Chase
—Conduciré yo —le aclaré a Nate cuando salí junto a él de la casa.
—Protestaría por el hecho de que es mi auto, pero como estás a punto de meterte en un ritual y es probable que no regreses, no me quejaré —bromeó con su humor tan característico.
No le di mucha importancia al comentario de Nate y me subí a su auto. Extrañaba tener el mío propio, extrañaba mi Audi, y me dije a mí mismo que si salía vivo del ritual en el que me había metido, gastaría mis ahorros y me compraría algún auto.
La noche había caído en el pueblo de Hasser y el frío venía con ella, pero me gustaba y me relajaba un poco. Me sentía tenso porque tenía que volver al infierno, sabía bien que las cosas allí no estarían nada lindas, sabía que tendría que pagar algún precio grande. No quería morir para siempre y quedarme atrapado allí toda la eternidad.
Arranqué el auto y vi que los chicos iban en la camioneta con nuestros padres. Todos parecían nerviosos por mí, tenían miedo de que las cosas terminaran mal, de que yo no despertara, tenían miedo de no volver a verme más. Podía sentir el corazón acelerado de mi madre y hasta olía su miedo. Y eso me recordó a Skyler.
Si algo me había dicho antes de salir de la casa, es que no quería pensar en ella, en cómo su mentón temblaba la noche anterior cuando el idiota de mi padre le dijo lo que esta noche iba a pasar. Ella se había aferrado a mi cuerpo después de insultarme, y por cómo me abrazaba y me suplicaba que no hiciera esto porque no quería perderme, le había hecho comprender que, en realidad, lo que yo iba a hacer era lo correcto.
Nunca antes me había importado una persona como Skyler, jamás en la vida alguien me había tocado el corazón de una manera inentendible. Nunca alguien me había hecho querer cambiar mis actitudes y abrirme de manera completa. Porque si Skyler no fuera lo suficientemente importante para mí, hoy yo no estaría haciendo esto, no estaría yendo derechito al matadero... Si ella no me importara ya les habría dicho a todos lo que es.
La quería demasiado.
Y aunque ella no lo entendiera y me tratara de estúpido, lo hacía porque la quería. Y esta era una de mis formas para demostrárselo.
—¿Y Skyler?
—En su casa, con su familia.
—¿Ellos saben lo que harás?
—Sí, Sky se los ha dicho.
—Quizá de esta forma te acepten.
—Quizá —asentí.
Nate no dijo nada por un momento, pero se lo notaba pensativo y algo nervioso.
—¿Qué te pasa? —le pregunté.
—¿Por?
—Porque estás inquieto.
—Estoy preocupado por lo que pueda pasarte. ¿Estás seguro de hacer esto?
Encendí la radio por si acaso. No sabía si mis padres escuchaban mi conversación con Nate, así que si lo hacían, la radio obstruiría el sonido de la charla y ellos no tendrían ni idea del tema de conversación.
—Tengo que hacerlo por Skyler.
Sopesó mis palabras y después soltó una risita irónica.
—¿Qué? —pregunté, doblando por una esquina y entrando en la carretera.
—Es raro cómo todo ha pasado, antes no la querías y ahora haces esto por ella. Antes eras todo un tóxico.
—Antes hacía cosas malas porque no tenía control de mí mismo, mis impulsos y pensamientos me ganaban. Tal vez mi corazón esté oscurecido por todos estos negros años de vida, pero ahora que no estoy sufriendo cambios extremos de humor, sé diferenciar lo bueno y lo malo.
—Y, ¿cómo vas con la depresión extrema que sientes?
Rodé los ojos.
—Intento que no me afecte. Al menos no por hoy.
—¿Estás diciéndome que tienes ganas de encerrarte otra vez en tu cuarto y no ver la luz del día por días? —me observó serio.
—Exactamente —asentí, intentando olvidarme de su pregunta.
Quince minutos después me introduje en el bosque y manejé hasta divisar a lo lejos el edificio de la asociación. Más que un edificio, era una casa, una mansión. Según sabía, fue construida en el año 1940 cuando los brujos llegaron al pueblo Hasser. Fue construida sobre un antiguo cementerio.
Sonreí al pensar que, si le enseñase esto a Skyler, le daría miedo pisar la propiedad porque pensaría que algún fantasma la seguiría. Y, a decir verdad, según la leyenda y algunos testimonios de brujos y vampiros, cientos de veces se han sentido presencias oscuras en la noche o en fechas específicas como Halloween. Y no digo que no sea verdad, porque en el mundo sobrenatural sí existen, los demonios también, los vampiros igual, los brujos, y varias otras especies. Aunque yo nunca presencié la presencia de ningún fantasma. Ni yo ni mi familia.
Me bajé del auto junto a Nate al momento en que papá estacionaba la camioneta detrás de nosotros. Había muchos autos rodeando la viaja pero cuidada mansión, al igual que muchas luces encendidas alumbrando toda y más allá de la propiedad.
Nos metimos en la casa y de inmediato sentí cómo varios brujos me miraban con poco disimulo. Claro era que les resultaba extraño que el White más problemático estuviera a punto de ser el voluntario de un poderoso, peligroso y oscuro ritual. Todos me tachaban de monstruo.
Pero no podía culparlos.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Chase? Aún no te han hecho nada para meterte en el ritual, tienes tiempo para salirte de esto. Es peligroso y bien lo sabes —la voz de mi madre era de súplica.
No iba a mentir.
Sabía que meterme allí era algo bastante jodido.
Pero la decisión estaba tomada.
Hacía esto por Skyler.
No iba a permitir que otra persona se ofreciera como voluntario, no cuando se trataba de averiguar alguna manera para matar a mi novia.
—Estoy seguro, mamá —respondí firme.
Hizo una mueca de disgusto, pero asintió. Estaba afligida, pero nada de lo que ella me dijera iba a hacerme cambiar de opinión.
Menos ahora.
—Chase, hola —dijo una mujer acercándose a mí y a Nate.