Atracción fatal: un amor que desafía la muerte.

Anatomía.

Ainara y Mauro están en la cocina, luego de un maratón apasionado; ahora tienen algunos ingredientes frescos y el cálido aroma de las especias. Mientras preparaban el almuerzo, la atmósfera estaba impregnada de complicidad y amor.

Mauro, con una sonrisa traviesa, se acercó más a su esposa

—No sabía que tenía una esposa tan picarona. ¡Me encantas!

Ainara rio y lo señaló.

—Todo es tu culpa —respondió ella y con un gesto de tristeza fingida añadió—. Me tenías castigada, todas las noches, a pan y agua, así que obviamente no iba ni voy a desperdiciar ni un segundo más. Demasiado tiempo perdido, cariño, eres muy malo.

Mauro fingió una expresión de sorpresa, pero sus ojos brillaban con amor y algo más.

—¡Qué horror! —exclamó, siguiendo el juego—. ¿Cómo pude ser tan cruel con mi pimentón hermoso?

Ainara levantó un trozo de zanahoria que acababa de cortar, y lo apuntó hacia Mauro con una sonrisa desafiante.

—Más te vale redimirte hoy con un almuerzo espectacular y un poco más de mi postre favorito, quiero más de mi delicioso cactus —dijo, antes de darle un pequeño bocado con un gesto sensual a la zanahoria y reír de nuevo.

Mauro la miró con deseo, sintiendo cómo su corazón latía más rápido cada vez que la veía. Se acercó más y, con suavidad, acarició su rostro.

—Haré lo que sea necesario para compensarte, mi pimentón. Eres mi todo y me vuelves loco, eres mi adicción.

Ainara se sonrojó, su amor por Mauro reflejándose en sus ojos.

—Lo amo mucho, señor Lewusz.

—Jamás dejaré de amarte, mi señora Lewusz —respondió él.

Ambos se dieron un pequeño beso para seguir con la tarea de la cocina. Después de preparar el almuerzo juntos y servirlo con esmero, ambos se sentaron a la mesa.

Mauro, con una sonrisa cómplice, rompió el silencio mientras comían.

—Ahora sí que vamos a tener que estudiar el doble para el examen, princesa. Aparte de que hoy no fuimos a clases, de lo contrario, saldremos raspados.

Ainara se encogió de hombros y respondió con una sonrisa traviesa.

—¿Para qué pensar en eso, querido? Si para nosotros, nunca ha sido un problema faltar algunos días a clases. Siempre hemos sido los mejores estudiantes. Además, la materia que estábamos estudiando anoche era la más importante y la mejor.

Mauro rio, disfrutando de la picardía en sus palabras.

—Tienes razón, esta materia de anatomía es crucial. Y creo que obtuvimos una A+ en ella, ¿no crees? —dijo, con un guiño cómplice.

Ainara rio también, sintiéndose feliz y libre a su lado.

—Definitivamente, mi cactus. Siempre hemos sido un buen equipo, tanto en los estudios como en… otras áreas, como la anatomía.

Mauro la miró con ternura y complicidad, sintiendo una conexión profunda que los unía en todos los aspectos de sus vidas. Sabía que, con Ainara, no había obstáculos insuperables.

Ambos siguieron disfrutando del almuerzo, compartiendo risas y conversaciones llenas de amor y camaradería. La complicidad entre ellos era palpable, y cada momento juntos se volvía un tesoro invaluable.

Los días siguientes, ellos se concentraron en sus estudios, esforzándose al máximo para graduarse con honores. Además, aprovecharon esos días para mudarse a su apartamento. Y la familia no podía estar más feliz al enterarse de que Ainara había recuperado más de sus recuerdos.

El día de la mudanza, todos se reunieron para ayudar. Doña Rosa, no pudo evitar darles un consejo con una sonrisa traviesa en el rostro.

—¡Muchachos, cuídense bien! No se vayan a poner a hacer carajitos tan rápido, ¿oyeron? —dijo doña Rosa, riendo y guiñándoles un ojo.

Ainara y Mauro rieron también.

—No me estoy riendo —dijo Rosa, tratando de no reírse—. Mijitos, escuchen a esta anciana, no se me aloquen, todavía no quiero bisnietos.

—No te preocupes, abuela —Mauro se acercó y le dio un beso—. Pero algún día, sí, por los momentos, estamos ensayando.

—Bueno, solo les digo eso, cuidaito ¡eh! Se les rompe un tubo de ensayo y sea bisabuela.

Todos se rieron a carcajadas. Después de tener todo en el camión de la mudanza, se fueron al apartamento. Ya en la noche estaban sentados en el sofá disfrutando de un momento de tranquilidad. Ainara, con una expresión pensativa, comenzó a contarle a Mauro un detalle que había olvidado.

—Todo comenzó cuando fui al banco —empezó ella. Él la miró un poco confundido.

—Necesitaba acceder a mi usuario en línea, pero cuando mostré mi cédula, me dijeron que necesitaban la actualizada. No entendía a qué se referían, y fue entonces cuando el chico que me atendió me explicó que la cédula que tenía en ese momento decía que mi estado civil era soltera, pero los registros del banco reflejaban que estaba casada.

—Claro, los bancos son así, no puedes usar una que esté vencida y, si estás casada, es otro rollo. ¿Qué pasó luego?

—Le dije que no tenía esa cédula, le pregunté si le servía el acta de matrimonio, porque en verdad necesitaba que me diera los datos para poder ingresar online. Me dijo que haría una excepción, para validar la información de casada, pero que tenía que sacar una nueva cédula. Santiago, en su insistencia, me había dejado una copia de nuestra supuesta unión, así que se la pasé al promotor, pero…

—¿Pero qué? —preguntó ansioso Mauro por saber.

—Se me quedó mirando feo, y en ese momento fue cuando me llamó por el apellido Lewusz, y me dijo que esa acta no tenía los mismos datos que estaban en el sistema, incluso llegó a preguntarme si era Ainara.

Mauro la miró, más interesado y emocionado.

—¿Y qué hiciste después? —preguntó tomando la mano de Ainara.

—Todo empezó a encajar en mi mente. Recordé la dirección del apartamento y lo primero que hice fue venir aquí. Cuando llegué, me fui directo al cuarto y encontré el acta de matrimonio donde la habíamos dejado, junto con la cédula nueva. Luego hice las comparaciones, de ambas actas, y definitivamente, Santiago es más falso que un billete de un dólar.




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