Atracción Destructiva

Capítulo veintinueve

Skyler:

Su mirada era tan fija, tan penetrante, tan excitante y tan escalofriante. Me observaba como si supiera todo de mí, como si supiera que un beso suyo me causaría miles de sensaciones que no quería sacar a flote. Era algo aterrador tenerlo tan cerca y estando a solas en un auto... pero también se sentía lindo, me había sentir increíblemente nerviosa pero a la vez quería que con un sólo movimiento nuestras bocas quedaran pegadas.

Eso era lo que quería, cada fibra de mi cuerpo me lo pedía, me insistía en que si no era él quien daba el último movimiento tenía que ser yo sin darle paso a las dudas, a las inseguridades que en momentos como estos podían haber.

De reojo noté que su brazo se estiraba hacia la puerta que yo había dejado entreabierta segundos antes y el sonido que hizo al cerrarla fue tan bajo que casi ni lo oí, pero estaba segura de que era porque mi mente estaba más centrada en todo aquello que estaba pasando sin que lo hubiese pensado.

Chase seguía ahí, en el mismo lugar, con ese centímetro de alejamiento que me estaba volviendo completamente loca, porque sí, cuando un chico tan endemoniadamente guapo como él se te acerca así con claras intensiones de besarte te deja en una sumisión tan grande que no puedes pensar con claridad.

Sus ojos se movían analizando mi rostro y los nervios seguían carcomiéndome como si fuesen una célula come carne. Ahora ya no podía disimular ni en un millón de años mi temblor de manos ni aunque pusiese de todo mi esfuerzo para hacerlo.

Cuando entreabrió la boca casi me da un ataque al corazón. Mis palpitaciones eran tan fuertes, tan rápidas que las sentía como si tuviese un parlante en mis oídos y temía que él fuese capaz de escucharlas. No quería estar nerviosa, no quiera demostrarle que lo estaba porque de lo contrario eso sería un punto menos a mi favor.

Por más inmaduro que sonara, quería hacerme la importante.

El perfume de Chase inundó mis fosas nasales y por inconsciencia me mordí el labio, deseosa de él, deseosa de su boca y su tacto.

Jamás había sentido algo así, era una atracción destructiva y tenía que salir de ahí si no quería terminar perdida en sus encantos. Porque eso sería lo único que me pasaría si le daba paso a algo como eso.

Tenía que irme.

Pero no quería, y mi cerebro no le daba la señal a mi cuerpo.

Chase no pasó de largo aquél gesto mío, me observó con deseo, o bueno, eso era lo que creía que reflejaban sus ojos.

—Chase...

—No —dijo en tono autoritario y negó la cabeza mientras me miraba serio—. No hables —musitó.

Tragué saliva.

El tiempo no corría de la misma manera para nosotros, o al menos no para mí. Era como si todo se hubiera detenido, como si sólo fuésemos nosotros dos y nada más. Ahora entendía que esa sensación era real y no una mentira como pensaba, pero si aún no nos besábamos y ya sentía eso, realmente estaba por el camino de la perdición.

Con sus dedos rozó mis mejillas y luego me acarició.

No voy a mentir, ese contacto de piel con piel fue tan placentero que sentí cosquillas ahí abajo.

Lo que causaba ese chico, Dios.

Me quitó un mechón de pelo rebelde y lo colocó tiernamente detrás de mi oreja. Él no parecía ser el grosero con el cual vivía discutiendo todo el tiempo, era como ver a otro Chase, otra faceta de él.

Volví a tragar saliva, en realidad no mucha porque mi boca estaba prácticamente seca. Su nariz rozó la mía un par de veces mientras cerraba sus ojos y luego hizo contacto firme. Tenerlo así, con su respiración chocando contra la mía me encantaba. Al contrario de él, yo no cerré los ojos, yo me quedé mirándolo para ver qué hacía, qué expresaba su semblante; sus parpados seguían sin abrirse y su ceño estaba aún fruncido.

Entonces pasó, pasó sin darme cuenta de que Chase había roto el diminuto espacio que quedaba entre nosotros. Por fin pude sentir esa boca tan tentadora sobre la mía, tan particularmente sabrosa y carnosa.

¿Cómo podía describir lo que mi panza estaba sintiendo? No eran mariposas, eran como malditos dragones lanzando fuego y no podía evitar sentir eso.

El beso era lento, tranquilo, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo sólo para nosotros y como si nada de nuestro alrededor importara, ni siquiera nuestros dilemas personales ni nuestros recuerdos más oscuros. Chase me besaba con una calma que me desesperaba pero que me encantaba y me volvía completamente loca. Era como el éxtasis, nunca lo había probado, pero cuando pensaba en cómo besaba Chase el nombre de esa droga se me venía a la mente. Cerré los ojos y me dejé perder, me dejé vencer. Me rendí ante todo aquello que me disgustaba de la personalidad de mi acompañante y disfruté de cada milisegundo que transcurría.

Era el beso más excitante que hasta ahora había probado.

Ya estaba perdida, ya estaba hundida en un pozo sin salida. Presentía que Chase iba a ser alguien importante para mí, no sólo por el beso, sino por cosas que no era capaz de explicar.




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