Atracción Destructiva

Capítulo cuatro

Skyler: 

Terminaba de copiar la explicación de la pizarra cuando sentí que mi poco amigable compañero de banco me miraba. Sentía su mirada quemarme el costado izquierdo de la cara. Intentaba hacer como si no me daba cuenta, como si estuviese concentrada en lo que hacía pero era incómodo. También quería mirarlo pero no estaba realmente segura de si sería buena idea o si no. 

—¿Estás nerviosa? —susurró cerca de mi oído y yo sentí que un escalofrío me recorría todo el cuerpo. 

Lo miré. 

Sí me estaba observando.  

Mi mirada se clavó a la suya y puse toda mi concentración en el color de sus ojos. Qué bonito azul oscuro tenía. Me parecían los ojos más lindos que había visto en alguien. Le quedaban demasiado bien dada a la personalidad oscura que tenía. Estaba tan bueno que, parte mí, quería besarle. Y eso era raro en mí. No solía sentir mucha atracción las primeras veces que veía a un muchacho pero, con Chase parecía ser distinto. No sé qué me gustaba más; si sus labios color rosa pálido o si su sombría mirada.

—¿Qué? —pregunté, haciendo como si no le hubiese escuchado.

—¿Estás nerviosa? —volvió a formular. 

—¿Debería estarlo?

—No respondas una pregunta con otra. 

—No, no estoy nerviosa —mentí. Claro que sí lo estaba. Y más en ese momento. 

Me estaba hablando bastante bien a pesar de que quiso que me sentara en otra parte. Pero su voz, además de reflejar una total sensualidad, reflejaba presunción. Y yo detestaba que los chicos se comportaran de esa manera. 

—¿Segura? Tu corazón late con irregularidad y hueles a nerviosismo —dijo. 

Elevé la cejas mientras lo miraba. 

—¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Cómo puedes escuchar mis latidos y oler el nerviosismo? —pregunté, extrañada—. ¿Qué te crees que eres? ¿Un hombre lobo? —Rodé los ojos. ¿Cómo hacía para darse cuenta de mis estados emocionales?

Su presencia me ponía de lo más incómoda y me hubiese encantado sentarme con Jason en vez de con Chase. Al menos Jason era simpático, nada comparado con el hermano de White.  

—No. Qué tonterías dices —dijo, y me sentí como una estúpida. Preguntarle si se creía un hombre lobo fue demasiado bobo—. ¿Te pongo nerviosa?

—No —respondí con toda la firmeza que pude encontrar. Aunque eso no significaba que hubiera tenido éxito. Creo que no quedaba ni una pizca de firmeza en mi voz. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me estaba sintiendo así? 

Él tenía un comportamiento de idiota de primera y yo no podía rebajarme a sentirme chiquita al lado de él. Tenía que alejar todo ese nerviosismo que Chase me provocaba. 

Su presencia hacía mucho deparo en mi mente porque tenía esa cosa rara que no sabía explicar,  que me atraía pero a la vez me molestaba e incomodaba. ¿Cómo eso podía tener sentido alguno para alguien? Ni siquiera para mí lo tenía. 

Dejé de verlo para copiar lo que el profesor había empezado a escribir y dejé de sentir sus ojos sobre mí. Yo lo miraba de reojo porque quería ver si de momentos su atención estaba puesta en mi persona, pero no, sólo se dedicaba a escribir. 

Miré su cuaderno y observé su letra. 

Qué fea era. 

La mía no era de la mejor pero sin duda alguna estaba mejor formada que la de él. 

—¿Se te perdió algo? —preguntó de repente y algo dentro de mí se sobresaltó. El corazón volvió a un ritmo anormal pero intenté controlarlo como pude. Siempre que me asusto me empiezan a picar las axilas. 

Super raro, ya sé. 

No critiquen.

—Sólo miraba tu letra. Es muy fea —confesé pero él ni siquiera me dirigió la mirada. 

—La tuya tampoco es muy linda que digamos, niña. 

—Deja de llamarme "niña" —ordené en un susurro. 

Él no contestó y yo seguí copiando. 

¿Por qué será que las personas solemos ponernos tan nerviosas ante la presencia de cierta gente? Hasta incluso a veces llegamos a tener temblores en las manos, en las piernas... en todo el cuerpo.

No estaba tan acostumbrada a estas sensaciones. Las tenía como todas las personas pero, no solían pasarme éste tipo de cosas en la escuela a la que iba en cuarto año. Puede que el empezar el penúltimo año en un nuevo colegio con gente que no conocía y que hasta el momento muy agradables no parecían ser, a excepción de algunas personas, tuviera mucho que ver. 

Dibujé mamarrachos en el margen de la hoja para intentar que el bolígrafo rojo funcionara otra vez, pero el momento no parecía tirarme demasiada suerte. Mis intentos fueron un total fracaso. Al título lo había empezado a escribir con tinta roja y me había quedado a la mitad de la palabra y a la oración le faltaba un poco para quedar culminada. No quería escribir con otro color porque quedaría feo, así que, por más que el chico a mi lado me intimidara, tenía que pedirle que me prestara por un momento el bolígrafo. Obvio que había pensado en pedirle a Jason pero cuando giré la cabeza él estaba ocupando lo que necesitaba.




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