Atracción Destructiva

Capítulo sesenta y dos

Skyler:

De vez en cuando dejaba de mirar las casas que íbamos dejando atrás para observarlo a él. Chase tenía la mirada perdida en el camino, parecía estar pensativo y me pregunté qué divagues pasaban por su mente. Permití que una sonrisa apareciera en mi rostro; Chase se veía bien estando concentrado en otra cosa. Me gustaba ver el costado derecho de su cara, la forma en la que sus cejas se fruncían y la manera que tenía de sostener el volante del auto con precisión.

—¿Se puede saber por qué me miras? —me preguntó, aún con la mirada en el camino.

Me encogí de hombros y subí las piernas al asiento.

—Sólo te miro.

—Pero, ¿por qué? —me miró un segundo—. Pareces acosadora.

—No tiene por qué existir una razón.

—La mayoría de las cosas tienen una razón.

—Esta no. Me gusta mirarte, nada más.

Sonrió de costado y desvió los ojos de la calle para verme.

—Esa es una razón, Skyler.

Bueno. Entonces sí existía una.

—¿Qué significa tu nombre? —preguntó.

Fruncí las cejas y lo miré con curiosidad.

—¿Qué?

—Estaba pensando en los significados de los nombres. ¿Qué significa el tuyo?

—Significa fugitivo. De hecho, investigué sobre ello hace poco para una tarea de literatura.

Chase hizo una mueca.

—¿Haces la tarea? —rodó los ojos.

—A veces. ¿Tú no?

—No. Le pido a Nate que la haga por mí. Es bueno en todas las materias. Para los exámenes sí estudio, pero a la tarea nunca la hago. Me aburre. Tengo cosas más importantes que hacer. Como beber sangre, por ejemplo.

—Tengo un novio muy irresponsable —comenté con una sonrisa.

Por momentos se me hacía difícil de creer que las cosas que estuvieron pasando en los últimos dos días fueron reales. Tuve mi primera vez y ahora, ese chico al que le entregué algo muy íntimo y especial para mí, se convirtió en mi novio. Sabía que a Chase se le hacía un poco estúpido esto del romanticismo, eran muchas cursilerías para él, ya con la personalidad que veías a kilómetros te dabas cuenta, pero aun así, él pensó en mí, en que estas cosas eran bonitas para mí. Lo valoré demasiado. Era la primera propuesta que tenía de alguien que me importaba más de lo que quería admitir. Y encima me dijo que me quería. ¿Podía ser esto más perfecto? Me sentía feliz, a pesar de saber que cuando llegara tendría un golpe de realidad. El día de ayer se me pasó tan rápido... No quería llegar a mi casa porque sabía que eso significaría dejar de verlo. No quería despedirme de él hasta el lunes.

—Y, ¿el tuyo qué significado tiene? ¿Has investigado?

—Chase, en inglés, significa persecución. Mi nombre es un francés antiguo. Significa cazador. Es curioso, ¿sabes? Tú eres una fugitiva, yo soy un cazador, te persigo.

—Creo que nuestros nombres van con lo que somos —asentí, permitiendo sin querer que los malos sentimientos me invadieran—. Digo, tú persigues a una abominación. Yo soy esa porquería, yo soy quien huyo. O, bueno, eso seguramente tendré que hacer pronto.

—No digas eso, Skyler. No permitas que las malas vibras entren en ti.

—Lo dice el chico que sufre de depresión —le contesté, y me arrepentí de inmediato. No lo dije de mala manera, incluso mi tono no fue malo, pero fue un comentario que estuvo de más sabiendo las cosas que Chase estaba pasando últimamente. Vivía constantemente en una pesadilla.

Él sólo me miró un momento, sin decir nada, y luego giró la cabeza para centrarse nuevamente en el frente.

Me bajé del auto casi diez minutos después. Me despedí de Chase con un beso en los labios, uno corto que me dejó con ganas de seguir profundizando las cosas. A él lo noté un poco raro, y probablemente fue por culpa de mi comentario, por lo que me vi obligada a disculparme y a aclararle que no lo hice de mala.

Toqué el timbre de la casa de Violett.

—¡Al fin vuelves, Skyler! —dijo apenas me vio—. ¡Te he estado llamando miles de veces, pero no respondías! —parecía preocupada, y eso rápidamente me alarmó y me puso de los nervios.

—Perdón, es que lo tengo apagado. ¿Pasó algo? —pregunté. Violett miró por encima de mi hombro para ver el auto estacionado de Chase.

—Será mejor que vayas a casa, Skyler. Los dos, en realidad. Tu madre vino temprano a recogerte, y por supuesto, tú no estabas aquí. ¡Se puso como loca, mujer! Me dijo de todo.

¿Qué?

Mierda. No.

—¡Mierda! —espeté.

—Se puso como loca —repitió.

—¿Qué le dijiste?

—¿Qué querías que le dijera? La verdad. Habría inventado algo no de haberme puesto tan nerviosa. Perdona por no poder cubrirte.

Maldije para mis adentros. En mi mente aparecieron miles de malas palabras dirigidas a quien sea que controlara el destino. Pero supongo que esas maldiciones iban directas a mí misma. Esto era el karma por haberle mentido a mi madre sobre quedarme a dormir en la casa de Violett. Sometí a mi amiga a un momento de incomodidad y a la furia de mi madre. Y nos sometí a Chase y a mí a una lucha contra mi familia. Si antes no aceptaban a Chase, ahora mucho menos.

—No importa —dije y salí corriendo hasta el auto de Chase. Tenía que ir a casa, no quería hacerlo, me daba un miedo terrible tener que enfrentarme a la furia de mi madre y los chicos, pero tenía que dar la cara.

Esa presión fea en el pecho estaba instalada en mí y parecía no tener ganas de irse. Hasta contenía un nudo en el medio de la garganta por culpa del miedo. Me iban a castigar por meses. Me iban a prohibir ver a Chase. No me importaba si me pedían que limpiara como sirvienta cada rincón de la casa o que me quitaran el celular, la computadora, o la televisión, pero con Chase era otro tema.

Cerré de un portazo cuando me subí.

—¿Escuchaste lo que dijo?

—Sí —afirmó con la cabeza—. Presiento que tu familia me querrá matar, pero iremos a tu casa a dar la cara.




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