Atracción fatal: un amor que desafía la muerte.

En la misma clase.

Al llegar a la Universidad, Ainara y Mauro se encontraron con sus amigos. Alan fue el primero en saludarlos, su rostro iluminado por una sonrisa de pura emoción.

—¡Ainara! —gritó Alan, corriendo hacia ella y abrazándola con fuerza—. ¡Qué alegría verte aquí! ¡No te imaginas la falta que hacías!

Camila, quien estaba justo detrás de Alan, también se unió a la bienvenida. Sus ojos brillaban de alegría y sus manos se movían con entusiasmo mientras hablaba.

—¡Ainara! ¡No sabes cuánto te extrañé! —exclamó Camila, abrazándola cálidamente.

—Gracias, chicos.

➴➵➶➴➵➶➴➵➶➴➵➶➴➵➶

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Estela estaba histérica, como un huracán desatado, lanzando todo a su paso. Al enterarse de que Ainara ya no estaba con Santiago, y su enojo era palpable.

—¡Eres un incompetente! —gritó, mirando a Santiago con furia—. ¿Cómo pudiste dejar que se fuera? ¡No podías permitir tal cosa imbécil!

Santiago, sentado tranquilamente en una silla, no le prestaba atención. La actitud de Estela ya le resultaba fastidiosa y agotadora.

—No podía tenerla prisionera —respondió Santiago, con voz calmada y un aire de indiferencia—. Además, no soy como tú.

Las palabras de Santiago enfurecieron aún más a Estela. Con rabia en sus ojos, se acercó y levantó una mano, dispuesta a abofetearlo. Sin embargo, el hombre reaccionó rápidamente y la detuvo, sujetando su muñeca con firmeza.

—Cuidado con lo que haces, Estela —dijo Santiago, con una voz baja y amenazante—. No soy tu hijo, no te atrevas a levantarme la mano de nuevo.

Estela, sorprendida y momentáneamente desarmada, retiró su mano, pero su mirada seguía llena de resentimiento y frustración, por no poder manejarlo a su antojo.

—Debes hacer que Ainara regrese. Es un peligro para ambos, que ella viva con Francisco, sobre todo con Mauro. No le tengo ninguna fe a ese chico, presiento que algo esconde.

Santiago la miró con indiferencia y respondió:

—Déjamelo a mí. Me encargaré de Ainara porque la incompetente aquí eres tú, al no lograr que ella me ame.

El rostro de la mujer se contorsionó de ira y resentimiento. La desconfianza hacia Santiago creció en su corazón, y la sensación de que había perdido el control la carcomía por dentro.

—Aquí el que ha demostrado ser tan incompetente como yo, si no más, eres tú —espetó Estela, cruzándose de brazos y lanzándole una mirada fulminante.

Santiago, cansado de las constantes recriminaciones, decidió no seguir discutiendo y se alejó, dejando a Estela sola con su enojo y frustración.

Después de que Estela se fue, Santiago, aún irritado por la confrontación, decidió llamar a Ainara. Sin embargo, después de varios intentos, no obtuvo respuesta. La falta de respuesta de la chica solo aumentó su frustración.

—¿Por qué no contesta? ¿Qué se cree ella?

Molesto y decidido, Santiago salió de la casa y fue en busca de Ainara. Sus pensamientos giraban en torno a recuperar el control de la situación y encontrar a Ainara para asegurarse de que no se alejara aún más de él y de sus planes, la quería solo para él.

Mientras tanto, Ainara y sus amigos continuaban disfrutando de su tiempo en la universidad, ajenos a la tormenta que se avecinaba.

De vuelta en la universidad, Ainara se dispuso a buscar su horario y el aula donde vería sus clases. El bullicio de los estudiantes llenaba el ambiente. Las risas y conversaciones resonaban en los pasillos, creando una atmósfera animada y vibrante.

Cuando finalmente encontró el aula asignada, Ainara tomó una respiración profunda y entró. Al levantar la vista, quedó en shock. Mauro estaba allí, sentado en una de las filas de atrás. El corazón de Ainara comenzó a latir con fuerza, una mezcla de sorpresa y confusión.

Mauro la vio y, con una sonrisa tranquila, le hizo una seña para que tomara asiento a su lado. Ainara, aún atónita, se dirigió lentamente hacia él. Mientras caminaba, el sonido de sus pasos resonaba en el suelo de baldosas y el suave murmullo de los estudiantes llenaba el aire.

Al llegar junto a Mauro, se sentó en la silla que él le había señalado. Sentía la calidez de su mirada, y el leve aroma a colonia que usaba Mauro la envolvía, dándole una extraña sensación de familiaridad y comodidad.

Mauro se inclinó hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y afecto.

—Creí que te habías perdido pimentón —dijo.

Ainara no pudo evitar sonreír, aunque aún estaba asimilando el hecho de que compartiría clases con Mauro.

Ainara, aun en shock, miró a Mauro, no podía apartar sus ojos de él y le preguntó:

—¿Qué haces aquí?, en este salón.

Mauro le respondió con una sonrisa enigmática y levantando uno de los cuadernos.

—Es obvio, ¿acaso no lo ves?

Ainara no podía creerlo, así que insistió:

—¿De verdad estás estudiando derecho? Pensé que estudias otra carrera.

Antes de que Mauro pudiera responder, Alan, que estaba no muy lejos, le susurró:

—Créelo. Yo también me sorprendí tanto como tú cuando me enteré de que Mauro estudiaría derecho.

Ainara seguía mirando a Mauro con una mezcla de asombro y curiosidad. No podía imaginar a alguien como él en esa carrera, pero al mismo tiempo, había algo intrigante en la idea de compartir clases con él.

Mauro, no podía evitar recordar cómo había llegado a ese punto. Después del accidente y de que Santiago se llevara a su esposa, Mauro había caído en una profunda desesperación. No podía pensar en sí mismo, su mente estaba completamente centrada en Ainara y en cómo recuperarla.

Sabía que ella eventualmente regresaría, pero también sabía que no recordaba sus pensamientos ni sus sentimientos. Decidido a estar lo más cerca posible de ella, Mauro tomó una decisión drástica. A pesar de ya estar cursando su propia carrera, decidió empezar a estudiar Derecho. Era un gran desafío, pero estaba dispuesto a enfrentarlo por una muy buena razón. Ainara, su amor y su vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.