Skyler:
—¿Pero ahora...? —insistí en que respondiera al ver que se había quedado callado.
Joder, estaba sumamente nerviosa y tenía ganas de rascarme las axilas, pero no quería quedar mal frente a Chase.
Tenerlo frente a mí suponía problemas en mi mente y yo lo sabía bien. Después andaría dándole vueltas a cada palabra formulada de él y volvería a repetir en mi mente el suceso que había ocurrido dentro de un armario sucio y pequeño.
Chase seguía con su cara neutra, con las facciones cargadas de desinterés, amargura y de maleducado. No lo entendía.
¿Por qué era así?
Hacía unos instantes atrás me había sonreído y me había tratado bien, pero ahora estaba mirándome de la misma forma aterradora con la que generalmente me veía cada vez que pasaba por su lado o cruzábamos palabras.
¿Será que él tenía algún problema o algo parecido? Pasaba de maldito a amigable, y luego a maldito otra vez...
—Ahora me caes peor —terminó por decir después de escanear mi anatomía con sus oscuros ojos.
Elevé las cejas con sorpresa. No me esperaba esa respuesta, o tal vez en el fondo sí por sus facciones teñidas de disgusto... Pero no lo entendía, todavía no o hacía. ¿Qué quería? ¿Qué ganaba diciéndome bonita y hablándome bien si después me iba a echar en cara que le agradaba mucho peor que cuando me conoció al principio?
Negué con la cabeza, confundida, intentando que mi mente dejara de pensar en la personalidad indecisa y cambiante de Chase. Entreabrí los labios para responderle, pero me interrumpió.
—Adiós —dijo con ímpetu.
Me dio la espalda y empezó a caminar con una rapidez bárbara y corrí hasta llegar a él.
—Oye... ¡espera!
No me miró ni tampoco me respondió, al contrario, sólo siguió su camino a la misma velocidad y eso me cabreó. Lo adelanté y me puse delante de él.
—Oye, te estoy hablando —cuestioné—, no me ignores.
—Quítate de mi camino —respondió e intentó esquivarme, pero no se lo permití—. Aléjate de mí. No te quiero cerca.
—Quiero una explicación.
—Tu presencia me molesta, ¿te puedes apartar?
—Para empezar, eres tú quien vino a hablarme.
—Y ahora soy yo quien está tomando la iniciativa de irse —entornó los ojos.
—¿Por qué eres así? ¿Por qué primero me hablas bien y después vuelves a ser tan maldito?
—¿Te crees que estás en el derecho de preguntar?
—¿Hay una regla en el mundo que diga que no puedo pedirle explicaciones a alguien que me trata mal, después bien, y después mal otra vez? Sólo quiero saber cuál es tu motivo, por qué eres tan cambiante en lo que al humor ser refiere.
—Entrometida.
—Idiota.
Rodó los ojos y me tomó de los brazos con suavidad para apartarme del camino. Por consiguiente, yo también revoleé mis ojos.
Lo miré irse por unos segundos. Chase se subió al auto y cerró la puerta de un portazo. Puso el coche en marcha y lo perdí de vista segundos después.
Sí, en definitiva él era un acertijo, y lo peor de todo era que yo quería descubrirlo.
Me dije a mí misma que dejara de pensar en patrañas y esperé unos cuantos minutos más hasta que por fin Ryan apareció. Me subí al auto y lo primero que hice fue preguntar por mi hermano.
—No tan bien —respondió.
—¿Qué tiene?
—Creen que es una descompostura nada más.
—¿Quiénes creen?
—Los doctores. Visitó a dos y ambos creen que es una simple descompostura.
—Ah —asentí—. ¿La descompostura trae fiebre?
—Qué se yo, ¿me ves cara de doctor?
Rodé los ojos y centré mi vista en el camino desierto. No había tanto tránsito como casi todos los días. Mejor; eso quería decir que llegaríamos a casa antes.
Cuando aparcó el auto, me bajé y me colgué el bolso para caminar hacia la entrada. Cuando me adentré fui directo a ver a Luke.
—No entres ahí —advirtió mi tía cuando puse una mano en el picaporte de la puerta de la habitación de mi hermano. Ryan se colocó al lado de la tía y me miró.
Los miré extrañada.
—¿Por qué no?
—Porque no —dijo Ryan y dio unos pasos hasta mí para tomarme de la mano y llevarme escaleras abajo.
Me quedé sopesando por un momento su respuesta mientras dejaba mi bolso sobre el sofá.
¿Por qué no podía entrar a ver a mi hermano?