Ambos se separaron después de ese beso que los dejó sin aliento, con sus corazones latiendo al unísono. Ainara, sintiéndose algo avergonzada por lo que había hecho, ocultó su rostro en el pecho de Mauro. Sus manos se cerraron en un abrazo cálido.
Mauro sonrió, encontrando tierna la reacción de Ainara. La abrazó con fuerza, disfrutando del momento de conexión y tranquilidad que compartían. Después de unos instantes de silencio, Ainara levantó la vista, sus ojos brillando con determinación y vulnerabilidad.
—Deberás terminar con tu novia —dijo Ainara, con voz suave pero firme.
Mauro la miró con sorpresa, pero antes de que pudiera responder, Ainara continuó:
—Porque te quiero solo para mí, y la idea de que vayas y beses a otra mujer me molesta terriblemente, no quiero compartirte con nadie. Quiero que seas de mi exclusividad.
Las palabras de Ainara resonaron en el aire, y Mauro sintió una enorme emoción al escucharla. La intensidad de sus sentimientos y la sinceridad de su confesión lo conmovieron profundamente. Mauro acarició suavemente su mejilla, notando cómo se sonrojó ella.
—Pimentón, creo que mi novia estará de acuerdo contigo, así que no tienes de qué preocuparte, porque solo tú eres importante para mí —dijo Mauro, con voz baja y llena de emoción.
Ainara sintió cómo su corazón se llenaba de felicidad al escuchar las palabras de Mauro.
Mauro seguía acariciando suavemente el rostro de su amada, sus ojos marrones reflejando una mezcla de deseo y ternura.
—Yo también quiero que seas solo mía —confesó Mauro, con voz baja y cargada de emoción—. No soporto la idea de que Santiago te toque.
Ainara, con el corazón latiendo con fuerza, lo miraba y le preguntó con curiosidad y una cierta incertidumbre:
—¿Qué somos nosotros, Mauro?
Mauro sintió un nudo en la garganta. Su corazón anhelaba decirle la verdad, que eran esposos, pero no estaba seguro si era el momento adecuado. La lucha interna entre sus deseos y la necesidad de protegerla lo mantenía en silencio por un instante.
Mirando profundamente en los ojos de Ainara, Mauro tomó una respiración profunda y dijo con voz suave:
—Somos algo más de lo que las palabras pueden describir, pimentón. Eres alguien muy especial para mí, y lo que compartimos es único, te amo, Ainara.
Escuchar ese Te amo, llenaron el corazón de Ainara de una calidez indescriptible. Sentía que todo su ser vibraba con la intensidad de ese amor, a la vez que podía sentir la sinceridad en sus palabras y, aunque no obtuvo una respuesta directa, supo que la conexión entre ellos era profunda y significativa, porque de lo contrario lo rechazaría. Mauro la abrazó con fuerza, deseando poder protegerla y cuidarla siempre.
—¿Fuiste tú quien me regaló la bicicleta? —pregunto ella, levantando la vista.
Mauro asintió con una sonrisa.
—Sí, fui yo.
Ainara sintió una punzada de tristeza y culpa. Bajó la mirada por un momento antes de volver a mirarlo a los ojos.
—Perdóname por no recordar eso. Te prometo que haré todo lo posible para que mis recuerdos que faltan regresen.
Mauro la miró con preocupación, su expresión se suavizó y tomó su mano con ternura.
—Lo que debes hacer es cuidarte —dijo Mauro, su voz llena de preocupación—. El accidente no fue nada fácil, de todos nosotros, eres la más afectada. No puedes forzar tu mente a recordar. Solo deja que el tiempo se encargue, tu mente debe recuperarse primero.
Ainara, intrigada, lo miró fijamente y preguntó:
—¿Nosotros? ¿Qué quieres decir con eso?
Mauro tomó una respiración profunda y, con una mirada seria, le dijo que era mejor que fueran a la plaza que estaba cerca. Al llegar, ambos se sentaron en un banco.
—No estabas sola en ese accidente. Yo también estaba contigo, al igual que Alan y Camila, cuando de pronto el carro empezó a fallar, haciendo que se volcara y se precipitara por el barranco. Hay una investigación en curso para saber qué pasó realmente. Al parecer, alguien cortó los cables de freno.
Ainara se quedó en silencio por un momento, asimilando la gravedad de lo que Mauro acababa de revelar. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de miedo y confusión llenándola. No podía creer que alguien hubiera sido capaz de hacer algo tan peligroso y cruel, aparte de no entender el motivo.
—No puedo creerlo… —murmuró Ainara, con la voz temblorosa—. ¿Quién haría algo así?
Mauro la abrazó con fuerza, intentando brindarle consuelo y seguridad.
—La verdad saldrá a la luz, pero por ahora, tu salud es lo primordial —dijo Mauro, con voz calmada.
—Santiago, ¿está involucrado?, porque lo que me contó es totalmente diferente, y más que aún no recuerdo ese famoso accidente —dijo Ainara, con voz temblorosa.
Mauro apretó suavemente su mano.
—Es normal que te sientas confundida, pimentón, tu memoria aún está fragmentada por el trauma. Lo importante es que te enfoques en tu recuperación —respondió Mauro.
Ainara suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. No poder recordar un evento tan fundamental la hacía sentir vulnerable y perdida. Sin embargo, la presencia de Mauro a su lado le daba la fuerza necesaria para enfrentar la incertidumbre.
—Gracias por estar aquí conmigo —dijo Ainara, con una sonrisa agradecida—. Prometo que haré lo posible para recuperar mis recuerdos, y cuidaré mi salud.
—Y yo estaré a tu lado, apoyándote en cada paso del camino —respondió Mauro, acariciando suavemente su mejilla.
Ainara, con una mirada decidida, le dijo a Mauro:
—Si hay una investigación, eso quiere decir que debo declarar, ¿verdad?
Mauro asintió, su expresión se volvió seria.
—Sí, deberás declarar. Pero cómo estuviste en coma y luego no supimos más nada por qué Santiago te había llevado, con el cuento de que es tu esposo. Y no había rastros de ti.
Ainara escuchó atentamente y luego expresó con firmeza:
Editado: 24.02.2025