Capítulo 3: La Fiesta
KATHLEEN.
Fiesta.
Situación eufórica que implica alcohol, drogas, vómitos, resaca y adolescentes hormonales.
Si bien me consideraba una chica bastante tranquila. No acostumbraba a salir de casa durante largos períodos de tiempo, tampoco acostumbraba a embriagarme con amigos, pues definitivamente las fiestas no eran mi fuerte. Sin embargo, mis dos mejores amigos, Jessica y Archie, se hacían llamar las reinas de las fiestas. No había una fiesta en el pueblo en la cual ellos no asistan incluso sin ser invitados, siempre tenían un plan para colarse en las fiestas.
Me encontraba en la habitación de Jessica. Ella había pasado a recogerme cuando mi jornada laboral terminó en casa de los Janssen. Sin duda, agotador.
Mickey era el niño más malévolo que había conocido en toda mi vida, incluso el diablo le tenía miedo.
El hacía que mi trabajo fuera más difícil de lo que en realidad debería ser. Dejo caer todo mi peso sobre la cama de Jessica, el colchón se siente suave debajo de mi espalda, tanto que llega a resultar relajante. Ropa vuela por los aires mientras Jessica se concentra en encontrar algo adecuado para ponerme para la fiesta. Cierro mis ojos, intentando dormir, los huesos de mi cuerpo duelen y exigen a gritos por un descanso de como mínimo el resto del fin de semana.
— ¡Lo encontré!—exclama ella, al mismo tiempo que siento un pedazo de tela caer sobre mi rostro.
Lo quito de su lugar y me siento, apoyandome, sobre mis codos para verlo. Es un pequeño vestido color beige bastante corto para mi gusto.
— No creo que sea buena idea...—explico, haciendo que Jessica ruede sus ojos.
— Es precioso—sus ojos brillan, fascinada— Además, en tí quedaría perfecto.
Meneo mi cabeza a un costado mientras la Kathleen que vive adentro de mi, me fulmina con su mirada sacandome su dedo medio.
Soltando un suspiro decido colocarme el vestido que una vez que logra ajustarse a mi cuerpo se ve bastante bien. Observo mi cuerpo a través del espejo, mi cabello está suelto y cae por debajo de mis hombros, tengo un maquillaje sutil y discreto, además el vestido luce bastante bien en mi cuerpo. Jess tenía razón, es un hermoso vestido.
Des Ross estudiaba en una de las escuelas privadas del pueblo, sin embargo, decidió hacer esta fiesta en honor al inicio del campeonato estatal que comenzaba en una semana, cuyo equipo representaría a nuestro pequeño pueblo. No conocía al tal chico, pero había escuchado hablar sobre él, su reputación estaba por los suelos.
Arrogante, perfeccionista, cretino, popular, descarado, y uno de los chicos que traería el sida a nuestro pequeño pueblo sin muchas enfermedades.
Jess termina de retocar su labial rojo, el cual resalta con el tono de su piel blanca y suave. Ella viste un vestido más corto que el mío de color negro, bastante revelador...pero en ella luce perfecto. Su cuerpo tiene las curvas con las que toda adolescente sueña en tener, un perfecto vientre plano y unos pechos de ensueño.
— La basura, está a abajo—murmura, observando su teléfono.
Basura era el apodo al cual Jessica solía dirigirse a Eduardo.
Nos apresuramos en bajar por las escaleras con nuestros tacones que apenas nos permitían movernos. La noche nos recibe afuera del edificio con un cálido viento que me congela hasta los huesos. Eduardo baja de su motocicleta y nos disponemos a irnos en el vehículo de Jessica. Eduardo tiene una motocicleta vinotinto, Jess un pequeño y casual auto color azul, mientras que yo...
Yo tengo salud.
— Es la primera fiesta del verano—murmura Eduardo, emocionado.
— ¿Qué importa eso?—juego con la manilla de la puerta pata distraerme.
—¿Estás jodiendome, Taylor?—finge estar ofendido por mi comentario— Las fiestas de verano son las mejores, no hay preocupaciones, no hay clases al día siguiente, solo hay un hoy.
Pongo los ojos en blanco aprovechando que el auto está a oscuras y no puede verme. Jessica estaciona su auto a unas cuantas calles de la casa de Des. Las vías en ambos lados están abarrotadas de vehículos de distintas clases, desde volskwagen hasta autos modernos y deportivos. Jess se apresura en bajar del auto, al igual que Eduardo y más atrás, yo.
Durante la caminata hasta la casa me fijo en que no solo es una simple casa elegante, es una mansión con ventanas victorianas y pedrería, pilares perfectamente esculpidos, una enorme fuente con luces de colores nos recibe en la entrada, en el medio de ésta se encuentra una enorme sirena cuyo cabello cubre sus pechos. El sonido de la música es ensordecedor y causa estragos en mi pequeño ser, Jess se adelanta con una enorme sonrisa en su rostro, fascinada por lo que hay frente a sus ojos. Pues debo admitirlo, la vista es preciosa. Las gigantescas puertas de madera se encuentran de par en par, deben tener un gran sistema de acondicionamiento para mantener el lugar a una temperatura estable.
Eduardo camina a mi lado, su mirada se pierde entre la multitud en el trasero de muchos chicos. El lugar está iluminado por luces anaranjadas, azules, amarillas y fucsias. Acabamos de entrar y no me sorprende que Jess se haya perdido ya. Sigo a Eduardo hasta la cocina, el saluda a varias personas que parecen conocerlo de otras fiestas mientras yo camino cabizbaja detrás de él.
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Editado: 17.11.2021