Atracción Destructiva

Capítulo cuarenta y cuatro

Chase:

Mi mirada estaba fija en el asiento del auto de Ryan, pero en realidad estaba perdida en el dolor y en la desesperación. Intentaba no mostrarme mal, intentaba no recalcar mucho mi dolor porque no me gustaba que me vieran débil y mucho menos que me tuvieran pena, porque sabía perfectamente que Skyler me observaba de esa manera. Ni siquiera en este momento me desmoronaba como a veces hacía cuando estaba solo. Mi manera de ser era una muy orgullosa, pero me servía para mantener alejada a las personas.

Skyler se movió a mi lado y pasó su brazo por mis hombros y me inclinó hacia ella para que mi cabeza quedara recostada en su pecho. Me sentí raro por un momento, pero lo dejé pasar porque no tenía las fuerzas para decir nada. Mi voz estaba cubierta por el dolor y no quería que se demostrara al hablar, ya suficiente habían visto ambos y no era de mi agrado. Nunca tuve que ser salvado por nadie, ni siquiera cuando el idiota de Jason me atacó en mi propia casa porque sabía que, por más que estuviera enojado, no me mataría. Ahora era distinto... porque esta era la magia prohibida, la que jamás tenía piedad en la víctima.

Mis ojos pedían a gritos que los cerrara, pero no tenía que hacerlo o moriría y terminaría en el infierno para que mi alma quedase acabada en su totalidad. No quería ir de nuevo ahí abajo, era horrible, detestable, desesperante y aterrador. Existían miles de adjetivos malos para describirlo. Miré a Skyler de reojo cuando volvió a acariciarme el cabello con dulzura. No iba a mentir, disfrutaba de ese contacto, era cálido y me tranquilizaba en un momento de intensidad.

¿Qué tenía Skyler que me atraía tanto?

Había conocido a muchas chicas parecidas a ella, pero Sky lograba tener una mirada distinta que la diferenciaba de todas ellas. Parecía ser pura en su totalidad. Me salvó de morir quemado, y esa hubiera sido la peor tortura del mundo porque, aún estando inconscientes, los vampiros podemos sentir el dolor en nuestro cuerpo. Era insoportable. Otra desventaja de pertenecer a esta especie.

A pesar de estar sufriendo corporalmente, me sentía tranquilo. De alguna forma u otra su tacto me generaba recuerdos de mi infancia, momentos que compartía con mi madre antes de dormir, cuando me contaba algún cuento y acariciaba mi cabello con suma delicadeza, como si fuera fácil de romperme.

No quería a Skyler y lo tenía en claro, pero me gustaba mucho y no era común en mí. Generalmente, si estaba con una mujer era sólo por el placer físico y luego no volvíamos a vernos, a no ser que quedásemos en repetir. Sky generaba cosas en mi cuerpo que creía muertas hace mucho tiempo. Me ponía nervioso cuando estaba cerca de su boca o cuando hacíamos un leve contacto de piel. Y creo que esa era una de las razones por las que, cada que la veía, volvía a caer en la tentación y la besaba. Como la última vez en el estúpido instituto.

En el comienzo de las clases no la podía ni ver, me tenía harto con sus preguntas y su voz me irritaba. Parecía estar en todos los lugares a los que iba y lo odiaba, pero después las cosas cambiaron. Empecé a sentirme mejor y di un paso que no tendría que haber dado jamás. Quise ser su amigo, se lo dije, la vi un día afuera de mi casa y la besé por ceder ante el momento, ante el deseo creciente en mi pecho. Ahora cada que la veía me ganaban las ganas de tomarla de las mejillas y besarla. Me gustaba mucho. Pero no la quería. Estaba seguro de que no. O eso era lo que quería hacerme creer.

Su tacto seguía siendo suave y no entendía cómo podía estar ayudándome después de haberla lastimado junto a mis hermanos. O era estúpida o tenía un buen corazón. El enojo arribó en mí porque esto no estaba bien. Los besos que compartimos fueron un error; ahora Skyler me había confesado que le gustaba y no podía seguir sintiendo eso por mí, porque monstruos como yo sólo llegan a este tipo de cosas. Para ser más exactos, a la muerte.

Cerré los ojos con fuerza al sentir como si algo se moviera dentro de mi pecho y apreté los dientes con fuerza para no emitir ningún sonido. Skyler no se dio cuenta de ello, o eso suponía ya que no dijo nada. Me centré en su rostro, en sus marrones ojos y su pelo negro que caía sobre sus hombros con delicadeza. Sus mejillas eran coloreadas por un tono carmesí suave y sus labios también. Su mirada estaba pegada al frente, miraba a su hermano y no a mí. Pero yo la miraba a ella y los pensamientos sucios que tenía cada que la veía volvían a pegarse a mi mente. Era preso de un sentimiento que no podía comprender. Pero sabía que no la quería, y lo repetiría las veces que fuera necesario.

Además, una bruja y un vampiro no pueden estar juntos. Estaba al tanto de que ella no sabía lo que era y, a decir verdad, yo tampoco. Pero sentía la magia brotar de ella cada que la besaba. Algo era, y la probabilidad es que fuera una bruja, porque su tía y su medre lo eran.

Sentí una oleada de frío atravesar mi cuerpo y supe que algo no andaba bien. Mi instinto lo presentía. Lo peor venía. Mis ojos perdían la fuerza y ya no estaba siendo capaz de soportar el cansancio. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan débil, tan impotente. Parecía que fuera humano y, como Ryan le dijo a Sky, en parte, sí lo era. La magia del vampirismo ya no estaba funcionando, lo que significaba que mi cuerpo se apagaba poco a poco y, a no ser que ese chico hiciera algo por mí, yo terminaría yéndome de la tierra para cumplir con mis castigos en el infierno. Y a mí sí que me iba a tocar un calvario intenso. Con todas las cosas malas que hice... era imposible que me salvara de la maldad.

Mi visión fue tornándose negra poco a poco y mi primer instinto fue aferrarme a la mano de esa chica. Quería aferrarme a la vida a toda costa, era estúpido, pero algo tenía que hacer. No quería irme allí, mierda. No podía. Detestaba decirlo, pero estaba asustado. Y eso no era propio del Chase que todos, incluyendo mi familia, conocían. Quise murmurar algo, pero ni siquiera eso se me era posible. Mis palabras de auxilio quedaron atascadas en el medio de mi garganta y cabeza. La quemazón en todo mi cuerpo me congeló y casi se me escapa una lágrima del dolor, pero la mantuve en mi ojo.




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