Atracción fatal: un amor que desafía la muerte.

Parte II +18

Ainara y Mauro se encontraban frente a frente, sus miradas se fundían en un mar de deseo y pasión. Habían estado separados por mucho tiempo, pero el amor que sentían el uno por el otro seguía ardiendo con la misma intensidad.

La atmósfera del apartamento estaba llena de una electricidad sensual que fluía entre ellos como corrientes de fuego, encendiendo la habitación con la chispa de un amor apasionado y ardiente. ¿Cómo habían llegado ahí? Ni ellos mismos lo sabían, pero lo que sí sabían es que tienen que estudiar, pero no para el examen de la universidad, sino para estudiarse ellos.

Mauro acarició suavemente el rostro de Ainara, mientras su aliento cálido le acariciaba la piel. Ella gimió suavemente, sintiendo cómo el deseo la consumía por dentro.

Ainara levantó su mano y acarició también suavemente el rostro de Mauro. Sus dedos exploraban cada línea y cada contorno de su piel con devoción. Mauro cerró los ojos, entregándose por completo a las caricias de su amada.

—Mauro, me vuelves loca —susurró Ainara, su voz temblorosa de deseo.

—No sabes lo que provocas en mí, Ainara. Eres fuego en mi sangre, una llama que me consume —respondió Mauro, sus labios rozando los de ella con intensidad.

Ainara sintió un ardor intenso recorrer su cuerpo, quería sentir a Mauro más cerca, quería perderse en él.

—¡Eres mío! —exclamó ella posesiva.

Mauro la agarró con fuerza y la atrajo hacia él. Sus cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado. Ainara sintió la piel de Mauro contra la suya y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

—Te deseo tanto, Ainara. Eres como una droga para mí, una adicción que no puedo controlar —murmuró Mauro en su oído, haciéndola temblar de placer.

Ainara se dejó llevar por la pasión, sus manos exploraban el cuerpo de Mauro con ansias desenfrenadas. Sus besos eran intensos, sus caricias eran salvajes.

—Te he extrañado tanto, Mauro —susurró Ainara con voz entrecortada por la emoción.

—Yo también te he extrañado, mi amor —respondió Mauro, sus manos recorriendo el cuerpo de Ainara con ansias desenfrenadas.

El deseo los consumía, sus cuerpos anhelaban unirse en uno solo. Ainara tomó el rostro de Mauro, y sus labios rozaron los suyos en un beso cargado de fuego y desenfreno. Las manos de él se perdieron en el cabello de ella, mientras sus lenguas se entrelazaban en un baile sensual y provocador.

El calor entre ellos era sofocante, el deseo palpable en el aire. Ainara susurró al oído de Mauro palabras de amor llenas de lujuria, incendiando aún más la pasión que los consumía. Él, la tomó entre sus brazos, y la llevó hasta la cama, donde cada uno sentía un torrente de sensaciones indescriptibles.

Mientras Mauro besa cada centímetro de su cuerpo, Ainara siente cómo la pasión se apodera de su ser, incendiando su piel y despertando cada fibra de su ser. Ha añorado tanto sus caricias que anhela fusionarse con él.

Ainara observa a su amado con ojos de un amor profundo, viendo en él la personificación de la belleza y la plenitud. Sus labios son como pétalos de rosa, sus manos como la brisa acariciando suavemente su piel, y su mirada es un faro que guía su camino en la oscuridad. En cada gesto, en cada palabra, encuentra la poesía en su forma más pura y exquisita. Para Ainara, Mauro es la encarnación del amor en su forma más sublime.

Ambos se entregaron al deseo, al placer desenfrenado que los consumía. El amor, la lujuria y el deseo los envolvieron en un remolino de emociones intensas y placenteras. Sus cuerpos se fusionaron en un acto de entrega total, donde el tiempo se detuvo y solo existían ellos dos, unidos en un lazo indisoluble de amor y pasión.

Ambos se miraron a los ojos, sus corazones latiendo al unísono en una danza de amor infinita.

—Te amo, Ainara —susurró Mauro, acariciando el rostro de su amada con ternura.

—Yo también te amo, Mauro —respondió Ainara, sellando su amor con un beso cargado de promesas y deseos cumplidos.

Mientras sus labios se fundían en ese beso apasionado, Mauro sentía el torrente de emociones que desbordaba su corazón. Había extrañado cada detalle de Ainara: su risa melodiosa, sus ojos como esmeraldas, su piel suave como la seda. La contemplaba con ojos de enamorado, como si cada segundo sin ella hubiera sido una eternidad vacía.

Él la amaba con locura, con una pasión que traspasaba los límites del tiempo y el espacio. Para él, Ainara es la luz que ilumina su existencia, la musa que inspira sus sueños más bellos y profundos. En cada caricia, en cada mirada, en cada suspiro, Mauro expresa su amor con toda la intensidad de su ser, rendido ante la belleza y la perfección de la mujer que ama.

La noche seguía su curso, pero para Ainara y Mauro, el tiempo se detuvo en aquel momento de amor y pasión compartida, unidos para siempre en un vínculo eterno de amor y deseo.




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