Atracción Destructiva

Capítulo setenta y tres

Skyler

—Cenaremos en el restaurante de unas cuadras de aquí. Recuerda que somos todos brujos, si pasa algo, nuestro poder unido sentirá que algo anda mal y vendremos a tirar la puerta abajo —me advirtió Ryan desde el asiento del piloto una vez que estacionó frente a la casa de los White.

—Chase la quiere mucho y Andrew es el más responsable y cuerdo de todos ellos —habló Sara a mi lado. Jason se encontraba a un lado de ella y Luke estaba en el asiento del copiloto. Una leve música que le gustaba a los chicos sonaba dentro del auto.

Sara parecía superenamorada de Andrew, la manera en la que sonreía al hablar de él era auténtica y sincera. Salían desde hacía unos meses y justamente formalizaron la relación hace algunos días. Ahora que estaba a punto de entrar a la casa de Chase a conocer a sus padres, me daban ganas de pedirle a mi hermano que diera la vuelta y regresáramos a la casa o que fuéramos a comer todos al restaurante, pues una bola de nervios se instalaba en mi estómago, pero no podía ser así de cobarde y huir. Fui yo quien insistió para que esta reunión sí pasara.

—Qué lástima que tú no puedas venir conmigo —le dije a mi prima y asintió.

—Pienso lo mismo, pero bueno, es mejor así, Ryan tuvo razón cuando me dijo que me estaba exponiendo mucho al salir con Andrew. Si sus padres se enteran que su hijo vampiro sale con una bruja, por más que yo no pueda quedar embarazada, les dará algo. —Sacó el tema como si no le pesara en lo absoluto y me sorprendí un poco por ello—. He hablado con Andrew y tomaremos las cosas con calma hasta que logremos salir de este pueblo de mierda y vayamos a una ciudad en la que nadie nos conozca y podamos salir a caminar sin miedo a que alguien nos vea. Además, ya sabes que a pesar de no ser estéril, aunque sea complicado, hay un pequeñísimo porcentaje de poder, y pues... toda la vida sobrenatural es más estricta.

—Joder, ser humano es más interesante y mejor —acoté.

—Sí —concordaron mis cuatro acompañantes exactamente a la misma vez y luego se rieron.

—Nos llamas cualquier cosa.

—Sí, Jason —sonreí y me bajé del auto. Sentí el aire fresco golpeándome y respiré con firmeza, armándome de valor para caminar hasta la entrada de los White.

Cuando llegué toqué la puerta. Quería quedarme parada unos segundos antes de llamar a la puerta, necesitaba preparación mental, esto era muy nuevo para mí, pero no iba a quedarme como estatua mientras los demás me observaban desde el auto.

Escuché la puerta abrirse y mi mirada se conectó con la de Sam.

Mierda. Se suponía que Chase sería el que me abriría.

Sam me miró de arriba abajo y rodó los ojos.

—Hola —saludé, aun así.

Sam me dejó pasar mirándome mal como siempre y me pregunté qué pasaría si yo le daba un golpe en la mitad de la cara. Probablemente me habría echado a patadas de la casa.

—Hola —dijo Chase bajando las escaleras con rapidez. Se acercó a mí y me dio un beso en la boca.

—Hola —respondí.

—¿Te sientes nerviosa?

—No —le mentí, y él se dio cuenta. Lo supe por cómo sus labios curvaron una sonrisa.

—Soy vampiro, escucho tu corazón —me recordó y mis mejillas se colorearon—. Si mi padre te pone incómoda, me dices y nos vamos a otra parte.

—Chase, no quiero que empieces una pelea, ¿de acuerdo?

—No te prometo nada —respondió, tomándome de la mano y llevándome a alguna parte de la casa.

Cruzamos la sala y llegamos al comedor, donde una mujer de pelo negro largo, ojos verdes y al parecer de unos treinta y pico de años físicos, aparecía mirándome con una sonrisa plantada en el rostro.

—Skyler, hola, un placer conocerte, soy Madeline, la madre de Chase —me abrazó con fuerza. Madeline con solo verla irradiaba simpatía, así que ahora comprendía a lo que Chase se refería cuando me hablaba de ella.

Madeline me generaba confianza. Aunque eso no significaba que no me daba vergüenza esto de las presentaciones.

—Chase dijo que eras bonita, pero no pensé que lo eras tanto.

—¿Chase dijo que soy bonita?

—Sí, cuando le pregunté cómo eras, porque ya lo conocerás, siempre es muy cerrado en todo. Hay veces que aquí ni habla, ya te imaginarás —se separó de mí.

—Mamá —Chase la regañó.

—¿Qué? —miró a su hijo—. Es la verdad, eres muy cerrado, Chase —respondió ante la mirada de mi novio.

—No lo soy —negó.

—Sí, sí lo eres —concordé con Madeline.

Chase rodó los ojos y me acercó hacia él para pegar mi espalda a su pecho y rodear mi cintura y con sus manos firmes.

—¿Dónde está papá?

—Aquí estoy, hijo —dijo una persona a nuestras espaldas.

Cuando nos dimos la vuelta, vi que el padre de Chase se apoyaba en el marco de la entrada del comedor y sostenía una sonrisa bastante falsa en su semblante. Sus ojos bajaron a los míos de una manera malintencionada.

Caleb White era igual de alto que Chase, pero si Chase con solo mirarte mal era aterrador, ni hablar de Caleb. Claramente mi presencia allí a él no le gustaba en lo absoluto y eso me ponía incómoda. Sabía que yo no le agradaba por ser una Rice, pero no pensé que se pondría todo tan tenso.

—Skyler, ¿cómo estás? —preguntó, y no pude evitar pensar que, si le decía que me estaba muriendo, él le pondría feliz—. Soy Caleb, el padre de Chase —se acercó a mí y, al contrario de Madeline, solo tomó mi mano para estrecharla.

Pero tampoco es como si yo esperaba que me abrazara.

—Estoy bien, gracias —contesté—. Un gusto.

Caleb pasó por mi lado con si nada y entró en la cocina. La recordaba bien porque el día de la fiesta que los White organizaron, Chase me había traído para darme de beber.

Caleb me miró con recelo y me urgieron las ganas de escribirle un texto a Ryan para que me recogiera y fuésemos a cenar a otra parte. La idea de cenar con mis hermanos, con Sara y mi amigo Jason, comiendo papas fritas y tomando un refresco se veía muy tentadora.




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