Skyler:
Me removí incómoda en mi lugar y tapé disimuladamente mi cara con la palma de mi mano.
—¿Por qué nos miran así? —pregunté—. Es de mala educación. ¿Y qué hace el profesor White aquí? Parece un lugar para adolescentes, no para alguien como él. No digo que sea viejo, pero tampoco es alguien muy joven —alcé los hombros.
—Baja la voz, hablas demasiado fuerte.
—No es verdad —repliqué.
—No prestemos atención. En cuento terminemos aquí, nos vamos a otro sitio.
Accedí.
Luego le avisaría a la tía. Por supuesto que tendría que dar una explicación de por qué. Le había dicho mientras me preparaba que nos quedaríamos sólo en 1980.
Las miradas de todos me penetraban. Sentía la misma sensación que en la mañana, en clase de química. Pero esta vez era peor. Tenía a todos los White con su atención puesta en mí. Si el profe me empezaba a ver mucho en clase, empezaría a pensar que era un acosador.
La mujer cortó mi sensación incómoda cuando se puso delante de nosotros. Nos traía las malteadas que habíamos ordenado.
—¿Quieren ordenar algo más?
—Ehh... —pensé, y miré a Jason. Terminé por asentir—. Sí, yo pediré papas fritas.
La muchacha asintió.
—Una hamburguesa —respondió él. Después de anotar en su libreta, la chica se retiró. De reojo noté que ya nadie nos estaba mirando—. Bueno... ¿Qué me cuentas de ti?
—¿Qué quieres saber? —inquirí.
Se lo pensó por un momento.
—¿Has hecho algún amigo?
Pensé que preguntaría alguna otra cosa más interesante. Esa pregunta era deprimente.
Negué con la cabeza.
—No. Empiezo a pensar que mi extroversión quedó en la otra cuidad. No sé qué me está pasando. No se me hace que los alumnos sean muy amigables, así que por lo tanto, me bloqueo y no socializo. Ayer hablé con dos personas en el almuerzo y hoy también, pero se llevan mejor con Luke que conmigo.
—No soy muy amigables, te lo dije ayer —respondió. Qué sincero. Menos ganas de socializar tenía—. Por eso yo no tengo a nadie en esa escuela. Aunque sí me hablo con un par de personas.
—Recuerda que dijiste que yo soy tu amiga.
—Lo eres porque me caes bien, y tengo un buen presentimiento sobre ti.
—Es curioso que lo digas, porque de eso quería hablarte. —Elevó las cejas—. ¿Por qué hablas mucho de esa forma? Realmente pareces un psíquico.
—No soy un psíquico, eso también te lo dije ayer —comentó con una leve sonrisa.
—Hablas como uno.
—No... —negó—. Sólo es que a veces tengo sensaciones en las personas, o cosas que van a pasar, ¿sabes? La mayoría de las veces acierto.
—¿Lo ves...? —hice un ademán—. Eres un psíquico.
—Los psíquicos no existen, esas son todas patrañas.
—En este mundo nunca se sabe, Jason. Hay que tener la mente muy abierta.
—¿Crees en esas cosas?
—Sí —asentí—. Por supuesto que sí. Creo en muchas cosas.
—¿Ah, sí?
—Sí —contesté, orgullosa.
—¿Crees en los fantasmas?
—Eso me da miedo, pero sí.
—¿Crees en la magia?
—Sí.
—¿En las brujas?
—También.
—¿En vampiros y hombres lobo? —preguntó con algo raro en su voz. Me lo quedé mirando por un instante, y entonces volví a sentir las miradas de los White sobre mí, pero intenté ignorarlos como podía.
—No. En eso, no —dije obvia. Reí.
—¿Por qué no? Dijiste que había que tener la mente abierta, que en este mundo nunca se sabe —recordó.
—Sí, pero tampoco que vaya a creer en unicornios, hadas, trols, y esas cosas. Sólo existen en los cuentos de hadas.
