Atracción fatal: un amor que desafía la muerte.

Un deseo.

Ainara pasó sus manos por la bicicleta, cerrando los ojos y tratando de recordar algo, cualquier cosa, que la conectara con esa persona del pasado. Pero no logró recuperar ningún recuerdo. La frustración y la tristeza la invadieron, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Mauro, al verla así, se acercó con una expresión de dolor en su rostro. No podía soportar verla tan frágil y lastimada.

—¿Por qué lloras? —preguntó Mauro, con voz suave y llena de preocupación —tomando el rostro de ella.

Ainara abrió los ojos, sus lágrimas brillaban en la luz del atardecer.

—No recuerdo quién es esa persona especial —dijo con tristeza—. Y eso me duele, porque si es especial, debería recordarla, pero no hay nada.

Mauro sintió un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. Quería hacer todo lo posible para ayudarla, pero no que se sintiera mal.

—Quiero que me ayudes —pidió Ainara, con un tono suplicante.

Mauro sonrió, feliz de que ella se lo pida.

—Claro que te ayudaré, pimentón. Pero todo a su tiempo. No debes forzar tu mente, los recuerdos llegarán en el momento indicado, como cuando un pimentón cuando madura, en su propio tiempo y de la manera más dulce.

Mauro le acarició el rostro con ternura, y Ainara, sintiéndose vulnerable y confundida, le dijo:

—No deberías hacer eso, porque después me volveré adicta a ti y si eso pasa, tu novia podría molestarse, y luego me querrá asesinar por quitarle a su novio.

Mauro no pudo evitar soltar una risa, sorprendido y divertido por la idea de que Ainara pensara que tenía una novia.

—Pimentón, estoy de acuerdo en que alguien se va a volver adicto, pero seré yo a ti, y no te preocupes por mi novia, después te la presento, estoy seguro de que serán las mejores amigas.

La intensidad de sus palabras y la profundidad de su mirada hicieron que Ainara sintiera un vuelco en su corazón.

—No deberíamos estar haciendo lo que hacemos. Esto sería un ¿pecado? Tú tienes novia, y somos…

Mauro la miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de deseo y determinación. Con una voz suave y seductora, la interrumpió.

—Pecado sería si no probara esos lindos labios que tienes.

La cercanía entre ellos hacía que la tensión fuera palpable. Ainara no pudo evitar sentir una mezcla de emociones contradictorias: la moral y el deseo, la razón y el corazón. Pero en ese instante, la intensidad de las palabras de Mauro y la electricidad en el aire la desarmaron por completo.

Ambos, incapaces de resistir la atracción entre ellos, se besaron una vez más. En ese beso, se dijeron muchas cosas sin necesidad de palabras. La conexión entre ellos era innegable y la electricidad que sentían al estar juntos los envolvía en una burbuja de emociones.

Los labios de Mauro se movían suavemente sobre los de Ainara, transmitiendo una mezcla de ternura y pasión. Ainara sentía su corazón latir con fuerza, como si quisiera salir de su pecho y unirse al de Mauro. Cada segundo que pasaba, el beso se volvía más profundo y significativo.

Era como si el corazón de Mauro hablara directamente al de Ainara, comunicando sentimientos. En ese instante, el mundo exterior desapareció y solo existían ellos dos, envueltos en una danza de emociones que los conectaba en un nivel más profundo.

Ainara se sintió vulnerable y poderosa al mismo tiempo, entregándose completamente al momento. Mauro, por su parte, no podía ocultar la intensidad de lo que sentía por ella.

Cuando se separaron, sus frentes se quedaron unidas, respirando el mismo aire. Mauro, con una expresión seria, pero llena de ternura.

—Quiero pedirte un deseo —dijo en un susurro.

Ainara asintió, dándole permiso para continuar. Mauro la miró a los ojos y le pidió el deseo.

—Por favor, permíteme dormir contigo esta noche.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Ainara, y sus mejillas se sonrojaron de pura emoción y timidez. Sentía una mezcla de nerviosismo y peligro al escuchar sus palabras.

—Solo quiero dormir a tu lado. Te necesito, porque mañana empiezan las clases y estoy seguro de que a partir de ese día ambos enfrentaremos muchos desafíos. Necesito estar contigo esta noche para sentirme preparado.

Ainara se sintió conmovida por su honestidad y la vulnerabilidad que mostraba.

—Está bien, te permitiré dormir conmigo, pero no te atrevas a pasarte de la raya.

Mauro sonrió.

—Lo prometo, solo dormiré.

Después de la cena, la cual fue sin “novedad”, se prepararon para dormir. Mauro, sin siquiera tocar la puerta, entró en el cuarto de Ainara, solo tenía puesto un short y se lanzó en la cama con una sonrisa.

—Ven aquí conmigo, pimentón, ni creas que me pondrás a dormir en el piso —dijo Mauro, señalando el espacio a su lado.

Ainara, con dudas y una mezcla de emociones, se acostó junto a él. Aunque se sentía insegura, algo dentro de ella la impulsó a hacerlo. Mauro la abrazó, envolviéndola en sus brazos con una calidez y ternura que la hicieron sentir segura.

Ainara cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de la sensación de estar protegida. Mauro, sintiendo la tranquilidad que le daba tenerla cerca, también se dejó llevar por el sueño. Juntos, quedaron dormidos, dejando atrás por un momento las preocupaciones y los desafíos que sabían que enfrentarían al día siguiente.

Al día siguiente, Ainara se despertó con el sonido de la alarma. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba sola en la habitación. Se levantó rápidamente, se arregló y preparó su bolso, dándose cuenta de que necesitaría pedirle dinero a su padre y que pronto debería encontrar un trabajo para costear sus gastos.

Bajó a desayunar y se encontró con toda la familia reunida en la mesa. Mauro la saludó con su característico sarcasmo que no podía faltar.

—Buenos días, pimentón. ¿Dormiste bien?

Ainara le lanzó una mirada de reproche, pero no pudo evitar sonreír. Mientras desayunaban, Ainara se armó de valor para pedirle dinero a su padre. Justo cuando iba a abrir la boca, Mauro le extendió una tarjeta bancaria.




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