Atracción Destructiva

Capítulo cuarenta y cinco

Skyler:

Miraba a Ryan con ojos suplicantes, pero su semblante era tan desigual al mío, como si realmente le importara muy poco lo que ocurriese con Chase. Me torturé un poco más y desvié mi vista hacia el auto, donde podía ver por la ventana que el cuerpo maltratado de Chase descansaba en el asiento de atrás, con todo su cuerpo apoyado en la puerta.

Quería entrar a darle un abrazo, pero Ryan me detuvo del brazo y me dijo que no.

—Te vas a hacer daño si entras.

Me sequé una lágrima.

—No me importa, está muerto. ¡No debería estarlo! —le dije, como si la culpa fuera de él. Sabía que no, pero estaba tan enojada en ese momento que no pensaba las cosas con claridad.

—No tengo la culpa de que él se metiera en cosas que no debía. Si hicieron magia en contra de él es porque alguien se vengó. Seguramente, Chase mató o algo parecido, no lo sé. Pero algo malo tuvo que hacer.

Negué con la cabeza.

¿Quién le haría una cosa como esa? Bueno, no sé por qué parecía sorprenderme con todas las cusas que habían salido ante mis ojos hace semanas. Si mi tía mató a alguien con magia negra, cualquiera podía hacerlo. El tema era saber qué consecuencias traería eso. Porque Jason bien me había dicho que cuando alguien practicaba la magia prohibida había consecuencias.

Recordé a la anciana que nos miraba por la ventana. Nunca salió a ver qué pasaba, y eso era demasiado sospechoso y cruel. Y, ¿si ella había tenido que ver?

—Tienes que revivirlo —le supliqué con ganas de sacudirlo para que me hiciera caso. Sus ojos me recorrieron con lentitud. Estaba pensativo.

—No hay nada que hacer —respondió como si nada. Le importaba tan poco y a mí me importaba tanto... quería golpear a mi hermano.

—No. Algo tiene que haber. Algo se tiene que hacer —le di un golpe al auto con la mano. Fue fuerte y me hice mal, pero por lo orgullosa que era no iba a hacer una mueca de dolor frente a Ryan—. Mírame a la cara y dime sin mentirme que no hay nada que se pueda hacer —la voz me salía quebrada.

Bajó la mirada un milisegundo, luego volvió a mis ojos con algo extraño en ellos. Pensé que me diría que no, y en realidad no me dijo nada, se quedó sopesando por unos segundos algo que no me fue tan difícil descifrar. Me sentí muy mal por la noticia, decepcionada y nostálgica, pero al ver esa mirada de mi hermano, supe que había esperanzas. Quizás una sola, una pequeña, pero algo había. Algo tenía que haber.

Me crucé de brazos para mirarlo con recelo.

—O sea que sí hay una posibilidad de que lo ayudes —susurré.

Apartó la mirada de la mía.

—Tal vez —musitó—. Pero es muy difícil y casi imposible.

—Sí, tú lo has dicho, es casi imposible. No seas mala persona, no porque sea un vampiro puedes hacer como si nada, Ryan, tienes que entenderlo.

Dio un paso hacia mí.

—Y tú tienes que entender que no porque estés enamorada de un asesino voy a salvarlo.

Fruncí las cejas.

Él no sabía nada.

—No estoy enamorada de un asesino. No estoy enamorada de él.

—Pero te gusta mucho y vas en el camino correcto —se dio la vuelta—. Llevaré el cuerpo a la casa de los White. Reza para que no me maten cuando les diga que su hijo murió por magia negra. Pensarán que fui yo y me desangrarán para beber mi sangre como si fuera vino —acotó con asco y rodé los ojos.

No era un lindo escenario el que me estaba mostrando.

Lo tomé del brazo con mucha fuerza y lo detuve. Me miró desde su alta estatura pero no dejé que me intimidara.

—Lo vas a salvar —ablandé mi mirada. Quizás si lo sobornaba con mis ojos él estaría más empático—. Por favor, Ryan, no dejes que su muerte sea permanente -lo abracé con fuerza—. Hizo cosas muy malas y lo sé, no creas que no, no creas que porque me gusta tengo la mente cegada. No sabes lo que Chase debe haber pasado en el infierno, no sabes siquiera cómo es que él terminó convirtiéndose en un vampiro. Dijeron que tres años en el infierno, expuesto al dolor, a la ira, al remordimiento y a todas las cosas malas te cambian. No puedes juzgarlo del todo porque él ha sufrido mucho también.

Hubo algo en la mirada de Ryan que me transmitió un sentimiento que no pude ser capaz de descifrar, y eso que ponía todo mi empeño en averiguarlo. Era tan extraña la forma en la que se había tensado... porque dudaba que fuera empatía lo que estuviera sintiendo.

Yo no quería que él quisiera o aceptara la naturaleza de Chase, sólo quería que le brindara un poco de su ayuda para liberar al chico de ojos azules de un lugar en el que sólo se siente el dolor. 

Suspiró después de un momento y yo le copié. De alguna manera, que se tardara tanto para hacer algún movimiento me estaba dejando inquieta, me ponía ansiosa. Ese suspiro no era una respuesta, pero yo la tomaba como una.

—No será fácil. Tardaré un rato largo. Unas horas, quizás. Pero no puedo hacerlo solo o el poder me consumirá y yo podré... morir y... terminar como él. No se sabe si vas al infierno, pero...

—¿No se sabe?

Negó con la cabeza, nervioso.

—No. No está confirmado. Pero se cree que al morir por magia negra te vas allí. O por ser un pecador.

Fruncí las cejas y arrugué la nariz.

—Entonces tú no vas a ir allí si te pasa algo. No eres pecador.

Rascó su nuca.

—Pero estoy contagiado por una peste. Con eso creo que ya te dije todo.

Suspiré.

—¿Cuánta ayuda necesitas?

—La de Luke y Jason estaría bien, pero el tema es ver si quieren. Apenas has logrado convencerme a mí, y creo que quienes odian más a Chase son ellos. Dudo que quieran ayudar.

Solté una maldición.

Era muy cierto lo que Ryan me decía. Esos dos odiaban mucho a Chase, y cuando se enterasen de la muerte del vampiro estarían saltando de una pierna y lo sabía. De sólo pensar que entraría en ellos la felicidad me provocaba un mal sabor de boca y un dolor en el estómago. Festejar la muerte alguien no está bien. Eso no se hace.




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