Atracción Destructiva

Capítulo treinta y tres

Skyler:
Me quedé atónita cuando parpadeé varias veces para asegurarme de que lo que veía era real y no un simple sueño o, en este caso, una pesadilla. Nate se levantó del suelo y agarró a Chase cuando éste se puso de pie para correr hacia a mí como si su vida dependiera de ello. Retrocedí al ver que forcejeaba para venir hacia mí y casi me tropiezo del susto. 
Chase me miró impaciente, como si tuviera unas inmensas ganas de que yo fuese su víctima. Cuando su agitación era tan incontrolada que lo hacía parecer un animal sin control, golpeó a Nate con su puño y salí corriendo escaleras abajo. 
No tendría que haber venido, no tendría que haberme dejado llevar por la guapura de ese chico que, para mi mala suerte, era alguna cosa de la que yo no estaba segura, pero por lo que él había dicho... tenía mis teorías. Si sólo me decía «Voy a beber tu sangre, Skyler» quizás no pensaba en que podría tratarse de un vampiro, pero sus ojos me daban a entender eso... que él era eso. 
Un vampiro. 
¿Un vampiro? ¿Cómo podía eso ser posible? 
Quise buscarle otra explicación, la parte que Chase volvió completamente loca con un beso era la que quería encontrar alguna razón, pero no sabía qué invertarme para justificar sus ojos rojos y las venas negras que se extendían por todos su rostro. 
Me sentía aturdida, atrapada en sueño vívido, en un mundo distinto al que yo no estaba acostumbrada y le temía. Temía que me pasara algo después de lo que había visto. Las imágenes se repetían en mi mente una y otra vez, no sólo las de Chase, sino también las de Jason, quien me había asustado muchísimo hasta el punto de querer hacerme pipí en el pantalón. Intenté procesar todo eso que había pasado de repente pero seguía perdida y con otro inconveniente de por medio. 
¿Cómo iba a volver a casa si todavía no sabía bien cómo llegar? Encima era más de media noche, y no conocía ni confiaba en nadie para que me alcanzara hasta a mi casa. Además, ¿cómo es que iba a subir a mi habitación? Joder, realmente esto apestaba, no volvería a salir de la casa jamás en la vida si no era con alguien de confianza. No volvería a escaparme por alguien —o algo— como Chase White. 
¿A eso se refería Jason con que los White eran peligrosos? Si Chase era un vampiro, así que estaba segura de que sus hermanos algo también tenían que ver. ¿Y qué era Jason? Porque lo que había logrado hacerle a los tres con un sólo un movimiento de manos me daba a creer que podía hacer magia. 
La cabeza empezó a dolerme cuando salí fuera de la casa y esquivé a todos esos borrachos que estaban pasándosela de lo más bien, todo lo contrario a mí. Di un par de pasos para alejarme de ellos y llegué hasta la otra punta de la cuadra. Saqué mi teléfono, atenta a todos lados por si acaso, y busqué en mi lista de contactos el número de Ryan. Tenía miedo de llamarlo, de pedirle ayuda porque sabía bien que me iba a retar, y un lío tremendo se armaría si la tía llegase a enterarse. Pero, ¿qué podía hacer? Otra no me quedaba. 
Los nervios aparecieron, no eran de los lindos, de aquellos que sentía cuando estaba cerca de Chase, no, eran diferentes, de esos que te dejan mal sabor de boca y hasta te hacen marear. 
—Skyler —dijo alguien a mis espaldas. Me sobresalté enseguida y solté el celular sin querer. Pero justo antes de que cayera al suelo, él lo detuvo.
Perfectos reflejos. 
No sabía su nombre, pero lo había visto antes en la escuela y también en la mañana cuando me topé con su casa, y sabía bien que en él no podía confiar porque se trataba de otro de los hermanos de Chase. Me entró el pánico cuando sus ojos se detuvieron en los míos.
Me van a matar.  
Me tendió el teléfono y yo se lo quité con rapidez para luego retroceder unos pasos.
—No te asustes. Sólo quiero ayudarte —dijo con calma—. Déjame llevarte a tu casa. 
—Ni hablar —respondí. Ni loca me metía con ellos otra vez. Esta vez sí haría caso, me alejaría de los White y hasta incluso de Jason. La amistad que creí tener con él estaba tan muerta como la poca confianza que Chase se había ganado, lo que implicaba que ni en sus hermanos (incluyendo al profesor White) confiaba—. No estoy segura de qué son ustedes, pero no... no quiero que se me acerquen más. Dile a tus hermanos que no me vuelvan ni a mirar. 
—Soy Sam —me tendió la mano, ignorando lo que le había pedido. 
Sam era alto —creo que medía lo mismo que Chase— , con aspecto amable y despreocupado, mas no me generaba confianza por una simple apariencia. Quería que alejara de mí todo lo posible, verlo me daba la sensación de que estaba en peligro y que me pasaría algo como karma por haberme escapado de la casa sin autorización. Pero yo siempre tan cabezota... metía la pata todo el tiempo.
