Capitulo 15: Arcade Fire
MIKHAIL
Toda mi vida siempre esperé los veranos con ansías, la costumbre familiar era que, al terminar el año escolar, mi padre pedía un descanso para llevarnos a una cómoda casa ubicada a unas cuantas hectáreas del pueblo. La vida matutina en el pueblo era una incesante monotonía de la cual normalmente buscábamos la manera de librarnos de ella, solo que, el día en el que mi padre descubrió el engaño de Sara, lo devastó a tal punto de salir en plena tormenta solamente para encontrarla y enfrentarla.
Se notaba que la amaba, y su mentira le entristeció más que decepcionar. Esa noche estábamos todos en la casa, Mickey que para aquel entonces tenía algunos meses de edad, se encontraba durmiendo en los brazos de Jordana, recuerdo perfectamente esa navidad, nieve por todos lados, abarrotando los techos y colapsando las avenidas, mientras que Micah se acurrucaba frente a la chimenea para sentir más calor ya que el frío calaba los huesos, entonces, de pronto, el sonido del teléfono hizo que mi padre se levantara del suelo en donde anteriormente tocaba una guitarra junto a mí.
El salió a toda prisa sin dar explicaciones, intenté ir detrás de él pero no me lo permitió. Lo siguiente que supe fue que durante el viaje para encontrar a mi madre, el perdió el control del auto, deslizándose afuera del carril que le correspondía, luego un camionero en estado de sufrimiento y ebriedad se lo llevó por el medio.
A pesar de todas las cosas que habían sucedido con mi padre, Sara nunca se ha mostrado arrepentida de sus acciones, y en lugar de arreglar las cosas, las jode cada vez que tiene la oportunidad. Por otro lado, prefería mantenerla a kilómetros de mi cada vez que le salía una reunión de imprevista en otro estado.
Cuando mis párpados se despegan, la fuerte luz solar que invade la habitación me deja en pocas palabras, ciego. Estiro los músculos de mi espalda, incorporándome sobre la cama. Inmediatamente, me levanto con el pie izquierdo, somnoliento, cansado y desconcertado, para dirigirme al baño a darme una ducha. Pero la voz que irrumpe en la habitación me detiene antes de que pueda entrar al baño.
— ¿Por qué sigues dormido?—me giro para encontrarme frente a frente con el pequeño troll de mi hermano menor.
El me observa con una mirada mortífera, llevando sus mano a sus caderas, se parece a mi madre cuando hace esas cosas. Le ignoro pasando por su lado y lo siguiente que siento es el impacto de alguna cosa suave contra mi cabeza. Una almohada.
— ¿Qué está mal contigo, troll del infierno?—me quejo, mientras le miro con desconcierto— Tienes serios problemas mentales.
— ¿Te acuerdas de lo que me prometiste?—niego con mi cabeza, haciendo el más mínimo esfuerzo por recordar— Dos palabras: pe-rrito.
— Eso es una sola palabra, Mickey—le informo en tono desdeñoso— Además no recuerdo haberte prometido absolutamente nada.
— ¡Por favor, Mikhail!—continúa, mirándome con ojos suplicantes, lo cuales me resultan tiernos.
— Está bien, te compraré una pulgosa mascota—replico con aire de resignación— Ahora, lárgate para que pueda darme una ducha.
Mickey asiente con una sonrisa triunfante en su rostro. Al igual que el resto de los Janssen, no se daba por vencido cuando deseaba obtener alguna cosa...o la atención de alguna persona.
La niñera aparece en mi mente por unos dolorosos segundos, su mirada ácida, el momento en el que llegamos al restaurante con el propósito de arruinar su cena, seguía plasmada en mí cabeza y por más que quisiera no podía borrar la manera en la que se dirigió a nosotros después de despedirse de Kay. Esa lengua viperina proveniente del interior de esa boquita parlanchina, debo admitir que algunas veces quería coserle la boca para no tener que escuchar sus insensatos reproches.
Oh, Kathleen, se me ocurren muchas manera de hacerte callar.
...
Es más de medio día cuando decido salir de la habitación. Sabía que le había prometido a Mickey un maldito perro, pero para ser honesto, prefería mil veces a los gatos, siempre y cuando no tuviera que cruzarme con su excremento todo iría de maravilla.
Bajo las escaleras con cuidado para no llamar la atención de Mickey que me imagino que debe estar en su habitación jugando alguno de sus vídeojuegos. En la cocina, diviso a Kathleen de espaldas mientras ayuda a preparar lo que imagino que debe ser el almuerzo, Sara no suele comer en casa, es más, según lo que tengo entendido debe estar en alguna de sus conferencias fuera de la zona por lo que estaría libre de mamás por el resto del fin de semana.
Kathleen no se ha percatado de mi presencia en la estancia, en su lugar, parece estar enfocada en lo que se encuentra haciendo. Decido tomar asiento en uno de los banquillos que se encuentran junto al mesón, mis ojos recorren su figura, contemplando cada paso que dan.
Tengo una vista de su culo bastante privilegiada, por un momento, me siento un acosador al estar observandola como si fuese una especie de depredador cazando a su presa. Una ninfa de los bosques.
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Editado: 17.11.2021