Atracción Destructiva

Capítulo treinta y ocho

Skyler:

Tenía a Chase muy cerca de mi boca y mentiría si dijera que no quería besarlo en ese momento. Estaba segura de que mis ojos reflejaban deseo, y aunque no quería que él se diera cuenta, no me tomé la molestia de ocultarlo.

Ese perfume que me atraía tanto no estaba en su cuerpo hoy, este era distinto, más dulce, más atractivo.

Joder, ese chico me quería matar.

Literal y metafóricamente.

Sus ojos me recorrían, también con deseo, pero no sabía si era por comerme o por besarme. Me sentía acorralada, pues lo estaba, y en otra ocasión esto podría haberme parecido sexy. En cambio, esta vez, la cosa estaba complicada. Mi vida podía estar corriendo peligro y yo como una estúpida pensaba cuánto quería que el mismísimo asesino de brujas me besara sin parar.

Estaba loca, y si Jason, Ryan o Luke estuvieses aquí, Chase podría ser hombre muerto. Nunca vi a mis hermanos hacer magia, pero después de lo que Jason había hecho en la fiesta de los White me podía dar una idea.

La postura de Chase seguía siendo demandante, autoritaria, aunque no tan dura, como si quisiese que le tuviera miedo pero a la vez no. Apostada que él quería asustarme para que no intentara irme, pero me había empujado levemente hacia la pared. Su mirada se volvió seria y ya no me recorrió más, se detuvo en mis ojos. Cuando corrió un mechón de pelo detrás de mi oreja, mi corazón se aceleró aún más. Llevó el resto de mi cabello detrás de mi espalda y noté cómo observó mi cuello.

Mierda.

¡Me iba a comer!

Sentía el corazón en mis oídos, estaba asustada y en lo único que ahora pensaba era en correr. Correr lejos e intentar encontrar a mi hermano para irnos a casa. Se oía el barullo de los alumnos hablando en los pasillos, todos a salvo y sin una idea de lo que en uno de los salones de clases iba a ocurrir. Un asesinato a manos de Chase White, un vampiro bipolar.

Se relamió los labios y entonces lo empujé, lo empujé para salir corriendo de allí. Pero fue en vano. Me empujó nuevamente contra la pared y me retuvo los brazos con sus fuertes manos. Los pegó a la pared y me dirigió una mirada que daba miedo.

Yo pensaba en besarnos y él sólo se imaginaba bebiéndome la sangre.

Mi cuerpo temblaba. Nuestro contacto de piel con piel se lo demostraba y eso me hacía sentir débil, más de lo que era. Deseaba tener magia para decir algunas palabras y hacerlo volar hacia atrás, lejos de mí. Pero no. Era una simple mundana atrapada en un mundo sobrenatural.

Solté un suspiro y él sonrió.

Más perdida no me podía sentir.

Quería gritar, pero ni siquiera me salían las fuerzas. Quería insultarlo, al menos en un susurro, pero las palabras parecían haberse quedado estancadas en la mitad de mi garganta. Mis ojos empezaron a humedecerse, lo que significaba que Chase volvería a verme llorar. Estaba en una situación similar a la del otro día en el armario del conserje.

Volvió a relamerse los labios y entonces acercó su rostro a mi cuello. Parecía ir todo en cámara lenta, me daba terror pensar que mi muerte sería lenta y que pasaría cada segundo sufriendo hasta ya no tener el aliento suficiente y la fuerza para mantener los ojos abiertos y seguir viva.

Solté un gemido involuntario e hice fuerza hacia delante para irme, pero era muy inútil por cómo él me tenía.

Su pelo rozó mi cuello y sentí su aliento caliente en mi piel. Preparada para un mordisco, la primera lágrima se escapó cuando cerré los ojos con fuerza e hice una mueca de disgusto.

Pero el mordisco nunca llegó. A cambio de eso, un beso cálido y tierno se posó en mi cuello. Uno que me obligó a abrir los ojos.

—No voy a matarte —susurró en mi oído. De más estaba decir que toda mi piel se erizó. Su lengua rozó mi oreja y suspiré ante el placer que se instaló en mi parte íntima.

No me gustaba esto. Bueno, sí me gustaba la sensación, pero no era agradable que fuese un asesino quien me estuviese pasando la lengua sobre la piel de mi oreja.

Su dedo trazó una fina raya desde mi sien; pasó por mi mejilla, bajó hasta mi cuello y dio un salto hasta el costado izquierdo de mi cuerpo. Ahora tenía mi brazo liberado, pero aún así no me moví. Era curioso lo que estaba haciendo. Aunque seguía sintiendo miedo.

Su boca volvió a besarme el cuello, pero esta vez era distinto al primero. Era más intenso. Succionó unos segundos y luego me soltó. Las cosquillas en mi panza eran infinitas, alocadas, incontrolables. Nunca había permitido que ningún chico me hiciera eso.

Suspiré y un gemido volvió a escaparse de mi boca y, para mi sorpresa, después de eso, él soltó uno igual. Fue excitante, y deseaba que volviera a repetirse. Un gemido proveniente de un chico tan sexy como Chase, y que encima tenía una voz ronca que te mataba, era para sentir un orgasmo. Y no, no exageraba.

Sin esperármelo en el momento, su boca fue directo a la mía. Sentí nuevamente que la piel se me erizó y que los dragones aletearon sus enormes alas en mi panza.

Me costó reaccionar, me costó cerrar los ojos y concentrarme en eso. Estaba aturdida. Era algo que había querido pero que no pensaba que iba a volver a tener. No después de todo. Fueron dos semanas sin besarlo. Sé que no tuvimos tantas oportunidades para compartir saliva, pero recordaba su boca distinta. Mis recuerdos no le hacían justicia a cómo sabían sus labios en realidad. Era tan caliente todo... él era caliente.

Mi cuerpo tembló otra vez, pero no de miedo. Esta vez era de placer.

Le abrí paso a su lengua cuando lo requirió. Jugábamos entre nosotros sin duda alguna, sin miedos ni preocupaciones. Me sentía igual a la primera vez que nos besamos. ¿Por qué Chase tenía esa facilidad para hacerte despreocupar de todo?

¿Qué causaba yo en él? No me refería a lo físico, sino que a lo mental, a lo sentimental. ¿Le gustaba mucho? ¿Lo hacía perder? Y, yéndonos a la parte corporal... aunque sonara raro... ¿tenía eso de él parado?




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