Atracción Destructiva

Capítulo setenta y ocho

Chase

—¿Seguro te sientes bien? —me preguntó Skyler por millonésima vez mientras levantaba la cabeza de mi pecho para mirarme a la cara.

Simplemente asentí porque no quería hablar más del tema, ya le había dicho a Sky lo mismo que a los demás, pero ella se empeñaba en escarbar para encontrar hasta el más mínimo detalle. De un movimiento hice que volviera a su posición anterior. Tampoco quería que me mirase fijamente.

—Estoy bien. Por favor, ya no preguntes. Quiero olvidar que he ido allí y he salido con un nuevo problema, ¿entiendes?

—¿Qué crees que sea lo que tengas ahora?

—Skyler —pronuncié su nombre con firmeza y algo de molestia. Esa chica era toda una curiosa.

Nos quedamos en silencio por algunos segundos.

—Perdón... —dijo después de un momento, y por la manera en la que aquella disculpa salió de su boca, me sentí mal, porque ella solo intentaba comprender la situación a fondo, se preocupaba muchísimo por mí, y yo solamente dejaba que la irritación llegara rápido a mi cuerpo y tomara el control de mis palabras.

Rodé los ojos.

—No, perdóname tú a mí, no quise hablar mal.

—Y yo no quise parecerte una pesada, solo quería saber un poco más. Tengo un enigma en la mente. Intento entender qué puede ser lo que tengas ahora, me asustaste un montón cuando dijiste que habías matado a tu familia.

No respondí. No quería volver a decirle que no sabía lo que me pasaba, porque bien sabía que la locura estaba llegando a mí por haber ofrecido mi alma a un demonio para intentar salvar a mi novia. Yo sabía que mi alma estaba oscureciéndose poco a poco, sabía que algo en mi interior estaba cambiando con el correr del tiempo, pero luchaba por mantenerme cuerdo, y seguiría intentándolo, al menos hasta que llegara el día en que le disparáramos a Skyler en el corazón para salvarla. Si les decía lo que en verdad pasó en el inferno, todos me juzgarían, y todos intentarían buscar la manera de salvarme, y es algo que no se me apetecía ver, porque bien sabía que lo que me pasaría no tenía remedio alguno.

Mi destino estaba escrito: mi alma se quedaría por siempre en el infierno. Sería un sirviente del diablo. Alguien engañoso. Un desalmado.

—Tranquila —besé su cabeza.

La mañana amenazaba con llevarse las estrellas de la noche despejada. Con la chica a mi lado disfrutábamos de la fresca brisa que golpeaba contra nuestra nuestro cuerpo. El plan era quedarme a dormir en su casa, los dos necesitábamos descansar, porque dentro de unas horas tendríamos que planear bien un par de temas, pero la idea de subir al techo a mirar el cielo fue tentadora para ambos. No era precisamente el lugar más cómodo para estar recostados, la manta que pusimos no era de gran ayuda, pero aquella incomodidad en la espalda valía la pena.

—Chase...

—¿Qué?

—Tengo miedo. Miedo de que todo salga mal. Miedo de morir permanentemente.

Tomé su mano y la entrelacé con la mía.

—Haremos que salga bien.

—Pero, ¿y si...?

—Haremos que salga bien —repetí—. Lo haremos. Todos lo haremos.

—Un minuto es muy poco para retirar una bala, ¿no te parece? Muchas cosas malas pueden pasar. No quiero morir —se le cristalizaron los ojos—. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?

Lo mismo me preguntaba yo.

—Tranquila...

—No puedo estar tranquila, Chase. Además, tú mañana tienes que irte del pueblo. No podremos vernos. No estarás conmigo cuando esto pase.

—No, sí que estaré ahí contigo. Le diré a mis padres que tomaré un rumbo distinto, que buscaré en otra parte de la ciudad.

—A tu padre no le gustará tu idea —hizo una mueca.

—Mi padre puede irse a la mierda.

Skyler

Cuando me desperté, Chase no estaba a mi lado, me encontraba sola en medio de la oscuridad de mi habitación. Me levanté algo confundida y sintiéndome un poco rara y corrí las cortinas para que el sol se adentrara. Achiné los ojos al momento en que los rayos me pegaron en la cara y me alejé para vestirme y cepillarme los dientes.

Sentía demasiada hambre, el estómago me rugía, el dolor de cabeza me estaba matando y escuchaba voces provenientes de la planta baja que me ponían de los nervios. Quería silencio, y aunque no entendía bien qué era lo que decían, quería que se callaran.

Me até una coleta y bajé las escaleras. Todos me miraron.

—Buenos días, Skyler. ¿Cómo te sientes?

—Bien, mamá —le sonreí, pero la sonrisa se me borró cuando me dio una puntada fuerte en la cabeza. Me sostuve para no caer de las escaleras.

—¿Qué pasa, Sky? —Chase se levantó del sofá.

—Nada, estoy bien —mentí, y luego mi respiración se volvió agitada y mi visión se nubló.

Algo conmigo no estaba bien, y por las voces raras que empecé a oír, creo que era porque el efecto del suero que mamá y los chicos prepararon estaba dejando de hacer efecto. Y sí, era lógico, ya habían pasado días, era de esperase que esto empezara a pasar otra vez. Si tan solo me hubiera contenido aquel día... Si tan solo no me hubiera alterado tanto esto no estaría pasando hoy. No estaría perdiendo el control de mí misma.

Me senté en el último escalón e intenté controlarme.

—¿Segura? —preguntó Luke.

—Sí, segura —fingí una sonrisa—. ¿De qué hablaban?

—Siéntate con nosotros, amor —me llamó Chase, haciéndome una seña para que me acercara a ellos.

Me quejé mentalmente y me sostuve de la baranda para levantarme y caminar hacia ellos a pesar del creciente mareo. Tomé asiento al lado de Chase. Estábamos todos los Rice presentes.

—¿De qué hablaban? —formulé nuevamente.

—En casa papá tiene armas, están en el sótano. Robaré una bala de plata de su colección y la traeré de inmediato. Nate, Sam y yo donaremos sangre, que es lo que faltaría para tener la bala lista. Tu madre y tus hermanos donarán su sangre también, así que ya tendríamos los ingredientes necesarios. Luego quedaría esperar tres días.




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