—No me interesa —respondí, y luego me arrepentí. ¿Y si se enojaba y me chupaba la sangre como su hermano quería hacer? Sonaba realmente estúpido, pero tenía que ser eso lo que Chase era... 
—Entiendo que estés asustada, pero no puedes irte sola a tu casa, ¿comprendes? Es de noche y es peligroso a estas horas. 
Me encogí de hombros, molesta por tenerlo frente a mí. No iba a confiar en Sam para que me llevara mi casa, no después de lo que vi. 
—Aléjate de mí... En serio. No quiero nada que tenga que ver con ustedes. 
—No voy a irme —se cruzó de brazos—. Voy a llevarte a tu casa. 
—No —respondí y me di la vuelta para irme a la otra esquina. Quería que él me dejara en paz, prefería tener que soportar que me castigaran a que me hostigara alguien con el que nunca había hablado y al que ya le tenía miedo.
—No hagas esto más complejo, por favor. Chase dijo que lo siente, que no quiere hacerte daño. 
Se me escapó una risa irónica de los labios y Sam elevó las cejas. 
—¿Ah, no? Porque parecía que me iba a comer. 
Sam se acomodó el pelo y noté entonces un tatuaje de murciélago igualito al de Chase. La tinta estaba en medio de su pecho y  su camisa algo desabotonada era lo que la dejaba a la vista. Todo me cerraba aún más sobre el chico que lamentablemente me gustaba; el murciélago, las veces en que Chase desaparecía tan rápido y sin hacer ningún ruido, las cosas que Jason me decía de ellos, hasta la pregunta que de si creía en lo sobrenatural, y las indirectas que a veces se dirigían... Esto no podía ser real. 
No. 
Esas cosas sólo pasan en los libros y en las películas, no en la vida real. 
—Yo no te haré daño. 
—No te ofendas, pero no confío en ti —respondí. Cuando me di la vuelta para irme me detuvo del brazo—. No me toques —dije e intenté zafarme, pero era inútil, Sam era más fuerte que yo. 
—No te vas —dijo autoritario y el pánico me entró peor. 
Las gotas de lluvia empezaron a caer y rogué por estar dormida. Quería despertar de la pesadilla, quería estar en mi nueva cama, tapada con las sábanas y cerca de mis hermanos, de mis tíos, de mi prima, y de mis cosas. No quería estar parada ahí afuera a esa hora de la noche y menos con esa compañía y a menos de diez metros de la casa de Chase. 
Estaba muy cansada y sólo quería dormir. El dolor en mi cabeza me estaba empezando a molestar un montón y era peor con toda esa maraña de pensamientos mezclados que me estaban medio atormentando. También estaba desilusionada porque Chase me gustaba mucho y ahora me había asustado peor. Lo que me pasaba con él era demasiado lindo y extraño como para perdurar. 
Chase resultó ser un fenómeno, hasta inclusive el chico al que le tenía confianza lo era... Nate también y suponía que Sam pertenecía al grupo de chupasangre. En las películas de vampiros siempre juzgaba a la protagonista por no aceptar a la primera que el chico era un vampiro, pero ahora entendía... juzgué mal y me arrepentía, porque realmente no sabía nada. Era como estar atrapada en una película o un libro y no se sentía bonito. 
—Voy a gritar si no me sueltas —lo empujé. 
—Puedes intentarlo —dijo como si nada.
Fruncí las cejas, preocupada. Me estaba poniendo muy inquiera e iba a llorar. Solía pasarme mucho en las situaciones de tensión y estrés.
—Basta, me quiero ir a casa, pero no contigo. ¡Suéltame, Sam! 
—No —me acercó a su cuerpo de un tirón. 
—¡Que me sueltes! —grité y me fijé si alguien nos miraba. Me decepcioné cuando vi que todos estaban centrados en sus cosas, en beber, en besarse desesperadamente y en bailar. 
—No alces la voz —ordenó, me dio la vuelta y rodeó mi cuello con su brazo. Parecía haber perdido la paciencia en menos de un minuto y ahora estaba expuesta a un peligro enorme. 
Intenté gritar pero no podía. Quise detenerlo pero también fue inútil. Era desesperante que él me tuviera así, estaba haciéndome daño, dejándome sin aire y los únicos a los que podía llegar a pedirle ayuda estaban borrachos y sumidos en sus cosas. Las lágrimas bajaban de mis ojos y apretaba fuerte el brazo de Sam para que me liberara. Anhelaba que me soltara, que me dejara marcharme sola y sin hacerme más daño del que ya me estaba provocando. Mi corazón iba a salirse de mi pecho en cualquier momento o me iba a dar un ataque por el miedo, una de dos. Luchaba por alejarme, apenas habían pasado unos pocos segundos pero yo sentía que eran horas y horas. Temblaba como nunca antes, porque anteriormente no había pasado algo así. Pero la mala suelte parecía haber llegado a mi puerta esa noche.  
Finalmente, sin fuerzas para luchar y con un mareo enorme, mis párpados se cerraron.




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