no me habría levantado hasta las doce del mediodía. Pero me gustó que decidiera venir conmigo, no quería llegar sola a clases. Aún no me acostumbraba al cambio. Era obvio, estaba cursando el segundo día.
—Porque me siento con ganas de asistir.
Rodé los ojos.
¿Qué le pasó a mi hermano, Señor? ¿Qué le hiciste?
Me olí el cabello.
El olor se había ido.
—Estás apestado el auto, ¿sabías?
O no...
Miré al piloto.
—Cuando lleguemos a casa le diré a la tía lo que me hiciste.
—No saldrás ganando —cuestionó—. Yo le voy a decir que otra vez te hiciste la viva y no quisiste levantarte temprano. Acuérdate de lo que ella te dije anoche.
—Y tú recuerda lo de las bromas —repliqué.
La llegada a la escuela fue desastrosa. Tuve que oírlo quejarse y soltar maldiciones a las personas que no dejan ni un espacio libre para que estacionáramos el auto. Por suerte no había nadie cerca de nosotros.
Nos introdujimos en el edificio. Nuestra primera clase era (desgraciadamente) química. Otra vez. Y encima a primera hora.
—Estoy teniendo una visión.
—¿Qué visión? —cuestionó Luke, observándome.
—Me veo en la escuela de verano intentando sacar química.
Quizás por eso desperté a los gritos en la noche. Debí haberme visto rindiendo la endemoniada materia.
—Ah. Bueno... No te preocupes, yo también me veo a tu lado en verano.
Los pasillos habían vuelto a estar desiertos por completo. Nos metimos en el aula y el atractivo profesor White nos echó una mirada de desaprobación.
Iba a disculparme, pero mi hermano abrió la boca para volver a avergonzarme:
—Disculpe, profe. Skyler volvió a comer algo caducado.
¡Maldita sea!
¿Otra vez? ¿Era necesario?
—¡Luke! ¡Cállate!
Ya me había dejado toda apestosa por el vinagre, ¿por qué me volvía a avergonzar?
Mis compañeros se reían de la misma manera que el día anterior. Estaba avergonzada.
El calor subió por mis mejillas, tonificándome de un rojo tomate. Siempre fui de enrojecerme ante una situación que me provocara incomodidad. Exactamente no era el caso, pero si me hubiese pasado eso, ¿por qué se les hacía tan gracioso? Ir al baño es algo natural.
White me miró y noté que embozó una casi imperceptible sonrisa. ¿Le pareció chistoso a él también? ¿Tan grandote y riéndose de los comentarios que incomodaban a su alumna?
Me lo quedé viendo.
Carraspeó su garganta.
—Que no se vuelva a repetir, es la segunda vez que sucede.
Caminé entre los bancos y tomé asiento junto al insoportable de mi hermano. Ya tendría su merecido luego.
La clase transcurrió normal.
Chase llegó tarde, como el día anterior, sólo que un poco más temprano. Las marcas de golpes en su cara apenas se notaban. ¿Se maquilló o qué? Los moretones que tenía no podían haberse ido de un día para otro. Lo miraba de reojo, y otras veces lo miraba directo. En una ocasión se percató de que lo observaba y lo que el grosero hizo fue rodar los ojos de una manera que me irritó mucho. No dije nada. Pero, para sincera, ¿por qué iba a decir algo? Iba a quedar como una loca acosadora.
Pero también, por un instante, cuando copiaba en mi cuaderno lo que el profesor había colocado en la pizarra, sentí su mirada en mí. Chase estaba en la otra punta, al final de todo, pero yo sabía lo que estaba sintiendo. Era él.
Sus ojos eran penetrantes, tanto que, un momento después, empecé a sentirme muy incómoda. Ya había terminado de escribir, pero fingía que aún me faltaba. Luke me preguntó qué diablos hacía y, cuando se dio cuenta de que Chase me miraba, se puso algo serio y permaneció con los ojos en él. Pero eso no parecía incomodar al grosero, puesto a que yo seguía con la misma sensación de inquietud en mi cuerpo. No me gustaba sentirme así.
Luego, el timbre sonó y salimos del aula. Luke me dijo que me vería después y emprendió un camino hacia su casillero. Yo emprendí uno hacia el mío. Me encontré con Nate en el camino, me lanzó una mirada coqueta y me preguntó si seguía en pie mi asistencia a su fiesta. Le dije que sí, pero en mi mente había caído en cuenta que primero tenía que preguntar. No era de esas chicas a las que dejaban salir cuando quisieran. Debía preguntarle a la tía, y creo que también tenía que tener la aprobación de los chicos.
—Hola, Skyler.
Cerré mi casillero y le regalé una sonrisa.
—Hola —miré a Jason. Me sonreía de manera tierna. El moretón en su cara también era casi imperceptible. Retomé la pregunta en mi mente: ¿se maquilló o qué?
—¿Cómo estás?
—Bien, cansada. Anoche no pude dormir muy bien. Tuve un mal sueño y me desperté gritando.
—¿En serio?
Asentí.
Empezamos a caminar.
—Y... ¿Qué fue lo que soñaste?
—No me acuerdo. Desperté sin recordar nada.
—Uhm...
—¿Tú cómo estás? ¿Qué tal los golpes?
—Muy bien —contestó—. No me duele casi nada.
—Qué bueno...
—Sí... Así que te dejaron salir —afirmó.
—Sí, pero no les gustó mucho a mis hermanos. Mi tía me dejó, quiere que haga más amigos.
—Mejor. Y... ¿ellos se enfadaron contigo?
