Ainara y Mauro habían alcanzado otro hito importante en sus vidas: su graduación como abogados. Después de la ceremonia y la fiesta de celebración, estaban en su casa, la cual habían comprado unos meses atrás. Era un símbolo de su esfuerzo y el amor que los unía, un hogar lleno de promesas y sueños por cumplir.
Sentados en el sofá, Ainara y Mauro miraban con cariño las fotos de cada graduación que habían compartido a lo largo de los años.
—Es increíble, Mauro —dijo Ainara, con una sonrisa nostálgica—. En cada una de estas fotos siempre hemos estado juntos. Aunque en la graduación de primaria parecíamos más enemigos que amigos.
Mauro soltó una risa, recordando esos tiempos.
—Sí, éramos un par de rebeldes en ese entonces. Pero mira cómo hemos crecido. Ahora hemos logrado la mayor graduación de nuestras vidas, y esta vez juntos, como siempre hemos sido desde que nos volvimos amantes —respondió Mauro, con orgullo en su voz.
Ainara lo miró con amor, sintiendo la profundidad de su conexión.
—Esta graduación es solo el comienzo de nuestra aventura en el ámbito profesional. Y todo esto porque decidiste estudiar Derecho solo por mí —dijo Ainara, con una sonrisa juguetona.
Mauro tomó la mano de Ainara y la miró a los ojos, su expresión llena de ternura.
—Nunca me arrepentiré de esa decisión, Ainara, porque hemos demostrado que no hay límites para nosotros —dijo Mauro, con voz suave y segura.
Ainara asintió, sintiendo una oleada de emoción.
—Tampoco me arrepiento, Mauro. Y ¿has pensado en retomar los últimos semestres de tu otra carrera? Sé que la paralizaste para enfocarte en Derecho, pero creo que podrías terminarla —dijo Ainara, con una sonrisa alentadora.
Mauro asintió, sabiendo que su esposa tenía razón.
—Tienes razón, mi reina. Pero solo había paralizado mi último semestre. Tomaré un leve descanso, después de eso creo que será el momento de retomar los estudios y culminar esa carrera de ingeniería —respondió Mauro, con determinación.
Y así, con el apoyo de Ainara, Mauro retomó sus estudios y, después de un tiempo de esfuerzo y dedicación, logró finalizar su segunda carrera. La satisfacción de alcanzar otro logro importante se reflejaba en su rostro.
Emiliano, quien siempre había admirado a su hermano mayor, estaba emocionado por la capacidad de Mauro al estudiar dos carreras.
—Mauro, quiero ser como tú. Quiero ser tan inteligente y lograr muchas cosas —dijo Emiliano, con entusiasmo.
Mauro sonrió y se agachó para estar a la altura de Emiliano.
—Ya eres muy inteligente, Emiliano. Lo único que necesitas es mantenerte enfocado en los estudios y siempre tener el deseo de aprender más. La curiosidad y la dedicación son las claves para alcanzar tus sueños —dijo Mauro, con voz alentadora.
Emiliano asintió, sintiendo una gran admiración por su hermano mayor.
—Lo haré, Mauro. Prometo estudiar mucho y ser tan exitoso como tú —dijo Emiliano, con determinación en su mirada.
Mauro sonrió y le dio un abrazo a Emiliano, sintiendo una profunda satisfacción al ver el entusiasmo de su hermano por aprender y crecer.
—Me alegra escuchar eso, pero no olvides que también debes aprovechar tu infancia, mantener todo en equilibrio.
Emiliano asintió feliz.
Ya ha pasado un año desde que Ainara y Mauro se graduaron como abogados. Durante ese tiempo, Ainara había estado trabajando en varios bufetes, demostrando su talento y dedicación en el ámbito legal. Había ganado reconocimiento y respeto por su arduo trabajo, más allá de ser conocida únicamente como la hija de un excelente abogado.
Después de adquirir experiencia y fortalecer su reputación, Ainara tomó la decisión de unirse al bufete de su padre. Sintió que estaba lista para trabajar junto a él, aportando su conocimiento y habilidades al negocio familiar.
En su primer día en el bufete de su padre, Ainara se sintió emocionada y un poco nerviosa. Sabía que tenía mucho que ofrecer y que esta era una oportunidad para demostrar que su éxito era el resultado de su propio esfuerzo.
—Bienvenida, hija. Estoy muy orgulloso de tenerte aquí con nosotros —dijo su padre, con una sonrisa cálida mientras la abrazaba.
Ainara sonrió.
—Gracias, papá. Estoy feliz de estar aquí. He aprendido mucho durante este año y estoy lista para contribuir a nuestro bufete con todo lo que sé —respondió Ainara, con determinación en su voz.
Su padre asintió, reconociendo el crecimiento y la madurez de su hija.
—Sé que lo harás, Ainara. Tienes un futuro brillante por delante y estoy emocionado de ver todo lo que lograrás, además eres tú la que vas a heredar mi imperio —dijo su padre, con orgullo.
Ainara se integró rápidamente al equipo, trabajando en casos importantes y demostrando su valía con cada desafío que enfrentaba. Sus colegas y clientes la respetaban por su ética de trabajo y su pasión por la justicia.
Mauro, por su parte, se enfocó más en su carrera de ingeniería que en la de abogado. Aunque ejercía la abogacía, no lo hacía tanto como lo que le apasionaba: la ingeniería.
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Ainara llegó a casa después de un largo día en los tribunales. Había tenido un juicio agotador y se sentía mal desde hacía un tiempo. Al entrar, Mauro notó su palidez y se acercó a ella con preocupación.
—Ainara, te ves más pálida de lo normal. ¿Qué tienes? —preguntó Mauro, con voz preocupada.
—Quizás es solo agotamiento, tanto trabajo últimamente. Solo quiero comer y dormir —respondió Ainara, con un suspiro cansado.
—La cena ya está lista. Ve a darte un baño y luego cenamos —dijo Mauro, tratando de animarla.
Ainara asintió y se dirigió al baño. Después de un relajante baño, se sintió un poco mejor y se unió a Mauro y sus hermanos en el comedor. La comida le alegró la tarde-noche y disfrutó de la exquisita cena que su esposo había preparado.
Sin embargo, no pasaron muchos minutos antes de que Ainara sintiera una sensación desagradable en el estómago. Se levantó rápidamente y corrió al baño, sintiendo que iba a vomitar todo lo que había comido. Después de vomitar, se sintió agotada y preocupada, esa era la cuarta comida que no lograba digerir.
Editado: 24.02.2025