Santiago estaba en su casa, manteniéndose oculto después de enterarse de que la policía estaba tras sus pasos. La atmósfera en el lugar era tensa y cargada de incertidumbre. Su padre, Eugenio, fue ese día a visitarlo, visiblemente molesto.
—¿Por qué tuviste que secuestrar a Ainara? ¿Acaso eres bruto? —le reclamó Eugenio, su voz llena de enojo y frustración—. ¿Sabes lo que pasará si prueban que estás implicado?
Santiago, intentando defenderse, respondió con firmeza:
—Esa idea jamás fue mía, padre. La idea fue de Estela —dijo Santiago, sintiendo la presión de la situación.
Eugenio se molestó aún más al escuchar la respuesta de su hijo.
—Jamás pensé que esa mujer fuera tan falta de cerebro —gruñó Eugenio, su rostro endurecido por el enojo.
Santiago, sin poder contenerse, le reprochó:
—La idea del contrato fue tuya, papá. Sé muy bien que siempre has querido quedarte con Estela, así que vistes una oportunidad y la tomaste, pensando en que la harías tu esposa.
Las palabras de Santiago encendieron aún más la ira de Eugenio
—No seas malagradecido, Santiago. Te hice un favor, para que tuvieras a la chica de la que estabas enamorado, pero resultas ser un hijo tan bruto que no sabe hacer las cosas bien. Y encima te pones a prestarle atención a una mujer que no tiene sentido común —replicó Eugenio, su voz resonando con furia.
Santiago frunció el ceño, sintiéndose cada vez más presionado.
—No me culpes a mí por tus propios errores, papá. Jamás te pedí que me la dieras por un maldito contrato. Tú sabías lo que hacías cuando propusiste ese acuerdo. Ahora todo está en riesgo por tus decisiones, no solamente por las mías —dijo Santiago con determinación.
La tensión entre ellos aumentó, con ambos hombres sintiendo la presión de la situación en la que se encontraban. Eugenio, visiblemente frustrado, continuó con su recriminación, golpeó la mesa con el puño, enfurecido.
—¡Ahora todo está en riesgo! —exclamó Eugenio, su voz elevándose más—. Mi reputación, nuestras empresas y mi puesto en el gabinete del Gobierno. ¿No entiendes lo grave que es la situación? ¡Todo por culpa de tus acciones imprudentes!
Santiago miró a su padre, sintiendo una mezcla de culpa y enojo.
—Mis acciones imprudentes. ¡¿Y qué hay de tus manipulaciones?! ¡Siempre has querido todo a tu manera, sin importar las consecuencias para los demás! ¿Crees que no me doy cuenta? —respondió el joven, su voz temblando de indignación—. Pero también sabes que nada de esto hubiera pasado si no hubieras metido a Estela en nuestros asuntos. Ella fue quien insistió en el secuestro y en forzarme a hacer cosas que nunca quise hacer.
Eugenio negó con la cabeza, la furia visible en su expresión, se quedó en silencio por un momento, su rostro rojo de ira. Sabía que, en el fondo, Santiago tenía razón. Pero su orgullo y ambición no le permitían admitirlo.
—Eso no importa ahora, Santiago. Tenemos que encontrar una manera de salir de este lío antes de que todo se venga abajo —dijo Eugenio finalmente, su voz más calmada, pero aún llena de ira.
—Tú tendrás que buscar la manera de resolver esto, papá. Si salgo de aquí, estoy seguro de que seré capturado y no pienso ir a la cárcel —dijo Santiago, su voz reflejando la presión que sentía.
Eugenio frunció el ceño, sintiendo el peso de la responsabilidad que recaía sobre él.
—¿Y qué esperas que haga, Santiago? La situación es crítica, y ahora debo resolverlo. ¿Por qué me tocó un hijo tan estúpido? No puedo permitir que todo se derrumbe por tus acciones —respondió Eugenio, su voz cargada de frustración.
Santiago suspiró, sintiéndose atrapado.
—No me culpes solo a mí. Hemos llegado a este punto por las decisiones que ambos hemos tomado. Pero ahora, necesitamos una solución rápida —dijo Santiago, mirando a su padre con determinación.
Eugenio se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre las opciones disponibles.
—Necesitamos encontrar una manera de desviar la atención de nosotros. Quizás podríamos hacer que Estela se entregue y asuma la responsabilidad. Eso podría darnos tiempo para escapar de la ley y reorganizarnos —sugirió Eugenio, su mente trabajando a toda velocidad.
Santiago asintió, considerando la propuesta de su padre.
—Podría funcionar, si estás realmente dispuesto a hacerlo, pero necesitamos asegurarnos de que la policía no descubra nuestros verdaderos planes. Esto debe ser ejecutado con precisión —dijo Santiago, sintiéndose más esperanzado.
Eugenio tomó una decisión firme.
—Bien, comenzaremos a trabajar en esto de inmediato. Pero recuerda, Santiago, esta es nuestra última oportunidad. Si fallamos, no habrá regreso y te dejaré en la cárcel, porque yo, no pienso ir ahí por tu culpa —advirtió Eugenio con seriedad.
Santiago asintió, consciente de la gravedad de la situación. Él observaba a su padre mientras este se preparaba para salir y poner en marcha su plan. La tensión en el ambiente era palpable.
Justo cuando Eugenio estaba por salir, Santiago lo detuvo.
—Espero que cumplas, papá. Quiero ver cómo metes a la cárcel a la mujer que amas —dijo Santiago con un tono de desafío en su voz, ya que no estaba del todo convencido de esa idea.
Eugenio se volteó y lo miró con una mezcla de enojo y determinación.
—No lo hago por ti, Santiago. Lo hago porque no pienso ser llevado a la cárcel por un estúpido hijo que se dejó llevar por las ocurrencias de una mujer —replicó Eugenio con frialdad.
Santiago sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de su padre. Sabía que Eugenio siempre había sido una figura autoritaria y manipuladora, pero esta vez la gravedad de la situación era innegable.
—Claro, tu hijo y tu esposa no somos importantes para ti.
Eugenio se quedó en silencio por un momento, antes de responder.
—Santiago, siempre haré lo que sea necesario para proteger nuestros intereses y nuestra posición. Si tenemos que sacrificar a Estela para salvarnos, entonces eso es lo que haremos. Ahora, quédate aquí y no hagas nada imprudente. Haré lo que tenga que hacer —dijo Eugenio, antes de salir de la casa.
Editado: 24.02.2025