—No, pero como te dije, no les agradó.
Jason sonrió pero no dijo nada.
Algo en mí volvió a sentir pena por él al recordar que Nate había dicho que nadie quería a Jason. Esperaba que tuviera amigos, eso me habría hecho sentir bien. No me gustaba que la gente no tuviese amistades, porque siempre llega un punto en el que se necesita hablar con ellos de cosas que pasan. Es bueno tener a alguien que te apoye. Y hablaba de los verdaderos amigos. No de los que llevan la etiqueta y careta pero en realidad son falsos.
—No quiero sentarme con Nate para el estúpido trabajo ese.
—Yo tampoco quiero que te sientes con él, es un pesado.
—¿Lo odias mucho?
—No sé si podría decir que lo odio, pero sí te puedo asegurar que no me agrada para nada. Es un idiota de primera. No sabe hacer otra cosa que coquetear e intimidar. Le gusta jugar con fuego en muchas cosas que son verdaderamente malas. Espero que algún día se queme. Literalmente.
Qué horror. ¿Seguro que no lo odiaba?
—¿Qué cosas?
—Preferirás no saber.
—En realidad, soy curiosa —me encogí de hombros.
—De verdad, no querrás que te cuente. Quizás te des cuenta sola algún día.
—¿Y si no?
—Lo harás —me miró, y luego frunció el entrecejo—. ¿Sientes olor a vinagre?
—No —me apresuré a responder y bajé la cabeza. Definitivamente, Luke y Ryan se merecían que me vengara.
Entramos al aula de mates y el profesor aún no había llegado. El problema era que Nate ya estaba sentado en su lugar. Nos observó con una sonrisa de autosuficiencia, y pude entender que a él le importaba un comino si lo reprendían por sentarse inadecuadamente. White no estaba, pero muy en el fondo me daba la impresión de que, al ser su hermano quien daba la clase, Nate iba a hacer lo que le cantase.
Rodé los ojos y me senté con Jason. Prefería estar con él hasta que llegara el profesor. Además de que también deseaba que Nate borrara esa estúpida sonrisa de su cara. Sabía que esperaba que me sentara a su lado.
(…)
—Me entero de que estás haciendo cochinadas con ese muchacho y te prometo que te haré la vida imposible, Vinagre.
—¡No haremos nada! Dios... —suspiré con frustración.
—Más te vale. Sino estaremos muy enfadados contigo —advirtió Ryan. Sabía que, el día en que de verdad me gustara alguien y quisiera comenzar una relación, ellos se opondrían. Era un poco obsesivo lo de ambos.
—¡Déjenla tranquila! Ella ha dicho que será una salida de amigos.
—No quiero que salga.
—No queremos —corrigió Ryan.
—Qué lástima que ustedes tengan que hacer lo que yo digo —objetó—. Ahora, los quiero doblando la ropa.
—Pero... —empezó a reprochar.
—Pero nada, Luke. Se van ya a doblar la ropa.
Suspiraron.
—Cuidado con lo que haces, Vinagre —gritó Luke mientras entraba al lavadero.
—Son pesados, ¿eh?
—Demasiado celosos —respondí a Jane.
El timbre sonó.
Luke apareció casi corriendo en la sala junto a Ryan y me apartaron de la puerta antes de que pudiera abrir. Recibieron a Jason amablemente y lo hicieron pasar.
—Hola —saludé, y él hizo lo mismo.
—Hola. ¿Cómo estás? Soy Jane, la tía de Sky.
Jason le tendió la mano para estrechar la de ella.
—Muy bien. Un gusto conocerla.
—La queremos aquí a las ocho, Jason —pidió Ryan. Su tono era amable, pero no me agradaba que le dijera eso a Jason. Me iban a espantar a la única persona que parecía tener interés en ser mi amigo.
—Estará aquí a las siete cincuenta y cinco.
Miré a mi tía, quien sonreía.
—Es todo un educado —comentó. No era un ambiente hostil el que nos rodeaba porque mi familia no era de tratar mal a las personas que no conocían, pero me ponía muy incómoda el que todos miraran al pobre chico. Esperaba que él no se sintiera igual que yo.
—¿Nos vamos? —pregunté, contando el silencio incómodo que parecía empezar a nacer.
—Sí —me contestó con una sonrisa.
—Los veo más tarde. Hasta pronto.
—El celular encendido, por favor. Te enviaré mensajes. Ya verás qué pasa si no me contestas —advirtió Ryan a media que cerraba la puerta.
—Disculpa que no tenga auto... Tendremos que caminar, Skyler.
—No hay problema —le resté importancia para que no se sintiera mal. Pero realmente no había problema. Además, los autos siempre tenían un mal efecto en mí. Y el día estaba perfecto para caminar un poco.
Cuando llegamos a 1980, un bar al estilo de aquella época, pedimos unas malteadas. Yo decidí pedir una de frutilla, y él una de chocolate. ¿Por qué será que a los chicos les gusta tanto el chocolate? Hasta el momento no había conocido a nadie que le desagradara.
—¿Estás bien, Jason? Pareces nervioso y preocupado.
Negó con la cabeza.
—Eh... No. No es eso. Sólo no me siento muy cómodo aquí —respondió y siguió mirando para un costado.
—Fue tu idea venir aquí —recordé.
—Sí —formuló mientras asentía—, pero pienso que fue mala idea. No sabía que iban a estar aquí.
—¿Quiénes?
Ladeó la cabeza y yo miré a mi costado.
Todos, incluyendo al profesor White, nos estaban mirando muy fijamente.