—Yo me refería a vampiros y hombres lobo, nada más. No a todo eso que mencionaste —sonrió—. Claro que eso no existe.
—No, no creo en eso.
Instintivamente me giré a ver a los White. No todos me miraban, pero sí Nate y Chase. El primero tenía una sonrisa de lado, mientras que el segundo sólo me miraba con neutralidad y una ceja elevada.
Tenía que admitirlo. Nate estaba bien bueno. La sonrisa que adornaba su cara le daba un toque sexy a su personalidad oscura. Y Chase... Bueno... Él tenía algo que lo destacaba entre todos sus hermanos.
Mis ojos se desviaron de Nate para centrarse en Chase. Nuestras miradas se entrelazaron por un momento, quizás por segundos, pero se sintió como una eternidad. Me había puesto extremadamente incómoda. Sus ojos volvían a penetrarme una vez más. Él no parecía sentir nada más que indiferencia, y no entendía cómo estaba tan tranquilo ante el momento incómodo que se había creado entre nosotros.
Su vista bajó hacia mi nariz y descendió hacia mi boca. Después siguió hacia mi mentón para terminar posicionado en mi cuello. Lo miré extrañada, preguntándome qué hacía. Por un momento pensé que en realidad miraba mis pechos, lo cual me puso más nerviosa, pero todo tipo de sentimiento indeseado se esfumó cuando Jason me habló:
—¿Skyler?
—¿Qué? —observé sus cejas fruncidas.
—¿Por qué lo miras tanto?
—¿A quién? —me hice la tonta.
—A Chase. No finjas que no sabes.
—No lo estaba mirando a él.
—¿Y entonces a quién mirabas? ¿A Nate? ¿El profesor White?
—Bien... Miraba a Chase —admití.
—Se nota que te gusta —dijo.
—No me gusta, sólo es lindo.
—Él no te conviene.
—¿Por qué no? —no tenía idea de por qué había formulado eso. No era como si quisiera entablar una relación con el grosero.
—Es un idiota. Ya has visto cómo es. A ti te ha tratado mal sólo porque te sentaste en su lugar. Y a mí me golpeó por defenderte.
No dije nada.
Era verdad. Chase era un idiota y yo lo sabía desde el momento en que me preguntó en frente de todos por qué lo miraba. Pero no hacía falta que Jason me advirtiera nada, yo no estaba interesada de esa forma en el grosero. Sólo había dicho que era lindo.
Muy lindo...
—¿Cuál es el peor de todos para ti? —pregunté.
—Nate. Definitivamente, Nate.
—¿Por qué?
—Se cree que es el mejor de todos sólo porque es guapo. Trata a las chicas como pañuelos descartables, y eso no se hace. Las chicas no se merecen que un estúpido como él las ilusione, se acueste con ellas y después las tire a la basura así como así. Además de que también las agrede físicamente.
—¿Qué? —me sorprendí—. ¿Les pega?
—No sé si les pega, pero sí les deja marcas. Sobre todo en las muñecas y en el cuello.
—Eso es horrible. Y grave también.
Nate tiene aire a egocéntrico y mujeriego, pero no imaginé en ningún momento que él fuera agresor de ese tipo. De lo que me venía a enterar... Si él creía que sería su víctima, estaba muy equivocado. Supe captar en el primer momento que Nate tenía intenciones conmigo por su manera de tratarme. No me sentía la gran cosa, y no lo era, pero Nate de seguro pensaba que, como yo era la nueva y no sabía nada sobre él, iba a caer a la primera a sus pies.
Y pues claro, él sabía que estaba para darle toda la noche, era entendible que se pensara que a todas las tenía comiendo de la palma de su mano.
En ese momento me consideraba prejuiciosa. Realmente no sabía con seguridad si Jason me decía la verdad, o si sólo mentía porque Nate no le agradaba y quería que me alejara de él. Estaba juzgando sólo por un rumor que había llegado a sus oídos.
—¿Cómo lo sabes?
—He visto cosas, Sky.
—¿Qué clase de cosas?
—No querrás saber.