Ali estaba sentado en su oficina, revisando algunos documentos cuando de repente alzó la vista y llamó a su secretario.
—Necesito que investigues los pasos de Ainara y quiero la información para esta misma tarde —dijo Ali, con voz firme.
El hombre, sorprendido por la solicitud, levantó una ceja.
—¿Por qué ese repentino interés en la pelirroja? Años atrás te negaste a ayudar a Santiago —preguntó el secretario, sin poder ocultar su curiosidad.
Ali lo miró con una intensidad fría que hizo que el pobre hombre se estremeciera.
—No es tu lugar cuestionarme. Solo obedece. Necesito hablar con ella —respondió Ali, con un tono que no dejaba lugar a discusión.
El hombre asintió rápidamente, sabiendo que no debía contrariar a su jefe. Se retiró de la oficina para comenzar la investigación sobre Ainara, mientras Ali se quedó pensativo, sus ojos reflejando una mezcla de determinación y misterio.
Ali había mantenido sus razones en secreto, pero una cosa era clara: tenía un motivo importante para querer contactar a Ainara, y no permitiría que nadie se interpusiera en su camino, porque ahora si tenía un motivo para acercarse a ella.
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Ainara se encontraba recostada en la cama, acariciando su abultado vientre, mientras Mauro se acercaba a ella con una mirada llena de deseo. A pesar de su avanzado embarazo de 6 meses, ambos seguían disfrutando de sus encuentros apasionados.
Mauro acarició con suavidad el vientre hinchado de Ainara, sintiendo la vida que crecía dentro de ella. La ternura y el amor que sentía por su esposa se mezclaban con el deseo y la pasión, creando una mezcla explosiva de emociones y sensaciones que los envolvían por completo.
—Me gustaría que nuestros hijos sean como tú, así de hermosos —susurró él.
—Pero yo quiero que sean de guapos como mi cactus —respondió con una sonrisa pícara.
—Pero tú eres la más hermosa, cariño, sobre todo este color que posees es tan exótico, que ilumina cada rincón de mi vida. No puedo imaginar a nuestros hijos sin un poco de esa magia que llevas dentro.
Ainara se sonrojó ligeramente.
—Nuestros hijos serán una hermosa combinación de ambos —dijo Ainara, con voz suave.
Mauro asintió y empezó a acariciar suavemente la piel de Ainara, sintiendo la suavidad y calidez de su cuerpo. Besó sus labios con pasión, mientras sus manos se deslizaban por sus curvas, explorando cada rincón de su cuerpo con deseo y admiración.
Ainara gemía suavemente, entregándose por completo a la pasión que Mauro despertaba en ella. Sus cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, buscando la cercanía y el calor mutuo que solo el amor verdadero puede proporcionar.
Entre gemidos y susurros, Ainara y Mauro se dejaron llevar por el placer y la intimidad que compartían. Cada caricia, cada beso, cada suspiro era una expresión de amor y deseo, un vínculo que los unía más allá de la pasión física.
Al final, exhaustos, pero felices, se abrazaron con ternura, sintiendo la paz y la satisfacción de haber compartido un momento de intimidad tan especial y único. Ainara sonrió, acariciando el rostro de Mauro con amor, sabiendo que juntos eran capaces de superar cualquier obstáculo que la vida les pusiera en el camino.
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Al día siguiente, Ainara se preparaba para su consulta con el médico. Esta vez iría sola, ya que a Mauro se le había presentado un problema urgente en la empresa que estaba creando. Ainara le aseguró que no se preocupara, que sus guardaespaldas la acompañarían y también su amiga Camila había ofrecido ayudarla.
—No te preocupes, mi Mau. Todo estará bien —dijo Ainara, tratando de calmar a Mauro.
—Está bien, amor, ok, ok. Cuídate mucho y cualquier cosa, llámame —respondió Mauro, con una mezcla de preocupación y amor.
Ella asintió. Después de salir de la clínica, Ainara se sintió aliviada al saber que todo estaba bien con su embarazo, como quería ver algunas cosas de bebé y disfrutar de un rato agradable con su amiga, quien estaba en los preparativos de boda.
—Camila, ¿te gustaría dar un paseo por el centro comercial? Quiero ver algunas cosas de bebé y podríamos aprovechar para tomarnos un café o chocolate —sugirió Ainara, con una sonrisa.
—¡Claro, Ainara! Me encantaría. Vamos —respondió Camila, entusiasmada.
Las dos amigas se dirigieron al centro comercial, disfrutando de la compañía y de la emoción de buscar cosas para el bebé. Sin embargo, ambas eran ajenas a los ojos que las estaban observando desde la distancia. Mientras caminaban por las tiendas, una figura sombría las seguía discretamente.
Ali observó a Ainara y Camila desde la distancia, esperando el momento perfecto para acercarse a ellas. Cuando vio que ambas mujeres habían entrado a una tienda y que las guardaespaldas se habían quedado afuera, decidió que era el momento de actuar. Sin embargo, al intentar entrar, una figura le obstaculizó el paso.
Un brazo firme se interpuso en su camino, y Ali, molesto, levantó la voz con tono autoritario y despectivo.
—¿Acaso no sabes con quién estás tratando? —gruñó Ali, echando humo por la indignación.
Jazmín lo miró sin mostrar ni una pizca de miedo. Su calma y firmeza solo lograron enfurecer más a Ali.
—No me importa quién seas. Mi trabajo es proteger a mi jefa, y no permitiré que te acerques a ella sin su consentimiento. ¿Cree que no he notado su intención, señor Montoya? —respondió Jazmín, con voz firme y desafiante.
Ali apretó los dientes, furioso por la resistencia de Jazmín. Uno de sus guardaespaldas se acercó, preocupado por la tensión de la situación.
—Jefe, ¿necesita ayuda? —preguntó el guardaespaldas.
Ali levantó una mano para detenerlo y respondió con una sonrisa despectiva.
—No te preocupes, puedo encargarme yo mismo de una simple florecita que se ha perdido en el camino —dijo Ali, con tono sarcástico.
Jazmín no se dejó intimidar y mantuvo su posición firme. Aunque detestaba a Ali, no podía evitar sentirse incómoda por las sensaciones que le producía su cercanía. Ali, por su parte, se sentía desconcertado por las emociones desconocidas que surgían dentro de él al estar cerca de Jazmín.
Editado: 24.02.2025