Atracción Destructiva

Epílogo

Skyler:

Llevaba soñando con esa noche desde que me ingresaron al hospital esa misma madrugada. El sueño se repetía en cualquier horario, y en él, transcurría cada detalle de lo último que recordaba haber pasado y pensado antes de cerrar los ojos.

Ya eran cinco días de ello. Cinco días desde que era únicamente una bruja. Cinco días desde que me apuñalaron. Cinco días desde que maté a Chase White.

No podía parar de llorar. Abría los ojos y las lágrimas simplemente caían, me sentía como la mierda, me sentía culpable, me sentía lo peor del mundo. Había matado a la persona con la cual quería estar toda mi vida. Quería estar con él, quería que él volviese a existir, que él volviese a la vida y me diese aquellos abrazos tan reconfortantes y que me dijera que el dolor pasaría, que era fuerte y que todo volvería a la normalidad... Pero no.

Lo único que me quedaba de él eran simples recuerdos, momentos estructuradamente complejos y otros momentos tan simples pero tan bellos a la vez. Me dolía no poder tenerlo a mi lado, durmiendo en la cama, oyendo su voz murmurándome cosas sucias al oído, recordándome cuánto le gustaba mi culo pequeño, hasta sus comentarios molestos para hacerme saber una vez más que no le gustaba para nada el perfume que mi hermano me regaló.

Incluso extrañaba al Chase maldito, al mezquino que no me quiso prestar una lapicera en una de las clases que compartíamos, a ese que me hizo creer que iba a besarme luego de clase y también sus constantes insultos hacia mi mejor amigo por creer que él estaba perdidamente enamorado de mí.

Chase era todo para mí. Y sabía bien que me quedaban muchísimas cosas por saber de él, cosas que en algún momento iba a confesarme, y cosas mías del pasado que en algún momento iba a querer compartirle. ¿Ahora quién me escucharía como lo hacía mi primer novio? Me rehusaba a pensar que él fue mi primer amor y que luego encontraría a mi verdadero amor. No me agradaba la idea de pensarme con otra persona. ¿Era de terca pensar así?

¿Quién me haría el amor como él me lo hacía? ¿Qué otra boca podría saber como la de Chase? ¿Qué otro chico podría ser Chase? Ninguno. El dolor hablaba por mí, lo sabía, incluso los que me rodeaban me lo decían, pero no era solo el dolor el que lo hacía. Era yo, era esa Skyler que prácticamente se había ido con él, eran mis últimos suspiros, mi último aliento. Cada día desaparecía más y más, cada día moría y moría. Mi corazón estaba con Chase, y siempre sería así. Mi cuerpo sanaba rápidamente, pero aquella marca que mi novio me dejó en el abdomen, era la cicatriz que tendría hasta que muriera, era la cicatriz de una grieta que conducía a mi corazón y al camino de los oscuros recuerdos.

Lo peor de todo... era que yo sola lo había echado de este mundo. No podía parar de repetirlo en mi mente. Todo había sido mi culpa.

Me sequé una lágrima y me acomodé el vestido negro.

—Te ves bonita —escuché la voz de Chase, y rápidamente me di la vuelta para verlo, pero no era Chase, era Jason.

A veces oía voces de otras personas y la confundía con la de Chase. Me estaba volviendo loca. La culpa era la que no me dejaba en paz. Y mi amor por él era lo que me condenaría de por vida.

Lo nuestro era más que un simple amor.

—Hola, Jason.

Se acercó a mí y besó mi cabeza. Odiaba que fuera tan alto.

—Pareces decepcionada de verme —acotó, sentándose en la cama.

—Lo siento, es que yo creí que eras otra persona.

—¿Creíste que era... él?

—Sí —dije simplemente, y me miré una última vez en el espejo. Luego me senté a un lado de Jason.

—Te ves bonita de negro.

—Gracias. Aparte de vestirme de esta manera porque vamos a un funeral, me visto de negro porque era el color favorito de Chase. Tú sabes que era muy raro verlo con ropa de otro color.

Jason sonrió.

—Yo nunca lo he visto con una remera de otro color.

—Yo sí —sonreí—. Y te dejaba babeando cuando lo veías.

—A ti, quizá.

—A todos —lo corregí.

Me dio un leve codazo.

—A mí no, para mis ojos él era feo.

Por primera vez en esto días, me reí un poco y Jason lo notó, me di cuenta de ello, pero él no hizo mención al respecto y se lo agradecí mentalmente.

—Eso es porque no te gustan los chicos y porque estabas celoso de su guapura.

—No, para mí en serio era feo.

Rodé los ojos.

—Celoso.

—Babosa —peleó.

Mamá golpeó el marco de la puerta de mi cuarto. Me sonrió levemente.

—Cielo, ¿estás lista?

No. No estaba lista para hacer esto. No podía imaginarme la idea de enterrar a mi novio. Me sentía estúpida por esperar que esto fuera una pesadilla, si ya hace días atrás había quedado clarísimo que no lo era ni lo sería. Respiré profundamente porque me vi con la necesidad de desviar el nudo de mi garganta porque no quería llorar frente a nadie. Quería llorar pero quería hacerlo en soledad, en mi cuarto, sobre la cama, y en medio de la oscuridad.

Estaba deprimiéndome.

—Sí —me limité a contestar y le regalé una simple sonrisa.

Mamá entendía lo que era pasar por esto. Ella había perdido al amor de su vida también, a su compañero, al padre de sus hijos.

Esa madrugada en la que me ingresaron al hospital de urgencias, fue gracias a ella. Despertó de su sueño y me vio tumbada junto al cuerpo de Chase, desangrándome y luchando por seguir en la Tierra. Y algo más pasó en el momento en que quisieron levantarme del suelo, y es algo que desde que me lo mencionaron, pedía que me lo volvieran a contar porque me hacía sentir cierto consuelo, me hacía sentir que estaba cerca de Chase: mi mano se había aferrado a la de mi novio, y parecía que, a pesar de que él ya no estaba con vida y yo casi no tenía fuerzas, no queríamos separarnos. Luke me dijo que, en la vida sobrenatural, cuando dos corazones unidos por el mismo amor tienen que separarse, suceden cosas entrañas, cosas como lo que nos pasó a ambos. Eso refleja la verdadera unión que hubo en la vida, la conexión espiritual que traspasó a cada uno de nosotros. Lo nuestro sí era real.




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