La información sobre el paradero de Estela de Lewusz llegó a las oficinas del CICPC. Rafael y su equipo no perdieron tiempo en movilizarse. La orden de arresto estaba lista, y sabían que esta era su mejor oportunidad para capturarla.
Con un plan cuidadosamente trazado, los agentes del CICPC se dirigieron al escondite de Estela. Llegaron a una casa lujosa en las afueras de Barquisimeto, donde se suponía que la mujer se encontraba escondida. Pero, al llegar, se dieron cuenta de que ella ya estaba huyendo en su auto.
—¡Vamos tras ella! —ordenó Rafael, mientras los vehículos del CICPC arrancaban en una persecución a alta velocidad—. No permitan que se escape.
Estela, al darse cuenta de que estaba siendo perseguida, pisó el acelerador y trató de escapar. La persecución por las calles de Barquisimeto era intensa, con Estela zigzagueando entre los autos para evitar ser capturada, pero los agentes del CICPC la seguían de cerca, sin permitir que se les escapara.
En un momento de desesperación, Estela sacó un arma y comenzó a disparar contra los vehículos del CICPC mientras conducía. Las balas impactaron en los autos, pero los agentes no se detuvieron.
—¡No se rindan! ¡Tenemos que atraparla! Avancen —gritó Rafael, manteniendo la calma y la determinación.
La persecución continuó hasta que Estela se encontró sin salida, atrapada en un callejón de un barrio al norte, estaba sin escapatoria. Los vehículos del CICPC bloquearon la entrada, y los agentes salieron con sus armas desenfundadas.
—¡Estela Lewusz, salga del vehículo con las manos en alto! —ordenó Rafael a través de un megáfono.
Estela, viendo que no tenía más opciones, salió del auto con las manos en alto, pero con una expresión de desafío en su rostro.
—¡No me pueden arrestar! ¡Soy inocente! —gritó Estela, tratando de resistirse.
Los agentes del CICPC se acercaron con cautela y la esposaron, asegurándose de que no intentara escapar de nuevo.
—Estela Lewusz, queda arrestada por fraude financiero, evasión de impuestos, lavado de dinero y secuestro—dijo Rafael con firmeza, mientras la colocaban en el vehículo del CICPC.
A pesar de su resistencia, Estela sabía que no había escapatoria. La justicia finalmente la había alcanzado.
Los agentes del CICPC la trasladaron a la comisaría central para procesarla. Rafael y su equipo se aseguraron de seguir todos los procedimientos legales, documentando cada paso del arresto y recopilando todas las pruebas necesarias para el caso.
En la comisaría, Estela fue llevada a una sala de interrogatorios donde se le leyeron sus derechos. A pesar de su resistencia inicial, sabía que tenía que enfrentarse a las preguntas que le harían.
—Señora Lewusz, tiene derecho a permanecer en silencio. Todo lo que diga puede y será usado en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho a un abogado. Si no puede pagar uno, se le asignará uno de oficio —le informó uno de los agentes, siguiendo el protocolo.
Estela permaneció en silencio, consciente de la gravedad de su situación.
Mientras tanto, en otra parte de la comisaría, Rafael se reunió con su equipo para revisar las pruebas y preparar la acusación formal contra Estela. Sabían que este era un paso crucial en la lucha contra la corrupción y que debían ser meticulosos en su trabajo.
—Debemos asegurarnos de que todo esté en orden antes de llevar esto a los tribunales. No podemos permitir que ningún detalle se nos escape —añadió Rafael, subrayando la necesidad de precisión.
Una vez que la documentación estuvo completa, Rafael y su equipo presentaron la acusación formal ante el juez. El juez, al revisar las pruebas, decidió que había suficientes fundamentos para seguir adelante con el caso y ordenó que Estela permaneciera en custodia hasta su juicio.
La noticia del arresto de Estela y los cargos en su contra rápidamente se propagó por los medios de comunicación, causando un gran revuelo en la sociedad. La imagen pública de Estela y sus cómplices comenzaba a desmoronarse, y la presión sobre Santiago y Eugenio aumentó considerablemente.
Rafael se presentó en el apartamento de Ainara y Mauro, quería ser el mismo quien le diera a conocer la noticia.
—Tengo algo que informarles —comenzó Rafael, con un tono grave—. La señora Lewusz ha sido arrestada. Hemos recopilado suficientes pruebas y el juez ha decidido que procederemos con el juicio. Pronto deberán declarar como testigos.
Ainara sintió un nudo en el estómago al escuchar la noticia. Su respiración se volvió más rápida y sus manos comenzaron a temblar ligeramente.
—No sé si podré hacerlo, Mauro. No sé si soy capaz de verla de frente y ella… —dijo Ainara, su voz reflejando su nerviosismo y temor.
Mauro, sintiendo la angustia de Ainara, la abrazó con ternura y la miró a los ojos con determinación y amor.
—Eres más fuerte de lo que crees, mi pimentón. Has superado tantas cosas y esta será solo una más. Estaré a tu lado en todo momento, apoyándote. Juntos enfrentaremos a Estela y veremos que se haga justicia —dijo Mauro, con una voz reconfortante.
Ainara sintió un poco de alivio al escuchar las palabras de Mauro y se aferró a su apoyo. Rafael observó la escena con una expresión de comprensión, no era nada fácil superar un miedo.
—Sé que esto es difícil, Ainara, pero tu testimonio es crucial para asegurar que la justicia prevalezca. Tómate tu tiempo para procesarlo, y cuando llegue el momento, estarás lista —dijo Rafael con empatía.
Ainara asintió.
—Los dejó, aún falta mucho trabajo —dijo el hombre preparándose para regresar a su oficina y continuar con la investigación.
—Gracias por todo, Rafael. Agradezco tu apoyo y dedicación —dijo Mauro, estrechando la mano de Rafael.
—Es mi deber, Mauro. No te preocupes, haremos justicia —respondió Rafael con una sonrisa de confianza.
Antes de que Rafael saliera, Ainara, con una expresión de preocupación en su rostro, se adelantó.
Editado: 24.02.2025