Atracción Destructiva

Capítulo cuarenta y nueve

Skyler:

Jamás imaginé que estaría abrazando a Chase y mucho menos que él me correspondería. Sus brazos rodeando mi cuerpo era algo muy placentero. Yo era pequeña y él muy grande, lo que hacía que me sintiera segura de esa manera. El silencio inundaba la habitación pero no nos incomodaba, o, al menos, a mí no lo hacía. Concentrarme sólo en los latidos relajados de su corazón era tranquilizante y me daban ganas de quedarme así por mucho tiempo.

Chase soltó un suspiro.

No sé qué era lo que pensaba pero tampoco quise preguntar nada. Estábamos muy tranquilos los dos, disfrutando de un contacto que nunca antes nos habíamos dado. No quería arruinarlo con mis palabras.

Era curioso el giro que dieron las cosas en un tiempo, porque al principio no nos podíamos ver y ayer moví cielo y tierra para que él reviviera y ahora estábamos abrazados, como si fuésemos los mejores amigos de toda la vida. Él y yo empezamos con el pie izquierdo. Quizá ya era hora de que siguiéramos con el derecho.

Aprecié las cosquillas de mi estómago al darme cuenta de que estaba tocando sus tonificados músculos. En ese momento me imaginé un par de cosas y me alegré de que él no leyera los pensamientos, porque eso habría sido demasiado vergonzoso y hubiera provocado que yo quisiera vivir bajo una roca para no volver a verlo en la vida. Una de sus manos me acarició el cabello con ternura y respiré profundamente al cerrar los ojos. Me daba curiosidad ver sus ojos, quería ver si seguían siendo los mismos de ayer, pero también me contuve. Apliqué un poco de fuerza en el abrazo y él, para mi sorpresa, me dio un beso en la coronilla.

Estaba aliviada de saber que todo funcionó, que ahora estaba abrazándolo, que él ya no corría peligro alguno.

—Gracias por ayudarme. Sé que tú tuviste mucho que ver —interrumpió el silencio y sus manos dejaron de tocarme. No quería que dejara de hacerlo, quería decirle algo al respecto, pero se sentó en la cama y dio unas palmaditas en el colchón para que me sentara a su lado.

Esta es la primera vez que me quedaba sola en un cuarto con un chico sexy. La vez en la que estuve en su habitación fue cuando Jason intentó dejarlo sin aire, así que no contaba. Además, después, Chase me terminó espantando diciéndome que iba a beber mi sangre.

Me senté a su lado.

El poco espacio que nos separaba me ponía de los nervios. Su perfume llegaba hasta mis fosas nasales y lo apreciaba mucho. ¿Por qué todo de él tenía que ser caliente?

Noté que su pelo estaba algo mojado y que, además de oler a perfume varonil, también olía a jabón. Se bañó hace poco y, no sé, pero eso me generaba mariposas en el estómago. El calor subió a mis mejillas al ver su tatuaje del cuello; joder, ¿realmente tan perfecto tenía que parecer en lo que al físico se refería? Sus músculos resaltaban gracias a la remera blanca que hoy llevaba; era la primera vez que se vestía así, y eso le daba un toque de amabilidad. No es que yo juzgara a las personas por la ropa, pero ya sabíamos cómo era Chase.

—Sé que tú me ayudaste porque... oí tu voz mientras estuve ahí abajo.

Elevé las cejas.

—¿Oíste mi voz? —pregunté con incredulidad. Miré fijamente sus ojos y él me penetró con los suyos.

Asintió lentamente y pensé que bajaría la mirada, pero no lo hizo.

—Oí que dijiste «La herida no está tan grande». Sé que puede ser algo sin sentido para las otras personas, pero te oí. Lo juro. No sé cómo ni por qué, pero así fue. Tu voz sonó como un susurro en mi oído, creí que estaba loco, pero después tuve un atisbo de esperanzas. Tú me diste esperanzas.

Entreabrí los labios para decir algo, pero él se me adelantó.

—Dime que dijiste eso —suplicó.

Sí, yo había dicho eso el día de ayer. Lo recordaba a la perfección; lo dije cuando me acerqué a él después de que mis hermanos y Jason dejaran de hacer el hechizo. Ryan me pidió que no me entusiasmara porque eso podía no significar nada.

Asentí.

—Sí, yo dije eso. Es que me acerqué a verte y vi que tu herida de la cabeza ya estaba cerrándose.

Sonrió levemente, pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

—Gracias por ayudarme. De no ser por ti, sé que tu hermano me habría dejado muerto, tirado en algún callejón.

Suspiré.

Él tenía toda la razón.

—Ryan no es tan malo —aun así lo defendí. Era la cruda verdad pero no quería ir en contra de mi hermano. Fue arisco al principio pero ayudó a que Chase hoy esté vivo, hablándome y mirándome.

—Sé que no, lo hace porque no me puede ni ver. Estúpida guerra entre vampiros y brujos, lo sé —rodó los ojos y apartó la mirada. Hice lo mismo cuando algo encima de su cómoda me llamó la atención. ¿Era una caja de preservativos?

Me puse incómoda.

—Fue muy lindo que, a pesar de las cosas malas que han pasado entre nosotros dos, tú me hayas ayudado. Me sacaste del auto, te quedaste conmigo, e hiciste que hicieran un hechizo para sacarme del infierno.

Lo volví a ver cuando pronunció esa palabra.

—No es nada —le dije con sinceridad—. No merecías morir.

Suspiró con dolor y se tocó el pelo con nerviosismo.

—A veces no sé... —respondió.

—No voy a decir que me gusta las cosas que haces, pero tú no te controlas, Chase. No te puedes...

—Hay cosas que hice que tú no sabes. Cosas que pasaron antes de ser un vampiro —me cortó con molestia. ¿Se molestaba conmigo o con él? Soltó otro suspiro—. Lo siento, el tema no es contigo.

—No te preocupes —me animé a acariciarle la espalda—. ¿Sabes...? Luke y Jason también me ayudaron.

Eso pareció captar mucho su atención. Esbozó una sonrisa de incredulidad.

—Jason jamás haría tal cosa —negó—. Ese idiota me odia con todo su corazón.

Lo miré mal.

—Oye, ese idiota es mi amigo y de verdad te ha ayudado. Lo hizo por mí —defendí. Chase expandió su sonrisa y dejó a la vista sus perfectos dientes. Tenía celos de su dentadura.




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