La investigación continuaba avanzando, y finalmente, el día del juicio llegó. Rafael estaba seguro de que solo era cuestión de tiempo, podría atrapar a Rodrigo y a Carlos.
El juicio se llevaría a cabo en el Tribunal de Primera Instancia en lo Penal de Barquisimeto. La sala de audiencias estaba llena de abogados, familiares de las víctimas y periodistas ansiosos por cubrir el evento.
El juez presidía el tribunal, y los fiscales presentaban sus pruebas y argumentos en contra de Estela y Santiago. Los acusados se sentaban en el banquillo, con sus abogados defensores a su lado.
Ainara y Mauro también habían llegado, un buen abogado amigo de Francisco estaba a cargo de su defensa. Pero cuando ella llegó y al ver a Estela, su corazón comenzó a latir con fuerza. De repente, su mente le jugó una mala pasada y empezó a ver a la mujer con una cabeza de serpiente, una imagen perturbadora que hacía que su miedo se intensificara.
Respirando profundamente, Ainara recordó lo que le había dicho el doctor sobre enfrentar sus miedos y distorsiones. Cerró los ojos por un momento y se concentró en las palabras del médico, recordándose a sí misma que aquello no era real, que solo era una creación de su mente.
—Esto no es real, Ainara. Recuerda lo que te dijo el doctor. Enfréntalo y verás la verdad —se dijo a sí misma en silencio.
Mauro colocó sus manos en los hombros de su esposa al ver que ella temblaba. Poco a poco, Ainara abrió los ojos y comenzó a respirar más tranquilamente. La imagen de la serpiente empezó a desvanecerse, y poco a poco, el rostro de Estela se fue aclarando. Finalmente, logró ver el verdadero rostro de Estela, y aunque la sensación de confrontación aún era intensa, Ainara sintió una chispa de fuerza y determinación en su interior.
—Ahora puedo hacerlo. Puedo enfrentarla y contar toda la verdad —pensó Ainara, sintiendo el apoyo de Mauro.
Rafael y su equipo del CICPC estaban en la sala, listos para apoyar en la presentación de pruebas y asegurar que la verdad saliera a la luz, no dejarían que ningún corrupto se saliera con la suya.
—Damos inicio a la audiencia del juicio contra Estela de Lewusz y Santiago Falcón, acusados de fraude financiero, evasión de impuestos, lavado de dinero, secuestro e intento de asesinato —anunció el juez, con voz firme.
El fiscal principal se puso de pie y comenzó a presentar los cargos.
—Señor juez, presentaremos pruebas irrefutables que demuestran la culpabilidad de los acusados. Tenemos testimonios de las víctimas, grabaciones de audio y video, registros financieros y declaraciones de testigos que confirman su participación en estos delitos —dijo el fiscal, mostrando los documentos y pruebas a la audiencia.
El abogado defensor de Estela se levantó para objetar.
—Señor juez, solicitamos que se desestimen algunas de las pruebas presentadas por la fiscalía, ya que consideramos que fueron obtenidas de manera ilegal —argumentó el abogado defensor.
El juez escuchó los argumentos de ambas partes antes de tomar una decisión.
—La corte admite las pruebas presentadas por la fiscalía. Procedan con la presentación de los testimonios —ordenó el juez.
El juez llamó a Estela al estrado para ser interrogada. La sala de audiencias estaba en silencio, todos esperando escuchar su versión de los hechos.
—Señora de Lewusz, por favor, tome asiento en el estrado —dijo el juez con tono autoritario.
Estela se levantó y se dirigió al estrado, sus manos estaban esposadas, aun así intentaba mantener una apariencia de serenidad. El abogado defensor de Ainara, un hombre experimentado y perspicaz, se puso de pie y se acercó al estrado.
—Señora Lewusz, me gustaría hacerle unas preguntas sobre los eventos que han llevado a este juicio. ¿Podría explicarnos por qué decidió secuestrar a su propia hija? —preguntó el abogado con una voz firme y segura.
Estela frunció el ceño, mostrando indignación.
—¡Jamás he secuestrado a mi hija! Eso es algo inaudito. Ainara se casó con Santiago, y es lógico que estuvieran juntos. Todo esto es una mentira porque ella quiere estar con su amante —respondió Estela con vehemencia.
El abogado esbozó una sonrisa sutil, listo para revelar la evidencia que contradecía sus palabras.
—Señora de Lewusz, permítame presentar una prueba que desmonta su argumento. Aquí tengo el acta de matrimonio de su hija, Ainara, con el señor Mauro. Este documento es de mucho tiempo atrás, mucho antes de que usted la obligara a casarse con el señor Falcón —dijo el abogado, mostrando el acta de matrimonio al tribunal.
La revelación fue un golpe devastador para Estela, que no esperaba esa información. Su rostro se tornó pálido y su expresión mostró una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Eso… eso no puede ser —murmuró Estela, visiblemente afectada por la revelación.
Esta revelación del abogado defensor, había dejado a unos cuantos sorprendidos. Estela no era la única que se encontraba afectada por la nueva información. Santiago, sentado en el banquillo de los acusados, sintió cómo su mundo se desmoronaba.
—¡Eso no puede ser! —murmuró Santiago para sí mismo, con la mirada fija en el acta de matrimonio que el abogado había presentado.
El abogado, sin perder el ritmo, continuó con su interrogatorio.
—Entonces, señora Lewusz, ¿cómo explica usted esta situación? ¿Cómo explica que obligó a Ainara a casarse con Santiago cuando ya estaba legalmente casada con Mauro? —preguntó el abogado, sin dar tregua.
Estela se quedó sin palabras, sabiendo que estaba atrapada en una red de mentiras y manipulaciones que ella misma ha tejido.
Santiago, por su parte, sentía una mezcla de incredulidad y desesperación. La revelación de que Ainara y Mauro estaban legalmente casados antes de que él se casara con ella era un golpe devastador. Se dio cuenta de que todo lo que había hecho para mantener a Ainara a su lado había sido en vano y que ahora enfrentaba graves consecuencias legales.
Editado: 24.02.2025