Atracción Destructiva

Capítulo veintiséis

Skyler:

—Vamos, Skyler... Necesito que me brindes un poquito de ayuda, te necesito a ti para hablar con tu tía. 

—¿No me vas a decir? —pregunté, apartando sus brazos de mi cuerpo y aún con esa desagradable imagen en mi mente que decidí ignorar. Por ahora.

Jason parecía sopesar las cosas, se tomó su tiempo cuando por fin quiso decir algo. 

—No me corresponde.

—¿Qué no te corresponde?

—Decirte. 

Lo miré mal. 

—¡Me tienes cansada con tus chorradas esas! ¿Te cuesta tanto responder las preguntas que la gente te hace? ¿Para qué hablas si después no te gusta contestar? —inquirí con ganas de pegarle con un palo de escoba lleno de moho que vi a un costado del ropero. Creo haberle preguntado eso antes. 

Qué increíble. 

Lo conocía desde el lunes y ya estaba teniendo una discusión con el único que parecía tener buenas intenciones, pero no podía negar que, a pesar de que pareciese bueno, él tenía muchos secretos. Era muy misterioso y a veces de pocas palabras, lo que me recordaba a varias personas que en la tele mostraban como asesinos; un par de veces había llegado a escuchar que los homicidas resultaban ser compañeros para ocultar su personalidad oscura, pero que no se empeñaban mucho en dejar de lado su comportamiento misterioso. 

Jason decía que si me juntaba con Chase y sus hermanos las cosas no podían salir bien, que terminaría mal porque me usarían como servilleta. Pero... ¿por qué debía creerle a él? ¿Por qué debía seguir esa sensación que me decía que mi amigo no me haría daño? Quizás me estaba dejando engañar por esa sensación que probablemente era una errada, una simple sensación que me decía una cosa pero que no estaba en lo cierto. Al igual que los White, Jason tenía sus cosas que me estaban haciendo desconfiar... como pedirle aquello a mi tía. O sea, ¿por qué...? ¿Cómo mi tía tenía que ver con la enfermedad de Jason y su mamá? 

La desconfianza me pinchó un poco más. No tenía que descartar que estábamos en un sótano a solas... y mucho menos que nadie estaba al tanto del lugar en el que nos encontrábamos. Lo había pensado con anterioridad, pero no tanto de esa forma... Ahora ya no sabía qué creer porque me estaba sintiendo confundida y la poca falta de respuestas me ponía peor. 

—Skyler... ¡no puedes saber todo en la vida!

¿Era una broma? 

—Ya sé que no puedo saber todo en la vida pero necesito que me expliques bien las cosas, ¿entiendes?

—No puedo. 

—Ah, no puedes explicarme... —asentí molesta—. Entonces, como te dije antes, no te ayudaré. 

—Eso es ser mala amiga. 

Ah, ¿yo era la mala? Los amigos no se guardan secretos, así que según mi perspectiva, él era igual de malo que yo.

—No me gusta que me guarden secretos. 

Me alejé de él y se sostuvo de una silla sucia que había suyo. Estaba decayendo notoriamente y por más que estaba molesta con él seguía sintiendo esa pena por verlo tan mal... Desde que vi a Jason el primer día no lo había considerado como una persona que imponía miedo, sí seriedad, pero no precisamente miedo... ahora parecía tan vulnerable que esa seriedad que al parecer lo caracterizaba se estaba yendo por completo para dejarle lugar a un Jason con una vulnerabilidad muy alta, con una debilidad que te hacía pensar. 

Quería golpearlo pero también darle un abrazo para que se sintiese mejor. 

—Si fuese por mí te hubiese abierto los ojos  el mismo día en que llegaste, pero no puedo... ¿entiendes? —negó con la cabeza—. No, por supuesto que no entiendes, sólo eres una niña curiosa que no acepta que la gente tenga secretos porque siempre quieres saberlo todo... Y no es así, tienes que entender... No te puedo decir ciertas cosas, así que ve haciéndote a la idea de que no obtendrás lo que quieres a no ser que tu familia sea la que abra la maldita boca. 

Me quedé estupefacta por la manera en la que mi amigo me estaba hablando... había sido tan claro pero a la vez me volvía a agregar una pregunta que, por como iban las cosas, por supuesto que era obvio que no me la iba a querer contestar. 

Empezaba a dudar si la amistad con Jason me convenía. 

—A mí no me vas a hablar de esa forma, ¿entendiste? No porque suelas acertar en ciertas cosas que digas te creas con el derecho de dirigirte a mí así, no me conoces como para hablar y asimilar. 

Negó con la cabeza después de achinar sus ojos miel y no pude evitar imitarlo. 

Estaba empezando a sentirme mal por la manera en la que las cosas iban encaminándose, no era fan de las pelear ni de las discusiones, y no podía ser que estuviéramos discutiendo por esto. 

—No quiero discutir contigo, Skyler. 

—Qué bien, somos dos. 

—¿Me puedes ayudar?

—Explícame primero, ya te dije. 




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