Atracción fatal: un amor que desafía la muerte.

Suculentas.

Han pasado algunos días desde la llegada de la familia de Mauro. En el tranquilo jardín de la casa, Leticia y Ainara se encontraban arreglando algunas suculentas. El sol de la tarde bañaba el jardín con una luz cálida, creando un ambiente sereno y propicio para la conversación.

Ainara miró a Leticia con admiración y comentó:

—Te admiro mucho, Leticia. Es increíble ver cómo mantienes el amor con tu esposo después de tanto tiempo.

Leticia sonrió y, mientras acomodaba una suculenta en su maceta, respondió:

—No fue nada fácil al principio, Ainara. Mucha gente me señaló de ser una salta cuna.

Intrigada, Ainara preguntó:

—¿Cómo lograron afrontar todas las críticas?

Leticia hizo una pausa y miró a Ainara con una mirada llena de sabiduría.

—La gente siempre va a criticar, hagas lo que hagas o dejes de hacer. Así que la felicidad jamás se debe dejar en manos de las personas. Si lo hiciéramos, nunca seríamos verdaderamente felices.

—Anoche recordé algo y fue cómo mi madre me había dicho que estaba en contra de la relación que tengo con Mauro.

Leticia la miró con comprensión y le respondió:

—Entiendo cómo te sientes, Ainara. La gente tiene demasiados tabús, y muchas veces no hay nada de malo en lo que critican.

—Estoy segura de que esa es la razón de todo lo que está pasando —dijo ella suspirando.

—La maldad del hombre es mucho más grande de lo que imaginamos. Las personas, cuando se ciegan, o llegan a ser fanáticas de sus creencias, pueden cometer cualquier atrocidad que se les ocurra en la mente.

Ainara fijó su mente en la planta que tenía en sus manos.

—Creo que esta matica es más feliz que nosotros.

Leticia se tomó un momento para pensar y luego hizo una comparación que encontró apropiada.

—Mira estas suculentas, Ainara. Son plantas que pueden parecer frágiles por fuera, pero en realidad son increíblemente fuertes. Tienen raíces profundas que buscan agua y nutrientes en los lugares más secos y difíciles. El amor que tú y Mauro se tienen es como estas plantas. A pesar de los desafíos y las críticas, tiene raíces profundas y es capaz de sobrevivir en las circunstancias más adversas.

Ainara sonrió, comprendiendo la analogía de Leticia.

—Tienes razón, mi cactus es así, puede parecer espinoso por fuera, pero en realidad, es fuerte y resistente. Nuestro amor es fuerte y se mantiene firme, a pesar de todo.

Leticia asintió con una sonrisa cálida.

—Exactamente, Ainara. No dejes que nadie te diga lo contrario. El amor verdadero siempre encuentra la manera de florecer, incluso en los terrenos más difíciles.

—Tienes mucha razón, Leticia.

—Y recuerda, las críticas y los juicios serán siempre inevitables, pero la clave está en encontrar la felicidad y la paz interior, sin importar lo que digan los demás.

—Lo tendré en cuenta.

●◉◎◈◎◉●

Las clases del cuarto semestre comenzaron con rapidez. Ainara estaba en el cuarto, terminándose de maquillar frente al espejo. Con una mezcla de emoción y sorpresa, comentó:

—No puedo creer que ya estemos a mitad de camino de la carrera, aunque… estuviéramos más adelantados, si no fuera por esos idiotas.

Mauro, quien había estado observándola con una sonrisa, se acercó y le quitó la borla de la mano. Con suavidad, empezó a colocarle el polvo compacto.

—Déjame ayudarte, pimentón —dijo Mauro, con ternura.

Ainara sonrió mientras Mauro trabajaba con cuidado, asegurándose de que su maquillaje quedara perfecto.

—Cierra los ojos, para aplicarte el sellador.

Ainara hizo lo que él pidió; cuando terminó, Mauro la miró con admiración.

—Estás más hermosa que nunca. Mi pimentón brilla con luz propia.

Ainara sintió un calor en sus mejillas y le devolvió la sonrisa.

—Gracias, mi cactus, no sabía que tenías talento de makeup artist.

Mauro le devolvió la borla y añadió con una sonrisa confiada:

—Todo por mi reina, soy capaz de aprender lo que sea y sí, solo unos años más y seremos abogados.

—¿Eres real? —preguntó ella en un tono con algo de temor, de que todo fuera un sueño.

—¿Miedo? Puedes estar tranquila, no me esfumaré, porque soy tan real como tú.

—Es que eres tan perfecto —dijo ella mirándolo—. Me tratas bien, me consientes y he escuchado que la mayoría de los hombres no son así.

Mauro rio suavemente, sacudiendo la cabeza.

—No soy perfecto, tengo mis errores como todos, Ainara, solo que cada día me esfuerzo por ser mejor, por ser un buen compañero para ti, pero sobre todo, cumplir con el rol que me ha dado Dios en esta relación. Además, tu padre me ha dado el mejor ejemplo de cómo tratar a quien amas.

Esas palabras resonaron en el corazón de ella, reafirmando el amor y el compromiso que compartían.

—Te amo, querido cactus, y gracias por todo este amor que me das.

Él le dio un beso, luego se preparaban para salir hacia la universidad. Mauro la miró con una sonrisa y le hizo una propuesta.

—¿Qué te parece si nos vamos en bicicletas hoy? Será un buen ejercicio.

Ainara, siempre dispuesta a disfrutar del aire libre y pasar tiempo con Mauro, aceptó con entusiasmo.

—¡Me parece genial! Vamos en bicicleta, te apuesto a que te ganaré.

—Ja, ja, ja, ya lo veremos.

Ambos se dirigieron hacia la puerta, pero antes de salir de la casa, Mauro le hizo un recordatorio importante.

—Pimentón, en unos días tienes la cita con el doctor. Deberías anotarlo en tu agenda del celular para que no lo olvides.

Ainara asintió, sacando su celular y anotando la cita en su agenda.

—Listo, ya está anotado. Gracias por recordármelo, Mauro.

Mauro le dio un ligero apretón en el hombro y ambos se pusieron en marcha, montando sus bicicletas y disfrutando del paseo hacia la universidad. Mientras pedaleaban, el viento fresco y el sol de la mañana les llenaban de energía y alegría.

La complicidad entre ellos era evidente, y cada momento compartido fortalecía su relación. Al llegar a la universidad, aparcaron sus bicicletas y se dirigieron a clase, listos para enfrentar los desafíos del nuevo semestre.




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