Atracción Destructiva

Capítulo quince

Skyler:

Enojada era una palabra que se quedaba corta a cómo me sentía ese día. ¿Alguna vez sintieron tantas ganas de matar a alguien de la bronca?

Yo sí.

Y la razón de mi enfado era nada más y nada menos que Chase White. Si no fuese ilegal ya lo habría ahorcado y golpeado con un fierro en la cabeza.

El maldito descarado me había hecho empapar y después había formulado un comentario poco gracioso para mí, pero muy gracioso para él y el resto de mis compañeros. Lo peor de todo era que, después de devolverle con la misma moneda, se enojó a un punto muy exagerado. Justamente por eso me sentía tan pero tan molesta. ¿Para qué se hacía el vivo si después no se aguantaba nada?

La clase que me tocaba en su momento se había suspendido por un vídeo que teníamos que ver en la sala de proyección. Nos reunieron con los de tercer y cuarto año y muchos muchachos empezaron a observar lo que mi remera translúcida dejaba a simple vista. Encima, para colmo, una profesora me llamó la atención.

Pasé vergüenza por culpa de un estúpido idiota.

Las dos clases que compartí después con él, me ignoró en su totalidad. Bueno, nos sentábamos en sitios diferentes, pero ni siquiera una mirada me regaló. Yo quería que me observara para hacerme la importante e ignorarlo. Sabía que era una actitud infantil, pero estaba tan cabreada con ese chico y quería ser yo quien lo ignorara por completo. 

A paso tortuga me encaminé hacia la cafetería, donde tendría pasar un largo rato hasta que quedara reluciente. En ese momento lo que más deseaba era acostarme a dormir una siesta. Eso, y comerme una hamburguesa con papás fritas. 

—Anda, cambia era cara, Skyler, el rato se pasará volando. 

—¿De verdad crees eso? —cuestioné. Su cara era muy parecida a la mía, ambos queríamos salir corriendo de la cárcel. 

—No, pero intento animarte —se encogió de hombros. 

Entramos en la cafetería y me alegré al no ver a Chase. El director nos estaba esperando y nos explicó todo lo que teníamos que hacer. Las tareas estaban divididas para cada uno: Jason debía barres y trapear. A Chase le tocaba limpiar bien todas las mesas y, a mí, la tarea que menos quería que me asignaran; sacar los chicles de debajo de la mesa. 

Lo que me alegraba era que, si Chase no se presentaba a limpiar, el director le daría una semana entera más de castigo. Rogaba por que no apareciese el malcriado ese. Quería venganza por lo de la mañana, y para ser sincera, aunque le había devuelto con la misma moneda, no estaba satisfecha. 

Eché un rápido vistazo por debajo de todas las mesas y, para mi desgraciada suerte, estaban repletas de chicles pegoteados. Era obvio que no me iba a ir de allí tan rápido como esperaba. Maldije a todas esas personas que hicieron de mi trabajo algo más complicado, pero luego recordé que yo hacía lo mismo en la escuela anterior. 

En mi defensa, todos lo hemos hecho. Bueno, al menos las personas a las que les gusta el chicle y no tienen ganas de caminar hacia el cesto de basura a tirar el dulce que carece de sabor. Lo hice demasiadas veces, y creo que este era el karma. 

Raspé un pedazo de dulce pegoteado hasta cerciorarme de que quedaba en el tacho que me habían dado para juntar toda la cochinada. Mi vista viajó hasta la puerta cuando escuché un fuerte golpe en ella. Y para aumentar mi mala suerte... Chase entraba con aquel aire de chico supermalo. 

Rodé los ojos. 

Ese repentino acto de brusquedad de él me había tomado por sorpresa. 

—No puedes venir tarde y entrar como si fuese tu casa —dije, molesta. 

Jason me miró por un segundo y luego volvió a su trabajo. Su mirada me había advertido que me quedara callada y que no me metiera en más líos, pero como el grosero se había pasado mi acotación por donde no le daba el sol, me molesté aún más. Claro estaba que no iba a cerrar el pico. 

—Sé que me estás escuchando, así que no seas idiota y responde algo. 

Ni siquiera se inmutó. Se colocó los auriculares en los oídos, conectó el cable al teléfono y, por lo que se podía oír, puso alguna canción de heavy metal. 

«¿Acaso se quería reventar los tímpanos?»

Qué va, yo no podía decir nada, hacía exactamente lo mismo a la hora de oír canciones.

Chasqueé los dedos con la intención de acaparar su atención, pero fue totalmente en vano. Sabía que podía verme de reojo, pero Chase hacía de cuenta como si nadie estuviese hablándole, y empezaba a limpiar las mesas con un trapo que yacía sobre una de ellas. 

—¡Te estoy hablando! —levanté la voz, pero no sabía exactamente qué pretendía. No me iba a oír con ese volumen tan alto en sus oídos. 

—Skyler, deja de buscar tantos problemas. Déjalo. Ya sabes que es un idiota malcriado al que no le importa nada —escupió, mirando a Chase. 




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