María llegó a la casa con Veruzka y Emiliano. Los niños estaban visiblemente emocionados al ver a Ainara y Mauro, y corrieron hacia ellos sin dudarlo, abrazándolos con fuerza.
—¡Ainara! ¡Mauro! —exclamaron Veruzka y Emiliano al unísono, con lágrimas de alegría en sus ojos.
Ainara abrazó a sus hermanos con ternura, sintiendo una profunda conexión y alivio al tenerlos a su lado. Había estado preocupada por ellos, sin saber en qué estado se encontraban.
—Los extrañé tanto —dijo Ainara.
Veruzka, siendo la mayor de los dos, miró a su hermana con ojos llenos de esperanza.
—Me sentí tan sola. Pero ahora que estás aquí, ya no me siento así —dijo Veruzka, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Mauro, también emocionado, abrazó a Emiliano con fuerza, sintiendo la responsabilidad de cuidar de sus hermanos menores.
—Estamos aquí para ustedes. Todo estará bien —dijo Mauro, con voz firme y amorosa.
En los días siguientes, los procedimientos legales comenzaron a tomar su curso. Dado que Rodrigo y Estela estaban presos y los niños eran menores de edad, se inició el proceso para determinar la custodia y tutela de Veruzka y Emiliano.
De acuerdo con las leyes, se realizaron evaluaciones psicológicas y médicas a los niños para asegurarse de que no habían sufrido daño físico ni psicológico a manos de Estela. Afortunadamente, se descubrió que Veruzka y Emiliano habían recibido un trato amoroso y no mostraban signos de abuso.
—Por lo menos, esa mujer no los traumó —dijo Ainara.
—Lo mismo digo del señor Rodrigo.
El tribunal, teniendo en cuenta la cercanía familiar y el bienestar de los niños, decidió otorgar la custodia temporal a Ainara y Mauro, sus hermanos mayores.
El juez, al dictar la sentencia, expresó su confianza en Ainara y Mauro para cuidar de sus hermanos menores.
—La corte otorga la custodia temporal de Veruzka Lewusz y Emiliano Lewusz a sus hermanos mayores, Ainara y Mauro Lewusz. Se llevarán a cabo revisiones periódicas para asegurar que los niños se encuentran en un entorno seguro y amoroso —declaró el juez, con voz firme.
Ambos, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad, agradecieron al tribunal por la confianza depositada en ellos.
—¡Qué emoción! —chilló Ainara.
—Creo que tendremos que comprar una casa, mi pimentón.
—Cierto, el apartamento quedará pequeño, además ahí solo hay una habitación —respondió ella pensativa.
—Lo vendemos y compramos algo más espacioso.
Mientras ellos buscaban opciones para su nueva casa. Las autoridades no dieron descanso en su esfuerzo por capturar a todos los involucrados. La persecución se intensificó, y la justicia finalmente comenzó a imponerse.
El ministro de Economía, Carlos Mendoza, fue uno de los principales objetivos. La noticia de su captura resonó en todo el país, y el presidente, en un mensaje contundente, dejó claro que no permitiría que ningún miembro de su gabinete fuera parte de la corrupción.
—He dictaminado que a Carlos Mendoza le caerá todo el peso de la ley. No toleraremos actos de corrupción en nuestro gobierno. Ningún funcionario está por encima de la ley —dijo el presidente en su mensaje a la nación, mostrando su determinación de limpiar su administración.
A la vez que el profesor Diego, quien había tratado de huir del país, fue capturado en la frontera con Colombia. Su intento de escape fue frustrado por las autoridades, quienes lo llevaron de vuelta a Venezuela para enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Las investigaciones y los procesos judiciales continuaron, y cada día se revelaban más detalles sobre la red de corrupción y abuso que había afectado a tantas vidas. La empresa de la familia Falcón, también se vino a quiebra luego de la captura de Eugenio, así como todo lo que poseía.
La cárcel tenía un ambiente lúgubre, y Eugenio estaba esperando con ansias la visita de su esposa. Creía que su presencia le brindaría un poco de consuelo en medio de su desesperación. Sin embargo, cuando su esposa llegó, su expresión era fría y seria, reflejando nada más que odio hacia él.
Eugenio esbozó una sonrisa al verla, pensando que su visita significaba apoyo.
—Querida, me alegra tanto que hayas venido —dijo Eugenio, con una sonrisa que pronto se desvanecería.
Su esposa lo miró con desprecio y lanzó sus palabras con veneno.
—Ahora sí estoy feliz, Eugenio, porque estás en el mismo lugar que la rastrera con la que pretendías tomar como esposa —dijo ella, su voz cargada de rencor.
Eugenio quedó desconcertado por sus palabras.
—¿Por qué me dices eso? Siempre te he amado —respondió Eugenio, tratando de entender su odio.
Su esposa soltó una risa sarcástica antes de hablar nuevamente.
—Eres el hombre más hipócrita que haya conocido. Gracias a tu calentura y obsesión con esa mujer, tuve la oportunidad de darle a la policía la información sobre dónde se encontraba esa maldita perra. Quería estar un paso adelante de ti y asegurarme de que pagaras por tus acciones —reveló ella, con una sonrisa de satisfacción.
Eugenio quedó estupefacto al escuchar la confesión de su esposa. No podía creer que ella misma hubiera sido quien informara a la policía sobre la ubicación de Estela.
—¿Fuiste tú? ¿Tú me traicionaste? —preguntó Eugenio, incapaz de asimilar la verdad.
—Sí, Eugenio. Todo este tiempo estuve esperando el momento adecuado para devolver cada una de tus traiciones. Ahora estás exactamente donde mereces estar —dijo su esposa, con una expresión de triunfo.
Eugenio se quedó sin palabras, comprendiendo finalmente por qué no pudo llegar antes. La traición de su propia esposa lo había dejado sin ninguna posibilidad de escapar de la justicia.
Editado: 24.02.2025